SANTO DEL DIA
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30 de Enero
San Fulgencio de Ruspe
Obispo, Año 533
Nace en Cartago, Africa, hacia el año 468.
Fulgencio significa: resplandeciente, brillante.
Aprendió a hablar perfectamente el griego y el latín y resultó ser un excelente administrador. Por eso fue nombrado tesorero general de la provincia donde vivía. Pero alarmado ante los peligros de pecar que hay en el mundo, y desilusionado de lo que lo material promete y no cumple, dispuso dedicarse a la vida espiritual.
Lo conmovió profundamente el leer un sermón que San Agustín hizo acerca del bellísimo Salmo 36 que dice: "No envidies a los que se dedican a obrar mal, porque ellos se secarán pronto como la hierba. Dedícate a hacer el bien y a confiar en el Señor, y El te dará lo que pide tu corazón". Desde entonces se dedicó a leer libros espirituales, a orar, a visitar templos y a mortificarse en el comer y en el beber.
A los 22 años llegó a un monasterio y pidió ser admitido como religioso. El Superior, viendo que era un hombre de mundo y de negocios, le dijo: "Primero aprenda a vivir en el mundo sin dedicarse a placeres prohibidos. ¿Se imagina que va a ser capaz de pasar una vida llena de dinero y de comodidades a una vida de pobreza y de ayunos como es la de los monjes?". Pero Fulgencio le respondió humildemente: ¿Padre: el buen Dios que me ha iluminado que me conviene hacerme religioso, no me concederá la fuerza y el valor para soportar las penitencias de los religiosos? Esta amable respuesta impresionó al superior, el cual lo admitió a hacer la prueba de ser monje.
Esta noticia conmovió a toda la ciudad. Pero la mamá se fue a la puerta del convento a gritar que Fulgencio debía dedicarse a administrar los bienes materialds, porque para ello tenía muy buenas cualidades. Tanto insistió aquella mujer que Fulgencio tuvo que huir de noche e irse a un convento a otra ciudad.
El año 499 una tribu de feroces guerreros de Numidia obligó a los religiosos a salir huyendo. Fulgencio llegó a la ciudad de Siracusa en Sicilia, Italia. Luego llegó a Roma y allí al ver las impresionantes ceremonias llenas de tanta solemnidad exclamó: "Dios mío: si aquí hay tanto esplendor, ¿Cómo será en el cielo?".
Volvió a su patria y fue nombrado obispo de la ciudad de Ruspe en Túnez. Como obispo siguió vistiendo pobremente y sacrificándose como un humilde monje. Siempre llevaba su traje pobre y desteñido de religioso mortificado. Jamás comía carne. Si alguna vez tomaba vino lo mezclaba con agua. Rezaba cada día más de 12 Salmos. Muchas veces viajaba descalzo.
Pero las gentes admiraban su atractiva amabilidad, y su gran humildad. Era querido y estimado por todos. E invitaba a muchos jóvenes a irse de monjes, y para ello construyó un monasterio cerca de la casa episcopal.
Un rey hereje expulsó a todos los jefes de la Iglesia Católica del norte de Africa y los envió a la isla de Cerdeña. Allí desterrado, Fulgencio se dedicó a escribir contra los herejes arrianos (que niegan que Jesucristo es Dios) y al rey le impresionaron tanto los escritos de este santo que le pidió que no los propagara. Le permitió volver al Africa, pero allá los herejes al oír lo bien que hablaba Fulgencio en defensa de la religión católica, pidieron que fuera desterrado otra vez.
Al salir hacia el destierro les dijo a los católicos que lloraban: "No se afanen. Pronto volveré y ya no me volverán a desterrar". Y así sucedió. Poco después murió el rey hereje (Trasimundo) y su sucesor (Hilderico) permitió que todos los católicos desterrados volvieran a su país.
La gente de Cartago (Africa) salió en grandes multitudes a recibir a Fulgencio. Como durante el desfile se desató un fuerte aguacero, los cristianos hicieron un toldo con sus mantos y allí llevaron a su queridísimo obispo.
San Fulgencio predicaba tan sumamente bien, que el obispo de Cartago, Bonifacio, decía: "No puedo oírle predicar sin que las lágrimas se me vengan a los ojos y sin que la emoción me llene totalmente. Bendito sea Dios que le dio tan grande sabiduría al obispo Fulgencio. En verdad se merece el nombre que tiene, nombre que significa el resplandeciente, el brillante".
Los últimos años sufría mucho por varias enfermedades y exclamaba frecuentemente: "Señor: ya que me mandas sufrimientos, envíame también la paciencia necesaria para soportarlos. Acepto en esta vida los sufrimientos que permites que me llegue, y en cambio te pido tu perdón y tu misericordia y la vida eterna".
Murió a los 66 años, en enero del año 533. Se había propuesto imitar en todo lo posible a San Agustín y lo consiguió admirablemente. Tanta era la estimación que la gente sentía por él que no le permitieron que fuera enterrado en otro sitio sino debajo del altar mayor en la Catedral. Aún hoy día, en los libros de oraciones de los sacerdotes hay varios sermones de San Fulgencio de Ruspe, gran sabio y gran santo.
San Fulgencio de Ruspe
Obispo, Año 533
Nace en Cartago, Africa, hacia el año 468.
Fulgencio significa: resplandeciente, brillante.
Aprendió a hablar perfectamente el griego y el latín y resultó ser un excelente administrador. Por eso fue nombrado tesorero general de la provincia donde vivía. Pero alarmado ante los peligros de pecar que hay en el mundo, y desilusionado de lo que lo material promete y no cumple, dispuso dedicarse a la vida espiritual.
Lo conmovió profundamente el leer un sermón que San Agustín hizo acerca del bellísimo Salmo 36 que dice: "No envidies a los que se dedican a obrar mal, porque ellos se secarán pronto como la hierba. Dedícate a hacer el bien y a confiar en el Señor, y El te dará lo que pide tu corazón". Desde entonces se dedicó a leer libros espirituales, a orar, a visitar templos y a mortificarse en el comer y en el beber.
A los 22 años llegó a un monasterio y pidió ser admitido como religioso. El Superior, viendo que era un hombre de mundo y de negocios, le dijo: "Primero aprenda a vivir en el mundo sin dedicarse a placeres prohibidos. ¿Se imagina que va a ser capaz de pasar una vida llena de dinero y de comodidades a una vida de pobreza y de ayunos como es la de los monjes?". Pero Fulgencio le respondió humildemente: ¿Padre: el buen Dios que me ha iluminado que me conviene hacerme religioso, no me concederá la fuerza y el valor para soportar las penitencias de los religiosos? Esta amable respuesta impresionó al superior, el cual lo admitió a hacer la prueba de ser monje.
Esta noticia conmovió a toda la ciudad. Pero la mamá se fue a la puerta del convento a gritar que Fulgencio debía dedicarse a administrar los bienes materialds, porque para ello tenía muy buenas cualidades. Tanto insistió aquella mujer que Fulgencio tuvo que huir de noche e irse a un convento a otra ciudad.
El año 499 una tribu de feroces guerreros de Numidia obligó a los religiosos a salir huyendo. Fulgencio llegó a la ciudad de Siracusa en Sicilia, Italia. Luego llegó a Roma y allí al ver las impresionantes ceremonias llenas de tanta solemnidad exclamó: "Dios mío: si aquí hay tanto esplendor, ¿Cómo será en el cielo?".
Volvió a su patria y fue nombrado obispo de la ciudad de Ruspe en Túnez. Como obispo siguió vistiendo pobremente y sacrificándose como un humilde monje. Siempre llevaba su traje pobre y desteñido de religioso mortificado. Jamás comía carne. Si alguna vez tomaba vino lo mezclaba con agua. Rezaba cada día más de 12 Salmos. Muchas veces viajaba descalzo.
Pero las gentes admiraban su atractiva amabilidad, y su gran humildad. Era querido y estimado por todos. E invitaba a muchos jóvenes a irse de monjes, y para ello construyó un monasterio cerca de la casa episcopal.
Un rey hereje expulsó a todos los jefes de la Iglesia Católica del norte de Africa y los envió a la isla de Cerdeña. Allí desterrado, Fulgencio se dedicó a escribir contra los herejes arrianos (que niegan que Jesucristo es Dios) y al rey le impresionaron tanto los escritos de este santo que le pidió que no los propagara. Le permitió volver al Africa, pero allá los herejes al oír lo bien que hablaba Fulgencio en defensa de la religión católica, pidieron que fuera desterrado otra vez.
Al salir hacia el destierro les dijo a los católicos que lloraban: "No se afanen. Pronto volveré y ya no me volverán a desterrar". Y así sucedió. Poco después murió el rey hereje (Trasimundo) y su sucesor (Hilderico) permitió que todos los católicos desterrados volvieran a su país.
La gente de Cartago (Africa) salió en grandes multitudes a recibir a Fulgencio. Como durante el desfile se desató un fuerte aguacero, los cristianos hicieron un toldo con sus mantos y allí llevaron a su queridísimo obispo.
San Fulgencio predicaba tan sumamente bien, que el obispo de Cartago, Bonifacio, decía: "No puedo oírle predicar sin que las lágrimas se me vengan a los ojos y sin que la emoción me llene totalmente. Bendito sea Dios que le dio tan grande sabiduría al obispo Fulgencio. En verdad se merece el nombre que tiene, nombre que significa el resplandeciente, el brillante".
Los últimos años sufría mucho por varias enfermedades y exclamaba frecuentemente: "Señor: ya que me mandas sufrimientos, envíame también la paciencia necesaria para soportarlos. Acepto en esta vida los sufrimientos que permites que me llegue, y en cambio te pido tu perdón y tu misericordia y la vida eterna".
Murió a los 66 años, en enero del año 533. Se había propuesto imitar en todo lo posible a San Agustín y lo consiguió admirablemente. Tanta era la estimación que la gente sentía por él que no le permitieron que fuera enterrado en otro sitio sino debajo del altar mayor en la Catedral. Aún hoy día, en los libros de oraciones de los sacerdotes hay varios sermones de San Fulgencio de Ruspe, gran sabio y gran santo.

29 de Enero
San Pedro Nolasco, Fundador de la Comunidad de
Padres Mercedarios
(+1258)
Nació cerca de Barcelona, España, hacia 1189.
A los 15 años quedó huérfano de padre, y dueño de grandes posesiones. La madre le colaboró en todos sus deseos de hacer el bien y de obtener santidad.
Estando en edad de casarse hizo una peregrinación a la Virgen de Monserrat y allí se puso a pensar que las vanidades del mundo pasan muy pronto y no dejan sino insatisfacción y que en cambio lo que se hace para la vida eterna dura para siempre. Entonces promedió a la Virgen mantenerse puro y se le ocurrió una idea que iba a ser de gran provecho para muchas gentes.
En aquel tiempo la cuestión social más dolorosa era la esclavitud que muchísimos cristianos sufrían de parte de los mahometanos. Estos piratas llegaban a tierras donde había cristianos y se llevaban a todos los hombres que encontraban. Las penalidades de los prisioneros cristianos en las tenebrosas cárceles de los mahometanos sobrepasaban lo imaginable. Y lo más peligroso era que muchos perdían su fe, y su moralidad se dañaba por completo.
Esto fue lo que movió a Pedro Nolasco a gastar su gran fortuna en libertar al mayor número posible de esclavos cristianos. Cuando se le presentaba la ocasión de gastar una buena cantidad de dinero en obtener la libertad de algún cautivo recordaba aquella frase de Jesús en el evangelio: "No almacenen su fortuna en esta tierra donde los ladrones la roban y la polilla la devora y el moho la corroe. Almacenen su fortuna en el cielo, donde no hay ladrones que roben, ni polilla que devore ni óxido que las dañe". (Mt. 6,20) Y este pensamiento lo movía a ser muy generoso en gastar su dinero en ayudar a los necesitados.
Y sucedió que, según dicen las antiguas narraciones, que una noche (agosto de 1218) se apareció la Sma. Virgen a San Pedro Nolasco y al rey Jaime de Aragón (que era amiguísimo de nuestro santo) y les recomendó que fundaran una Comunidad de religiosos dedicados a libertar cristianos que estuvieran esclavos de los mahometanos.
Consultaron al director espiritual de juntos, que era San Raimundo de Peñafort, y éste los llevó ante el Sr. Obispo de Barcelona, al cual le pareció muy buena la idea y la aprobó. Entonces el militar Pedro Nolasco hizo ante el obispo sus tres votos o juramentos. de castidad, pobreza y obediencia, y añadió un cuarto juramento o voto: el de dedicar toda su vida a tratar de libertar cristianos que estuvieran siendo esclavos de los mahometanos. Este cuarto voto o juramento lo hacían después todos sus religiosos.
Los antiguos dicen que la Virgen les recomendó:
Fundad una asociación con hábito blanco y puro que sea defensa y muro de la cristiana nación.
San Raimundo predicó con gran entusiasmo en favor de esta nueva Comunidad y fueron muchos los hombres de buena voluntad que llegaron a hacerse religiosos. El vestido que usaban era una túnica blanca y una cruz grande en el pecho. San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General de la Congregación y el Papa Gregorio Nono aprobó esta nueva Comunidad.
San Pedro Nolasco ayudó al rey Don Jaime a conquistar para los cristianos la ciudad de Valencia que estaba en poder de los mahometanos, y el rey, en agradecimiento, fundó en esa ciudad varias casas de la Comunidad de los Mercedarios.
El rey Jaime decía que si había logrado conquistar la ciudad de Valencia, ello se debía a las oraciones de Pedro Nolasco. Y cada vez que obtenía algún resonante truinfo lo atribuía a las oraciones de este santo.
San Pedro hizo viajes por muchos sitios donde los mahometanos tenían prisioneros cristianos, para conseguir su libertad. Y viajó hasta Argelia, que era un reino dominado por los enemigos de nuestra santa religión. Allá lo hicieron prisionero pero logró conseguir su libertad.
Como había sido un buen comerciante, organizó técnicamente por muchas ciudades las colectas en favor de los esclavos y con esto obtuvo abundante dinero con los cuales logró la libertad de muchísimos creyentes.
Poco antes de morir repitió las palabras del Salmo 76: "Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y esclavizados". Tenía 77 años de edad.
Por su intercesión se obraron muchos milagros y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1628. La Comunidad fundada por él se dedica ahora a ayudar a los que están encarcelados. Es un apostolado maravilloso.
Jesús nos recuerda lo que prometió a quienes ayuden y consuelen a los encarcelados: "Estuve preso y me fuisteis a visitar. Todo el bien que le habéis hecho a cada uno de estos necesitados, lo recibe como si me lo hubierais hecho a Mí mismo (Mt. 25, 40).
San Pedro Nolasco, Fundador de la Comunidad de
Padres Mercedarios
(+1258)
Nació cerca de Barcelona, España, hacia 1189.
A los 15 años quedó huérfano de padre, y dueño de grandes posesiones. La madre le colaboró en todos sus deseos de hacer el bien y de obtener santidad.
Estando en edad de casarse hizo una peregrinación a la Virgen de Monserrat y allí se puso a pensar que las vanidades del mundo pasan muy pronto y no dejan sino insatisfacción y que en cambio lo que se hace para la vida eterna dura para siempre. Entonces promedió a la Virgen mantenerse puro y se le ocurrió una idea que iba a ser de gran provecho para muchas gentes.
En aquel tiempo la cuestión social más dolorosa era la esclavitud que muchísimos cristianos sufrían de parte de los mahometanos. Estos piratas llegaban a tierras donde había cristianos y se llevaban a todos los hombres que encontraban. Las penalidades de los prisioneros cristianos en las tenebrosas cárceles de los mahometanos sobrepasaban lo imaginable. Y lo más peligroso era que muchos perdían su fe, y su moralidad se dañaba por completo.
Esto fue lo que movió a Pedro Nolasco a gastar su gran fortuna en libertar al mayor número posible de esclavos cristianos. Cuando se le presentaba la ocasión de gastar una buena cantidad de dinero en obtener la libertad de algún cautivo recordaba aquella frase de Jesús en el evangelio: "No almacenen su fortuna en esta tierra donde los ladrones la roban y la polilla la devora y el moho la corroe. Almacenen su fortuna en el cielo, donde no hay ladrones que roben, ni polilla que devore ni óxido que las dañe". (Mt. 6,20) Y este pensamiento lo movía a ser muy generoso en gastar su dinero en ayudar a los necesitados.
Y sucedió que, según dicen las antiguas narraciones, que una noche (agosto de 1218) se apareció la Sma. Virgen a San Pedro Nolasco y al rey Jaime de Aragón (que era amiguísimo de nuestro santo) y les recomendó que fundaran una Comunidad de religiosos dedicados a libertar cristianos que estuvieran esclavos de los mahometanos.
Consultaron al director espiritual de juntos, que era San Raimundo de Peñafort, y éste los llevó ante el Sr. Obispo de Barcelona, al cual le pareció muy buena la idea y la aprobó. Entonces el militar Pedro Nolasco hizo ante el obispo sus tres votos o juramentos. de castidad, pobreza y obediencia, y añadió un cuarto juramento o voto: el de dedicar toda su vida a tratar de libertar cristianos que estuvieran siendo esclavos de los mahometanos. Este cuarto voto o juramento lo hacían después todos sus religiosos.
Los antiguos dicen que la Virgen les recomendó:
Fundad una asociación con hábito blanco y puro que sea defensa y muro de la cristiana nación.
San Raimundo predicó con gran entusiasmo en favor de esta nueva Comunidad y fueron muchos los hombres de buena voluntad que llegaron a hacerse religiosos. El vestido que usaban era una túnica blanca y una cruz grande en el pecho. San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General de la Congregación y el Papa Gregorio Nono aprobó esta nueva Comunidad.
San Pedro Nolasco ayudó al rey Don Jaime a conquistar para los cristianos la ciudad de Valencia que estaba en poder de los mahometanos, y el rey, en agradecimiento, fundó en esa ciudad varias casas de la Comunidad de los Mercedarios.
El rey Jaime decía que si había logrado conquistar la ciudad de Valencia, ello se debía a las oraciones de Pedro Nolasco. Y cada vez que obtenía algún resonante truinfo lo atribuía a las oraciones de este santo.
San Pedro hizo viajes por muchos sitios donde los mahometanos tenían prisioneros cristianos, para conseguir su libertad. Y viajó hasta Argelia, que era un reino dominado por los enemigos de nuestra santa religión. Allá lo hicieron prisionero pero logró conseguir su libertad.
Como había sido un buen comerciante, organizó técnicamente por muchas ciudades las colectas en favor de los esclavos y con esto obtuvo abundante dinero con los cuales logró la libertad de muchísimos creyentes.
Poco antes de morir repitió las palabras del Salmo 76: "Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y esclavizados". Tenía 77 años de edad.
Por su intercesión se obraron muchos milagros y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1628. La Comunidad fundada por él se dedica ahora a ayudar a los que están encarcelados. Es un apostolado maravilloso.
Jesús nos recuerda lo que prometió a quienes ayuden y consuelen a los encarcelados: "Estuve preso y me fuisteis a visitar. Todo el bien que le habéis hecho a cada uno de estos necesitados, lo recibe como si me lo hubierais hecho a Mí mismo (Mt. 25, 40).

Santo Tomás de Aquino
El Doctor Angélico
Presbítero y Doctor de la Iglesia
(+1274)
Nace en el Castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, Italia, en 1225.
Es el último hijo varón de una numerosa familia de doce hijos. Su padre se llamaba Landulfo de Aquino.
Alto, grueso, bien proporcionado, frente despejada, porte distinguido, una gran amabilidad en el trato, y mucha delicadeza de sentimientos.
Cerca del Castillo donde nació estaba el famoso convento de los monjes Benedictinos llamado Monte Casino. Allí lo llevaron a hacer sus primeros años de estudios. Los monjes le enseñaron a meditar en silencio. Es el más piadoso, meditabundo y silencioso de todos los alumnos del convento. Lo que lee o estudia lo aprende de memoria con una facilidad portentosa.
Continúa sus estudios por cinco años en la Universidad de Nápoles. Allí supera a todos sus compañeros en memoria e inteligencia. Conoce a los Padres Dominicos y se entusiasma por esa Comunidad. Quiere entrar de religioso pero su familia se opone. El religiosos huye hacia Alemania, pero por el camino lo sorprenden sus hermanos que viajan acompañados de un escuadrón de militares y lo ponen preso. No logran quitarle el hábito de dominico, pero lo encierran en una prisión del castillo de Rocaseca. Tomás aprovecha su encierro de dos años en la prisión para aprenderse de memoria muchísimas frases de la S. Biblia y para estudiar muy a fondo el mejor tratado de Teología que había en ese tiempo, y que después él explicará muy bien en la Universidad.
Sus hermanos al ver que por más que le ruegan y lo amenazan no logran quitarle la idea de seguir de religioso, le envían a una mujer de mala vida para que lo haga pecar. Tomás toma en sus manos un tizón encendido y se lanza contra la mala mujer, amenazándola con quemarle el rostro si se atreve a acercársele. Ella sale huyendo y así al vencer él las pasiones de la carne, logró la Iglesia Católica conseguir un gran santo. Si este joven no hubiera sabido vencer la tentación de la impureza, no tendríamos hoy a este gran Doctor de la Iglesia. Esa noche contempló en sueños una visión Celestial que venía a felicitarlo y le traía una estola o banda blanca, en señal de la virtud, de la pureza que le concedía Nuestro Señor.
Liberado ya de la prisión lo enviaron a Colonia, Alemania, a estudiar con el más sabio Padre Dominico de ese tiempo: San Alberto Magno. Al principio los compañeros no imaginaban la inteligencia que tenía Tomás, y al verlo tan robusto y siempre tan silencioso en las discusiones le pusieron de apodo: "El buey mudo". Pero un día uno de sus compañeros leyó los apuntes de este joven estudiante y se los presentó al sabio profesor. San Alberto al leerlos les dijo a los demás estudiantes: "Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero". Y así sucedió en verdad después.
Sus compañeros de ese tiempo dejaron este comentario: "La ciencia de Tomás es muy grande, pero su piedad es más grande todavía. Pasa horas y horas rezando, y en la Misa, después de la elevación, parece que estuviera en el Paraíso. Y hasta se le llena el rostro de resplandores de vez en cuando mientras celebra la Eucaristía. A los 27 años, en 1252, ya es profesor de la famosísima Universidad de París. Sus clases de teología y filosofía son las más concurridas de la Universidad. El rey San Luis lo estima tanto que lo consulta en todos los asuntos de importancia. Y en la Universidad es tan grande el prestigio que tiene y su ascendiente sobre los demás, que cuando se traba una enorme discusión acerca de la Eucaristía y no logran ponerse de acuerdo, al fin los bandos aceptan que sea Tomás de Aquino el que haga de árbitro y diga la última palabra, y lo que él dice es aceptado por todos sin excepción.
En 1259 el Sumo Pontífice lo llama a Italia y por siete años recorre el país predicando y enseñando, y es encargado de dirigir el colegio Pontificio de Roma para jóvenes que se preparan para puestos de importancia especial. En 4 años escribe su obra más famosa: "La Suma Teológica", obra portentosa en 14 tomos, donde a base de Sagrada Escritura, de filosofía y teología y doctrina de los santos va explicando todas las enseñanzas católicas. Es lo más profundo que se haya escrito en la Iglesia Católica. En Italia la gente se agolpaba para escucharle con gran respeto como a un enviado de Dios, y lloraban de emoción al oírle predicar acerca de la Pasión de Cristo, y se emocionaban de alegría cuando les hablaba de la Resurrección de Jesús y de la Vida Eterna que nos espera.
El Romano Pontífice le encargó que escribiera los himnos para la Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, y compuso entonces el Pangelingua y el Tantumergo y varios otros bellísimos cantos de la Eucaristía (dicen que el Santo Padre encargó a Santo Tomás y a San Buenaventura que cada uno escribiera unos himnos, pero que mientras oía leer los himnos tan bellos que había compuesto Santo Tomás, San Buenaventrua fue rompiendo los que él mismo había redactado, porque los otros le parecían más hermosos). Después de haber escrito tratados hermosísimos acerca de Jesús en la Eucaristía, sintió Tomás que Jesús le decía en una visión: "Tomás, has hablado bien de Mi. ¿Qué quieres a cambio?". Y el santo le respondió: "Señor: lo único que yo quiero es amarte, amarte mucho, y agradarte cada vez más".
De tal manera se concentraba en los temas que tenía que tratar, que un día estando almorzando con el rey, de pronto dio un puñetazo a la mesa y exclamó: "Ya encontré la respuesta para tal y tal pregunta". Después tuvo que presentar excusas al rey por estar pensando en otros temas distintos a los que estaban tratando los demás en la conversación. Pocos meses antes de morir tuvo una visión acerca de lo sobrenatural y celestial, y desde entonces dejó de escribir. Preguntado por el Hermano Reginaldo acerca de la causa por la cual ya no escribía más, exclamó: "Es que, comparando con lo que vi en aquella visión, lo que he escrito es muy poca cosa". Santo Tomás logró que la filosofía de Aristóteles llegara a ser parte de las enseñanzas de los católicos. Este santo ha sido el más famoso profesor de filosofía que ha tenido la Iglesia.
Tan importantes son sus escritos que en el Concilio de Trento (o sea la reunión de los obispos del mundo), los tres libros de consulta que había sobre la mesa principal eran: la Sagrada Biblia, los Decretos de los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás. Decía nuestro santo que él había aprendido más, arrodillándose delante del crucifijo, que en la lectura de los libros. Su secretario Reginaldo afirmaba que la admirable ciencia de Santo Tomás provenía más de sus oraciones que de su ingenio. Este hombre de Dios rezaba mucho y con gran fervor para que Dios le iluminara y le hiciera conocer las verdades que debía explicar al pueblo.
Su humildad: Cumplía exactamente aquel consejo de San Pablo: "Consideren superiores a los demás". Siempre consideraba que los otros eran mejores que él. Aun en las más acaloradas discusiones exponía sus ideas con total calma; jamás se dejó llevar por la cólera aunque los adversarios lo ofendieran fuertemente y nunca se le oyó decir alguna cosa que pudiera ofender a alguno. Su lema en el trato era aquel mandato de Jesús: "Tratad a los demás como deseáis que los demás os traten a vosotros". Su devoción por la Virgen María era muy grande. En el margen de sus cuadernos escribía: "Dios te salve María". Y compuso un tratado acerca del Ave María.
El Sumo Pontífice lo envió al Concilio de Lyon, pero por el camino se sintió mal y fue recibido en el monasterio de los monjes cistercienses de Fosanova. Cuando le llevaron por última vez la Sagrada Comunión exclamó: "Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que pagaste con tu sangre el precio de la redención de mi alma. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia Católica, de quien me profeso hijo obediente". Murió el 7 de marzo de 1274 a la edad de 49 años. Fue declarado santo en 1323 apenas 50 años después de muerto. Y sus restos fueron llevados solemnemente a la Catedral de Tolouse un 28 de enero. Por eso se celebra en este día su fiesta.
ORACIÓN A SANTO TOMÁS DE AQUINO
Angélico doctor Santo Tomás, gloria inmortal de la religión, columna firmísima de la Iglesia, varón santísimo y sapientísimo, que por los admirables ejemplos de tu inocente vida fuiste elevado a la cumbre de una perfección consumada, y con tus prodigiosos escritos eres martillo de los herejes, luz de maestros y doctores, y milagro estupendo de sabiduría;
¡Oh! quien acertara, Santo mío, a ser en virtud y letras verdadero discípulo, aprendiendo en el libro de vuestras virtudes y en las obras que con tanto acierto escribiste la ciencia de los santos, que es la verdadera y única sabiduría. ¡Quién supiera hermanar, como vos, la doctrina con la modestia, y la alta inteligencia con la profunda humildad! Alcanzadme del Señor esta gracia, junto con el inestimable don de la pureza y haced que, practicando tu doctrina y siguiendo tus ejemplos, consiga la eterna bienaventuranza. Amén.
El Doctor Angélico
Presbítero y Doctor de la Iglesia
(+1274)
Nace en el Castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, Italia, en 1225.
Es el último hijo varón de una numerosa familia de doce hijos. Su padre se llamaba Landulfo de Aquino.
Alto, grueso, bien proporcionado, frente despejada, porte distinguido, una gran amabilidad en el trato, y mucha delicadeza de sentimientos.
Cerca del Castillo donde nació estaba el famoso convento de los monjes Benedictinos llamado Monte Casino. Allí lo llevaron a hacer sus primeros años de estudios. Los monjes le enseñaron a meditar en silencio. Es el más piadoso, meditabundo y silencioso de todos los alumnos del convento. Lo que lee o estudia lo aprende de memoria con una facilidad portentosa.
Continúa sus estudios por cinco años en la Universidad de Nápoles. Allí supera a todos sus compañeros en memoria e inteligencia. Conoce a los Padres Dominicos y se entusiasma por esa Comunidad. Quiere entrar de religioso pero su familia se opone. El religiosos huye hacia Alemania, pero por el camino lo sorprenden sus hermanos que viajan acompañados de un escuadrón de militares y lo ponen preso. No logran quitarle el hábito de dominico, pero lo encierran en una prisión del castillo de Rocaseca. Tomás aprovecha su encierro de dos años en la prisión para aprenderse de memoria muchísimas frases de la S. Biblia y para estudiar muy a fondo el mejor tratado de Teología que había en ese tiempo, y que después él explicará muy bien en la Universidad.
Sus hermanos al ver que por más que le ruegan y lo amenazan no logran quitarle la idea de seguir de religioso, le envían a una mujer de mala vida para que lo haga pecar. Tomás toma en sus manos un tizón encendido y se lanza contra la mala mujer, amenazándola con quemarle el rostro si se atreve a acercársele. Ella sale huyendo y así al vencer él las pasiones de la carne, logró la Iglesia Católica conseguir un gran santo. Si este joven no hubiera sabido vencer la tentación de la impureza, no tendríamos hoy a este gran Doctor de la Iglesia. Esa noche contempló en sueños una visión Celestial que venía a felicitarlo y le traía una estola o banda blanca, en señal de la virtud, de la pureza que le concedía Nuestro Señor.
Liberado ya de la prisión lo enviaron a Colonia, Alemania, a estudiar con el más sabio Padre Dominico de ese tiempo: San Alberto Magno. Al principio los compañeros no imaginaban la inteligencia que tenía Tomás, y al verlo tan robusto y siempre tan silencioso en las discusiones le pusieron de apodo: "El buey mudo". Pero un día uno de sus compañeros leyó los apuntes de este joven estudiante y se los presentó al sabio profesor. San Alberto al leerlos les dijo a los demás estudiantes: "Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero". Y así sucedió en verdad después.
Sus compañeros de ese tiempo dejaron este comentario: "La ciencia de Tomás es muy grande, pero su piedad es más grande todavía. Pasa horas y horas rezando, y en la Misa, después de la elevación, parece que estuviera en el Paraíso. Y hasta se le llena el rostro de resplandores de vez en cuando mientras celebra la Eucaristía. A los 27 años, en 1252, ya es profesor de la famosísima Universidad de París. Sus clases de teología y filosofía son las más concurridas de la Universidad. El rey San Luis lo estima tanto que lo consulta en todos los asuntos de importancia. Y en la Universidad es tan grande el prestigio que tiene y su ascendiente sobre los demás, que cuando se traba una enorme discusión acerca de la Eucaristía y no logran ponerse de acuerdo, al fin los bandos aceptan que sea Tomás de Aquino el que haga de árbitro y diga la última palabra, y lo que él dice es aceptado por todos sin excepción.
En 1259 el Sumo Pontífice lo llama a Italia y por siete años recorre el país predicando y enseñando, y es encargado de dirigir el colegio Pontificio de Roma para jóvenes que se preparan para puestos de importancia especial. En 4 años escribe su obra más famosa: "La Suma Teológica", obra portentosa en 14 tomos, donde a base de Sagrada Escritura, de filosofía y teología y doctrina de los santos va explicando todas las enseñanzas católicas. Es lo más profundo que se haya escrito en la Iglesia Católica. En Italia la gente se agolpaba para escucharle con gran respeto como a un enviado de Dios, y lloraban de emoción al oírle predicar acerca de la Pasión de Cristo, y se emocionaban de alegría cuando les hablaba de la Resurrección de Jesús y de la Vida Eterna que nos espera.
El Romano Pontífice le encargó que escribiera los himnos para la Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, y compuso entonces el Pangelingua y el Tantumergo y varios otros bellísimos cantos de la Eucaristía (dicen que el Santo Padre encargó a Santo Tomás y a San Buenaventura que cada uno escribiera unos himnos, pero que mientras oía leer los himnos tan bellos que había compuesto Santo Tomás, San Buenaventrua fue rompiendo los que él mismo había redactado, porque los otros le parecían más hermosos). Después de haber escrito tratados hermosísimos acerca de Jesús en la Eucaristía, sintió Tomás que Jesús le decía en una visión: "Tomás, has hablado bien de Mi. ¿Qué quieres a cambio?". Y el santo le respondió: "Señor: lo único que yo quiero es amarte, amarte mucho, y agradarte cada vez más".
De tal manera se concentraba en los temas que tenía que tratar, que un día estando almorzando con el rey, de pronto dio un puñetazo a la mesa y exclamó: "Ya encontré la respuesta para tal y tal pregunta". Después tuvo que presentar excusas al rey por estar pensando en otros temas distintos a los que estaban tratando los demás en la conversación. Pocos meses antes de morir tuvo una visión acerca de lo sobrenatural y celestial, y desde entonces dejó de escribir. Preguntado por el Hermano Reginaldo acerca de la causa por la cual ya no escribía más, exclamó: "Es que, comparando con lo que vi en aquella visión, lo que he escrito es muy poca cosa". Santo Tomás logró que la filosofía de Aristóteles llegara a ser parte de las enseñanzas de los católicos. Este santo ha sido el más famoso profesor de filosofía que ha tenido la Iglesia.
Tan importantes son sus escritos que en el Concilio de Trento (o sea la reunión de los obispos del mundo), los tres libros de consulta que había sobre la mesa principal eran: la Sagrada Biblia, los Decretos de los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás. Decía nuestro santo que él había aprendido más, arrodillándose delante del crucifijo, que en la lectura de los libros. Su secretario Reginaldo afirmaba que la admirable ciencia de Santo Tomás provenía más de sus oraciones que de su ingenio. Este hombre de Dios rezaba mucho y con gran fervor para que Dios le iluminara y le hiciera conocer las verdades que debía explicar al pueblo.
Su humildad: Cumplía exactamente aquel consejo de San Pablo: "Consideren superiores a los demás". Siempre consideraba que los otros eran mejores que él. Aun en las más acaloradas discusiones exponía sus ideas con total calma; jamás se dejó llevar por la cólera aunque los adversarios lo ofendieran fuertemente y nunca se le oyó decir alguna cosa que pudiera ofender a alguno. Su lema en el trato era aquel mandato de Jesús: "Tratad a los demás como deseáis que los demás os traten a vosotros". Su devoción por la Virgen María era muy grande. En el margen de sus cuadernos escribía: "Dios te salve María". Y compuso un tratado acerca del Ave María.
El Sumo Pontífice lo envió al Concilio de Lyon, pero por el camino se sintió mal y fue recibido en el monasterio de los monjes cistercienses de Fosanova. Cuando le llevaron por última vez la Sagrada Comunión exclamó: "Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que pagaste con tu sangre el precio de la redención de mi alma. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia Católica, de quien me profeso hijo obediente". Murió el 7 de marzo de 1274 a la edad de 49 años. Fue declarado santo en 1323 apenas 50 años después de muerto. Y sus restos fueron llevados solemnemente a la Catedral de Tolouse un 28 de enero. Por eso se celebra en este día su fiesta.
ORACIÓN A SANTO TOMÁS DE AQUINO
Angélico doctor Santo Tomás, gloria inmortal de la religión, columna firmísima de la Iglesia, varón santísimo y sapientísimo, que por los admirables ejemplos de tu inocente vida fuiste elevado a la cumbre de una perfección consumada, y con tus prodigiosos escritos eres martillo de los herejes, luz de maestros y doctores, y milagro estupendo de sabiduría;
¡Oh! quien acertara, Santo mío, a ser en virtud y letras verdadero discípulo, aprendiendo en el libro de vuestras virtudes y en las obras que con tanto acierto escribiste la ciencia de los santos, que es la verdadera y única sabiduría. ¡Quién supiera hermanar, como vos, la doctrina con la modestia, y la alta inteligencia con la profunda humildad! Alcanzadme del Señor esta gracia, junto con el inestimable don de la pureza y haced que, practicando tu doctrina y siguiendo tus ejemplos, consiga la eterna bienaventuranza. Amén.

27 de Enero
Santa Angela de Merici
(+ 1540)
Es la fundadora de las Hermanas Ursulinas. Su nombre significa "Mensaje de Dios".
Nació en Italia en 1474 y tiene el mérito de haber fundado la primera comunidad religiosa femenina para educar niñas.
Se crió en una familia campesina muy creyente, donde cada noche leían la vida de un Santo, y esto la enfervorizaba mucho y la entusiasmaba por la religión.
Quedó huérfana de padre y madre cuando aún era muy niña y esto la impresionó muchísimo. Después durante toda su vida le pediría perdón a Dios por no haber confiado lo suficientemente en su juventud en la Providencia Divina que a nadie abandona.
Su infancia es muy sufrida y tiene que trabajar duramente pero esto la hace fuerte y la vuelve comprensiva con las niñas pobres que necesitan ayuda para poderse instruir debidamente.
Se hace Terciaria Franciscana y sin haber hecho sino estudios de primaria, llega a ser Consejera de gobernadores, obispos, doctores y sacerdotes. Es que había recibido del Espíritu Santo el Don del Consejo, que consiste en saber lo que más conviene hacer y evitar en cada ocasión.
Viendo que las niñas no tenían quién las educara y las librara de peligros mortales, y que las teorías nuevas llevaban a la gente a querer organizar la vida como si Dios no existiera, fundó la Comunidad de Hermanas Ursulinas (en honor a Santa Ursula, la santa mártir del siglo IV, que dirigía el grupo de muchachas llamadas "Las once mil vírgenes, que murieron por defender su religión y su castidad).
Lo que más le impresionaba era que las niñas de los campos y pueblos que visitaba no sabían nada o casi nada de religión. Sus papás o no sabían o no querían enseñarles catecismo. Por eso ella organizó a sus amigas en una asociación dedicada a enseñar catecismo en cada barrio y en cada vereda.
Angela era de baja estatura pero tenía todas las cualidades de líder y de guía para influir en los demás. Y además tenía mucha simpatía y agradabilidad en su trato.
En Brescia fundó una escuela y de allí se extendió su Comunidad de Ursulinas por muchas partes. Un grupo de 28 muchachas muy piadosas se vino a vivir en casa de Angela y con ellas fundó la Comunidad. En una visión contempló un enorme grupo de jóvenes vestidas de blanco que volaban hacia el cielo, y una voz le dijo: "Estas son tus religiosas educadoras".
La gente consideraba a Santa Ursula como una gran líder o guía de mujeres. Por eso Angela puso a sus religiosas el nombre de Ursulinas.
La Comunidad de Ursulinas fue fundada en 1535, y cinco años después murió su fundadora, Santa Angela, el 27 de enero de 1540. Fue canonizada en 1807.
Un hombre le preguntó un día en plena calle: ¿Qué consejo me recomienda para comportarme debidamente? Y ella le respondió: "Compórtese cada día como deseara haberse comportado cuando le llegue la hora de morirse y de darle cuenta a Dios".
Sus últimas palabras fueron: "Dios mío, yo te amo".
Que estas sean también las palabras que nosotros digamos no sólo al tiempo de morir, sino muchísimas veces durante toda nuestra vida.
Santa Angela de Merici
(+ 1540)
Es la fundadora de las Hermanas Ursulinas. Su nombre significa "Mensaje de Dios".
Nació en Italia en 1474 y tiene el mérito de haber fundado la primera comunidad religiosa femenina para educar niñas.
Se crió en una familia campesina muy creyente, donde cada noche leían la vida de un Santo, y esto la enfervorizaba mucho y la entusiasmaba por la religión.
Quedó huérfana de padre y madre cuando aún era muy niña y esto la impresionó muchísimo. Después durante toda su vida le pediría perdón a Dios por no haber confiado lo suficientemente en su juventud en la Providencia Divina que a nadie abandona.
Su infancia es muy sufrida y tiene que trabajar duramente pero esto la hace fuerte y la vuelve comprensiva con las niñas pobres que necesitan ayuda para poderse instruir debidamente.
Se hace Terciaria Franciscana y sin haber hecho sino estudios de primaria, llega a ser Consejera de gobernadores, obispos, doctores y sacerdotes. Es que había recibido del Espíritu Santo el Don del Consejo, que consiste en saber lo que más conviene hacer y evitar en cada ocasión.
Viendo que las niñas no tenían quién las educara y las librara de peligros mortales, y que las teorías nuevas llevaban a la gente a querer organizar la vida como si Dios no existiera, fundó la Comunidad de Hermanas Ursulinas (en honor a Santa Ursula, la santa mártir del siglo IV, que dirigía el grupo de muchachas llamadas "Las once mil vírgenes, que murieron por defender su religión y su castidad).
Lo que más le impresionaba era que las niñas de los campos y pueblos que visitaba no sabían nada o casi nada de religión. Sus papás o no sabían o no querían enseñarles catecismo. Por eso ella organizó a sus amigas en una asociación dedicada a enseñar catecismo en cada barrio y en cada vereda.
Angela era de baja estatura pero tenía todas las cualidades de líder y de guía para influir en los demás. Y además tenía mucha simpatía y agradabilidad en su trato.
En Brescia fundó una escuela y de allí se extendió su Comunidad de Ursulinas por muchas partes. Un grupo de 28 muchachas muy piadosas se vino a vivir en casa de Angela y con ellas fundó la Comunidad. En una visión contempló un enorme grupo de jóvenes vestidas de blanco que volaban hacia el cielo, y una voz le dijo: "Estas son tus religiosas educadoras".
La gente consideraba a Santa Ursula como una gran líder o guía de mujeres. Por eso Angela puso a sus religiosas el nombre de Ursulinas.
La Comunidad de Ursulinas fue fundada en 1535, y cinco años después murió su fundadora, Santa Angela, el 27 de enero de 1540. Fue canonizada en 1807.
Un hombre le preguntó un día en plena calle: ¿Qué consejo me recomienda para comportarme debidamente? Y ella le respondió: "Compórtese cada día como deseara haberse comportado cuando le llegue la hora de morirse y de darle cuenta a Dios".
Sus últimas palabras fueron: "Dios mío, yo te amo".
Que estas sean también las palabras que nosotros digamos no sólo al tiempo de morir, sino muchísimas veces durante toda nuestra vida.

26 de Enero, San Timoteo y San Tito
San Timoteo, obispo y mártir. Año 97.
Timoteo significa: tengo un gran respeto a Dios.
San Timoteo fue un discípulo muy amado de san Pablo. Era de Listra. Los Hechos de los Apóstoles dicen: Había en Listra un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente y de padre griego. Los creyentes de la ciudad y de los alrededores daban de él muy buenos testimonios. Pablo quiso que se fuera con él.
San Pablo le impuso las manos y le confió el misterio de la predicación, y en adelante lo consideró siempre como un hijo suyo y un discípulo muy amado. En la carta a los Corintios, el apóstol lo llama "Timoteo: mi hijo amado" (1 Cor. 4,7) y de la misma manera lo llama en las dos cartas que le escribió a él.
Timoteo acompañó a San Pablo en su segundo y tercer viajes misioneros. El apóstol al escribirle más tarde le recordará lo buena que fue su familia: "Quiero refrescar el recuerdo de la gran fe que había en tu familia: en tu abuela Loida y en tu madre Eunice. Que esa fe se conserve en ti, ya que desde tu más tierna infancia te hicieron leer y meditar las Sagradas Escrituras" (1 Tim. 1,5;4,14)
La familia de Timoteo progresó mucho en santidad cuando San Pablo y San Bernabé estuvieron hospedados en su casa en Listra. Y allí aquella ciudad les sucedió a los dos apóstoles un hecho muy singular.
Las gentes al ver cómo Pablo curó instantáneamente a un tullido, bendiciéndolo en nombre de Jesucristo, se imaginaron que estos predicadores eran dos dioses disfrazados de homjbres.
Que Bernabé, por alto y elegante, era Júpiter, y que Pablo, por lo bien que hablaba, era Mercurio, el mensajero de los dioses y patrono de los oradores. Y corrieron a llamar a los sacerdotes del Templo de Júpiter, los cuales llegaron trayendo un toro para ofrecérselo en sacrificio a los dos dioses. San Pablo se dio cuenta del engaño en que estaban, y rasgándose la camisa les gritó: "Hombres, nosotros no somos dioses, somos pobres criaturas como todos ustedes."
Y entonces la situación cambió por completo. Los judíos incitaron al populacho contra los predicadores y los apedrearon dejándolos medio muertos. Fueron llevados a casa de Timoteo y allí les hicieron las curaciones más necesarias y en la madrugada salieron de la ciudad. Seguramente que a Timoteo le debió impresionar muy profundamente el modo tan extraordinariamente heroico y alegre que tenía San Pablo para ofrecer sus padecimientos por amor a Dios y por la salvación de las almas, y esto lo movió más y más a dedicarse a seguirlo en sus trabajos de apostolado.
Después de viajar con él en sus correrías de predicación por varios países, Timoteo acompañó a San Pablo en la prisión que tuvo que sufrir en Roma, pues en las cartas que desde Roma escribió el gran apóstol anuncia que lo está acompañando Timoteo, su fiel discípulo.
Muy famosas son las dos cartas de San Pablo a Timoteo. En ellas le recomienda: "Que nadie te desprecie por tu juventud. Muéstrate en todo un modelo para los creyentes, por la palabra, la conducta, la caridad, la pureza y la fe"(1 Tim. 4,12) y hasta desciende a detalles prácticos: "Timoteo: no tomes sólo agua. Mézclale de vez en cuando un poco de vino, por tus continuos males de estómago" (1 Tim. 5,23).
El historiador Eusebio dice que San Pablo nombró a Timoteo como obispo de Efeso, y San Juan Crisóstomo afirma que fue nombrado presidente de los obispos de esa región. Se cuenta también que en tiempos del emperador Domiciano, hacia el año 97, Timotio fue martirizado, apaleado y apedreado por haber tratado de impedir una fiesta muy corrompida en aquella ciudad.
San Juan Crisóstomo y San Jerónimo narran que junto a los restos o reliquias de San Timoteo, los cristianos obtenían muy grandes favores de Dios (y ojalá los obtengamos también hoy nosotros al recordarlo con cariño).
Lo que más simpatía le atrae a San Timoteo es haber sido discípulo siempre fiel y muy preferido del gran San Pablo. (Que bueno que él nos prendiera un poquito de su aprecio por las palabras de tan gran apóstol)
San Timoteo, obispo y mártir. Año 97.
Timoteo significa: tengo un gran respeto a Dios.
San Timoteo fue un discípulo muy amado de san Pablo. Era de Listra. Los Hechos de los Apóstoles dicen: Había en Listra un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente y de padre griego. Los creyentes de la ciudad y de los alrededores daban de él muy buenos testimonios. Pablo quiso que se fuera con él.
San Pablo le impuso las manos y le confió el misterio de la predicación, y en adelante lo consideró siempre como un hijo suyo y un discípulo muy amado. En la carta a los Corintios, el apóstol lo llama "Timoteo: mi hijo amado" (1 Cor. 4,7) y de la misma manera lo llama en las dos cartas que le escribió a él.
Timoteo acompañó a San Pablo en su segundo y tercer viajes misioneros. El apóstol al escribirle más tarde le recordará lo buena que fue su familia: "Quiero refrescar el recuerdo de la gran fe que había en tu familia: en tu abuela Loida y en tu madre Eunice. Que esa fe se conserve en ti, ya que desde tu más tierna infancia te hicieron leer y meditar las Sagradas Escrituras" (1 Tim. 1,5;4,14)
La familia de Timoteo progresó mucho en santidad cuando San Pablo y San Bernabé estuvieron hospedados en su casa en Listra. Y allí aquella ciudad les sucedió a los dos apóstoles un hecho muy singular.
Las gentes al ver cómo Pablo curó instantáneamente a un tullido, bendiciéndolo en nombre de Jesucristo, se imaginaron que estos predicadores eran dos dioses disfrazados de homjbres.
Que Bernabé, por alto y elegante, era Júpiter, y que Pablo, por lo bien que hablaba, era Mercurio, el mensajero de los dioses y patrono de los oradores. Y corrieron a llamar a los sacerdotes del Templo de Júpiter, los cuales llegaron trayendo un toro para ofrecérselo en sacrificio a los dos dioses. San Pablo se dio cuenta del engaño en que estaban, y rasgándose la camisa les gritó: "Hombres, nosotros no somos dioses, somos pobres criaturas como todos ustedes."
Y entonces la situación cambió por completo. Los judíos incitaron al populacho contra los predicadores y los apedrearon dejándolos medio muertos. Fueron llevados a casa de Timoteo y allí les hicieron las curaciones más necesarias y en la madrugada salieron de la ciudad. Seguramente que a Timoteo le debió impresionar muy profundamente el modo tan extraordinariamente heroico y alegre que tenía San Pablo para ofrecer sus padecimientos por amor a Dios y por la salvación de las almas, y esto lo movió más y más a dedicarse a seguirlo en sus trabajos de apostolado.
Después de viajar con él en sus correrías de predicación por varios países, Timoteo acompañó a San Pablo en la prisión que tuvo que sufrir en Roma, pues en las cartas que desde Roma escribió el gran apóstol anuncia que lo está acompañando Timoteo, su fiel discípulo.
Muy famosas son las dos cartas de San Pablo a Timoteo. En ellas le recomienda: "Que nadie te desprecie por tu juventud. Muéstrate en todo un modelo para los creyentes, por la palabra, la conducta, la caridad, la pureza y la fe"(1 Tim. 4,12) y hasta desciende a detalles prácticos: "Timoteo: no tomes sólo agua. Mézclale de vez en cuando un poco de vino, por tus continuos males de estómago" (1 Tim. 5,23).
El historiador Eusebio dice que San Pablo nombró a Timoteo como obispo de Efeso, y San Juan Crisóstomo afirma que fue nombrado presidente de los obispos de esa región. Se cuenta también que en tiempos del emperador Domiciano, hacia el año 97, Timotio fue martirizado, apaleado y apedreado por haber tratado de impedir una fiesta muy corrompida en aquella ciudad.
San Juan Crisóstomo y San Jerónimo narran que junto a los restos o reliquias de San Timoteo, los cristianos obtenían muy grandes favores de Dios (y ojalá los obtengamos también hoy nosotros al recordarlo con cariño).
Lo que más simpatía le atrae a San Timoteo es haber sido discípulo siempre fiel y muy preferido del gran San Pablo. (Que bueno que él nos prendiera un poquito de su aprecio por las palabras de tan gran apóstol)

San Tito, obispo (Siglo I).
Tito fue discípulo y secretario de San Pablo. Acompañó al apóstol en muchos de sus viajes. En las dos cartas a los Corintios San Pablo declara que él confía plenamente en su discípulo Tito, y a él lo envía a tratar de que los cristianos cumplan lo que les ha dicho en sus cartas. Y después dice que ha quedado muy satisfecho por las noticias que Tito le ha traído.
San Pablo lo nombró obispo de la isla de Creta y le escribió una bella carta, señalándole las cualidades que deben tener los sacerdotes.
Parece que murió muy anciano y venerado. Tito significa: defensor. Que él sea nuestro defensor contra los errores que atacan a nuestra religión.
Tito fue discípulo y secretario de San Pablo. Acompañó al apóstol en muchos de sus viajes. En las dos cartas a los Corintios San Pablo declara que él confía plenamente en su discípulo Tito, y a él lo envía a tratar de que los cristianos cumplan lo que les ha dicho en sus cartas. Y después dice que ha quedado muy satisfecho por las noticias que Tito le ha traído.
San Pablo lo nombró obispo de la isla de Creta y le escribió una bella carta, señalándole las cualidades que deben tener los sacerdotes.
Parece que murió muy anciano y venerado. Tito significa: defensor. Que él sea nuestro defensor contra los errores que atacan a nuestra religión.

25 de Enero
La Conversión de San Pablo
La Sagrada Biblia, en el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, narra así La Conversión de San Pablo:
"Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de recomendación para las sinagogas de los judíos de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores de Cristo, los pudiera llevar presos y encadenados a Jerusalén.
Y sucedió que yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo; cayó en tierra y oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?". El respondió: ¿Quién eres tú Señor? Y oyó que le decían: "Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero ahora levántate; entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás que hacer".
Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin comer y sin beber.
Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: ¡Ananías! El respondió: "Aquí estoy Señor" y el Señor le dijo: "Levántate. Vete a la calle Recta y pregunta en la casa de Judas por uno de Tarso que se llama Saulo; mira: él está en oración y está viendo que un hombre llamado Ananías entra y le coloca las manos sobre la cabeza y le devuelve la vista.
Respondió Ananías y dijo: "Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los males que ha causado a tus seguidores en Jerusalén, y que ha venido aquí con poderes de los Sumos Sacerdotes para llevar presos a todos los que creen en tu nombre".
El Señor le respondió: "Vete, pues a éste lo he elegido como un instrumento para que lleve mi nombre ante los que no conocen la verdadera religión y ante los gobernantes y ante los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre".
Fue Ananías. Entró en la casa. Le colocó sus manos sobre la cabeza y le dijo: "Hermano Saulo: me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías. Y me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo". Al instante se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas.
Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y enseguida se puso a predicar en favor de Jesús, en las sinagogas o casas de oración, y decía que Jesús es el Hijo de Dios. Todos los que lo escuchaban quedaban admirados y decían: ¿No es éste el que en Jerusalén perseguía tan violentamente a los que invocaban el nombre de Jesús? Y ¿No lo habían enviado los Sumos Sacerdotes con cartas de recomendación para que se llevara presos y encadenados a los que siguen esa religión? "Pero Saulo seguía predicando y demostraba a muchos que Jesús es el Mesías, el salvador del mundo".
Saulo se cambió el nombre por el de Pablo. Y en la carta a los Gálatas dice: "Cuando Aquél que me llamó por su gracia me envió a que lo anunciara entre los que no conocían la verdadera religión, me fui a Arabia, luego volví a Damasco y después de tres años subí a Jerusalén para conocer a Pedro y a Santiago". Las Iglesias de Judea no me conocían pero decían: "El que antes nos perseguía, ahora anuncia la buena noticia de la fe, que antes quería destruir". Y glorificaban a Dios a causa de mí.
Apóstol San Pablo: que tu conversión sea como un ideal para todos y cada uno de nosotros. Que también en el camino de nuestra vida nos llame Cristo y nosotros le hagamos caso y dejemos nuestra antigua vida de pecado y empecemos una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.
Si lo que busco es agradar a la gente, no seré siervo de Cristo.
La Conversión de San Pablo
La Sagrada Biblia, en el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, narra así La Conversión de San Pablo:
"Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de recomendación para las sinagogas de los judíos de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores de Cristo, los pudiera llevar presos y encadenados a Jerusalén.
Y sucedió que yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo; cayó en tierra y oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?". El respondió: ¿Quién eres tú Señor? Y oyó que le decían: "Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero ahora levántate; entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás que hacer".
Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin comer y sin beber.
Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: ¡Ananías! El respondió: "Aquí estoy Señor" y el Señor le dijo: "Levántate. Vete a la calle Recta y pregunta en la casa de Judas por uno de Tarso que se llama Saulo; mira: él está en oración y está viendo que un hombre llamado Ananías entra y le coloca las manos sobre la cabeza y le devuelve la vista.
Respondió Ananías y dijo: "Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los males que ha causado a tus seguidores en Jerusalén, y que ha venido aquí con poderes de los Sumos Sacerdotes para llevar presos a todos los que creen en tu nombre".
El Señor le respondió: "Vete, pues a éste lo he elegido como un instrumento para que lleve mi nombre ante los que no conocen la verdadera religión y ante los gobernantes y ante los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre".
Fue Ananías. Entró en la casa. Le colocó sus manos sobre la cabeza y le dijo: "Hermano Saulo: me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías. Y me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo". Al instante se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas.
Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y enseguida se puso a predicar en favor de Jesús, en las sinagogas o casas de oración, y decía que Jesús es el Hijo de Dios. Todos los que lo escuchaban quedaban admirados y decían: ¿No es éste el que en Jerusalén perseguía tan violentamente a los que invocaban el nombre de Jesús? Y ¿No lo habían enviado los Sumos Sacerdotes con cartas de recomendación para que se llevara presos y encadenados a los que siguen esa religión? "Pero Saulo seguía predicando y demostraba a muchos que Jesús es el Mesías, el salvador del mundo".
Saulo se cambió el nombre por el de Pablo. Y en la carta a los Gálatas dice: "Cuando Aquél que me llamó por su gracia me envió a que lo anunciara entre los que no conocían la verdadera religión, me fui a Arabia, luego volví a Damasco y después de tres años subí a Jerusalén para conocer a Pedro y a Santiago". Las Iglesias de Judea no me conocían pero decían: "El que antes nos perseguía, ahora anuncia la buena noticia de la fe, que antes quería destruir". Y glorificaban a Dios a causa de mí.
Apóstol San Pablo: que tu conversión sea como un ideal para todos y cada uno de nosotros. Que también en el camino de nuestra vida nos llame Cristo y nosotros le hagamos caso y dejemos nuestra antigua vida de pecado y empecemos una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.
Si lo que busco es agradar a la gente, no seré siervo de Cristo.

23 de Enero
San Ildefonso, Arzobispo de Toledo
Año 667
El nombre "Ildefonso" significa "preparado para el combate".
San Ildefonso ha sido considerado como una de las glorias de la Iglesia Española. Sobrino de San Eugenio y discípulo de San Isidro, fue escogido por el pueblo para ser arzobispo de Toledo, que era en ese tiempo la capital de España.
Escribió un famoso libro acerca de la Virginidad de María, y por su gran devoción a la Madre de Dios fue llamado "El Capellán de la Virgen". Se cuenta que Nuestra Señora se le apareció para felicitarlo y darle las gracias por haber hablado tan fervorosamente acerca de Ella y que le regaló un ornamento de celebrar la Santa Misa. En los cuadros antiguos se pinta a San Ildefonso, recibiendo el ornamento de manos de la Santísima Virgen.
San Ildefonso ha sido llamado "Doctor de la Virginidad de María".
Si tu haces algo por la Virgen María, la Virgen María hará mucho más por ti.
San Ildefonso, Arzobispo de Toledo
Año 667
El nombre "Ildefonso" significa "preparado para el combate".
San Ildefonso ha sido considerado como una de las glorias de la Iglesia Española. Sobrino de San Eugenio y discípulo de San Isidro, fue escogido por el pueblo para ser arzobispo de Toledo, que era en ese tiempo la capital de España.
Escribió un famoso libro acerca de la Virginidad de María, y por su gran devoción a la Madre de Dios fue llamado "El Capellán de la Virgen". Se cuenta que Nuestra Señora se le apareció para felicitarlo y darle las gracias por haber hablado tan fervorosamente acerca de Ella y que le regaló un ornamento de celebrar la Santa Misa. En los cuadros antiguos se pinta a San Ildefonso, recibiendo el ornamento de manos de la Santísima Virgen.
San Ildefonso ha sido llamado "Doctor de la Virginidad de María".
Si tu haces algo por la Virgen María, la Virgen María hará mucho más por ti.

22 de Enero
San Vicente, Mártir, Año 304
San Vicente: ¡que nos consigas del cielo la gracia de Dios
que nos vuelva muy valientes para proclamar nuestra fe!
Vicente significa: "Vencedor, victorioso".
San Vicente era un diácono español, y su martirio se hizo tan famoso que San Agustín le dedicó cuatro sermones y dice de él que no hay provincia donde no le celebren su fiesta. Roma levantó tres iglesias en honor de San Vicente y el Papa San León lo estimaba muchísimo. El poeta Prudencio compuso en honor de este mártir un himno muy famoso.
Era diácono o ayudante del obispo de Zaragoza, San Valerio. (Diácono es el grado inmediatamente inferior al sacerdocio). Como el obispo tenía dificultades para hablar bien, encargaba a Vicente la predicación de la doctrina cristiana, lo cual hacía con gran entusiasmo y consiguiendo grandes éxitos por su elocuencia y su santidad.
El emperador Diocleciano decretó la persecución contra los cristianos, y el gobernador Daciano hizo poner presos al obispo Valerio y a su secretario Vicente y fueron llevados prisioneros a Valencia. No se atrevieron a juzgarlos en Zaragoza porque allí la gente los quería mucho. En la cárcel les hicieron sufrir mucha hambre y espantosas torturas para ver si renegaban de la religión. Pero cuando fueron llevados ante el tribunal, Vicente habló con tan grande entusiasmo en favor de Jesucristo, que el gobernador regañó a los carceleros por no haberlo debilitado más con más atroces sufrimientos. Les ofrecieron muchos regalos y premios si dejaban la religión de Cristo y se pasaban a la religión pagana. El obispo encargó a Vicente para que hablara en nombre de los dos, y éste dijo: "Estamos dispuestos a padecer todos los sufrimientos posibles con tal de permanecer fieles a la religión de Nuestro Señor Jesucristo". Entonces el perseguidor Daciano desterró al obispo y se dedicó a hacer sufrir a Vicente las más espantosas torturas para tratar de hacerlo abandonar su santa religión.
El primer martirio fue un tormento llamado "el potro", que consistía en amarrarles cables a los pies y a las manos y tirar en cuatro direcciones distintas al mismo tiempo. Este tormento hacía que se desanimaran todos los que no fueran muy valientes. Pero Vicente, fiel a su nombre, que también significa "valeroso", aguantó este terrible suplicio rezando y sin dejar de proclamar su amor a Jesucristo.
El segundo tormento fue apalearlo. El cuerpo de Vicente quedó masacrado y envuelto en sangre. Pero siguió declarando que no admitía más dioses que el Dios verdadero, ni más religión sino la de Cristo. El mismo jefe de los verdugos se quedó admirado ante el valor increíble de este mártir.
Entonces el gobernador le pidió que ahora sí le dijera dónde estaban las Sagradas Escrituras de los cristianos para quemarlas. Vicente dijo que prefería morir antes que decirle este secreto.
Y vino el tercer tormento: la parrilla al rojo vivo. Lo extendieron sobre una parrilla calientísima erizada de picos al rojo vivo. Los verdugos echaban sal a sus heridas y esto le hacía sufrir mucho más. Y en todo este feroz tormento, Vicente no hacía sino alabar y bendecir a Dios.
San Agustín dice: "El que sufría era Vicente, pero el que le daba tan grande valor era Dios. Su carne al quemarse le hacía llorar y su espíritu al sentir que sufría por Dios, le hacía cantar". Si no hubiera sido porque Nuestro Señor le concedió un valor extraordinario, Vicente no habría sido capaz de aguantar tantos tormentos. Pero Dios cuando manda una pena, concede también el valor para sobrellevarla.
El tirano mandó que lo llevaran a un oscuro calabozo cuyo piso estaba lleno de vidrios cortantes y que lo dejaran amarrado y de pie hasta el día siguiente para seguirlo atormentando para ver si abandonaba la religión de Cristo. El poeta Prudencio dice: "El calabozo era un lugar más negro que las mismas tinieblas; un covacho que formaban las estrechas piedras de una bóveda inmunda; era una noche eterna donde nunca penetraba la luz".
Interviene Dios. Pero a medianoche el calabozo se llenó de luz. A Vicente se le soltaron las cadenas. El piso se cubrió de flores. Se oyeron músicas celestiales. Y una voz le dijo: "Ven valeroso mártir a unirte en el cielo con el grupo de los que aman a Nuestro Señor". Al oír este hermoso mensaje, San Vicente se murió de emoción. el carcelero se convirtió al cristianismo, y el perseguidor lloró de rabia al día siguiente al sentirse vencido por este valeroso diácono.
San Vicente, Mártir, Año 304
San Vicente: ¡que nos consigas del cielo la gracia de Dios
que nos vuelva muy valientes para proclamar nuestra fe!
Vicente significa: "Vencedor, victorioso".
San Vicente era un diácono español, y su martirio se hizo tan famoso que San Agustín le dedicó cuatro sermones y dice de él que no hay provincia donde no le celebren su fiesta. Roma levantó tres iglesias en honor de San Vicente y el Papa San León lo estimaba muchísimo. El poeta Prudencio compuso en honor de este mártir un himno muy famoso.
Era diácono o ayudante del obispo de Zaragoza, San Valerio. (Diácono es el grado inmediatamente inferior al sacerdocio). Como el obispo tenía dificultades para hablar bien, encargaba a Vicente la predicación de la doctrina cristiana, lo cual hacía con gran entusiasmo y consiguiendo grandes éxitos por su elocuencia y su santidad.
El emperador Diocleciano decretó la persecución contra los cristianos, y el gobernador Daciano hizo poner presos al obispo Valerio y a su secretario Vicente y fueron llevados prisioneros a Valencia. No se atrevieron a juzgarlos en Zaragoza porque allí la gente los quería mucho. En la cárcel les hicieron sufrir mucha hambre y espantosas torturas para ver si renegaban de la religión. Pero cuando fueron llevados ante el tribunal, Vicente habló con tan grande entusiasmo en favor de Jesucristo, que el gobernador regañó a los carceleros por no haberlo debilitado más con más atroces sufrimientos. Les ofrecieron muchos regalos y premios si dejaban la religión de Cristo y se pasaban a la religión pagana. El obispo encargó a Vicente para que hablara en nombre de los dos, y éste dijo: "Estamos dispuestos a padecer todos los sufrimientos posibles con tal de permanecer fieles a la religión de Nuestro Señor Jesucristo". Entonces el perseguidor Daciano desterró al obispo y se dedicó a hacer sufrir a Vicente las más espantosas torturas para tratar de hacerlo abandonar su santa religión.
El primer martirio fue un tormento llamado "el potro", que consistía en amarrarles cables a los pies y a las manos y tirar en cuatro direcciones distintas al mismo tiempo. Este tormento hacía que se desanimaran todos los que no fueran muy valientes. Pero Vicente, fiel a su nombre, que también significa "valeroso", aguantó este terrible suplicio rezando y sin dejar de proclamar su amor a Jesucristo.
El segundo tormento fue apalearlo. El cuerpo de Vicente quedó masacrado y envuelto en sangre. Pero siguió declarando que no admitía más dioses que el Dios verdadero, ni más religión sino la de Cristo. El mismo jefe de los verdugos se quedó admirado ante el valor increíble de este mártir.
Entonces el gobernador le pidió que ahora sí le dijera dónde estaban las Sagradas Escrituras de los cristianos para quemarlas. Vicente dijo que prefería morir antes que decirle este secreto.
Y vino el tercer tormento: la parrilla al rojo vivo. Lo extendieron sobre una parrilla calientísima erizada de picos al rojo vivo. Los verdugos echaban sal a sus heridas y esto le hacía sufrir mucho más. Y en todo este feroz tormento, Vicente no hacía sino alabar y bendecir a Dios.
San Agustín dice: "El que sufría era Vicente, pero el que le daba tan grande valor era Dios. Su carne al quemarse le hacía llorar y su espíritu al sentir que sufría por Dios, le hacía cantar". Si no hubiera sido porque Nuestro Señor le concedió un valor extraordinario, Vicente no habría sido capaz de aguantar tantos tormentos. Pero Dios cuando manda una pena, concede también el valor para sobrellevarla.
El tirano mandó que lo llevaran a un oscuro calabozo cuyo piso estaba lleno de vidrios cortantes y que lo dejaran amarrado y de pie hasta el día siguiente para seguirlo atormentando para ver si abandonaba la religión de Cristo. El poeta Prudencio dice: "El calabozo era un lugar más negro que las mismas tinieblas; un covacho que formaban las estrechas piedras de una bóveda inmunda; era una noche eterna donde nunca penetraba la luz".
Interviene Dios. Pero a medianoche el calabozo se llenó de luz. A Vicente se le soltaron las cadenas. El piso se cubrió de flores. Se oyeron músicas celestiales. Y una voz le dijo: "Ven valeroso mártir a unirte en el cielo con el grupo de los que aman a Nuestro Señor". Al oír este hermoso mensaje, San Vicente se murió de emoción. el carcelero se convirtió al cristianismo, y el perseguidor lloró de rabia al día siguiente al sentirse vencido por este valeroso diácono.

21 de Enero
Santa Inés, Mártir
San Ambrosio en una de sus homilías habló de Santa Inés como un personaje muy conocido de las gentes de aquel tiempo. Recuerda que su nombre viene de Agnus, y significa "pura".
Y añade el santo: "Se refiere que ella tenía sólo trece años cuando fue martirizada. Y notemos el poder de la fe que consigue hacer mártires valientes en tan tierna edad. Casi no había sitio en tan pequeño cuerpo para tantas heridas. Se mostró valientísima ante las más ensangrentadas manos de los verdugos y no se desanimó cuando oyó arrastrar con estrépito las pesadas cadenas. Ofreció su cuello a la espada del soldado furioso. Llevada contra su voluntad ante el altar de los ídolos, levantó sus manos puras hacia Jesucristo orando, y desde el fondo de la hoguera hizo el signo de la cruz, señal de la victoria de Jesucristo. Presentó sus manos y su cuello ante las argollas de hierro, pero era tan pequeña que aquellos hierros no lograban atarla. Todos lloraban menos ella. Las gentes admiraban la generosidad con la cual brindaba al Señor una vida que apenas estaba empezando a vivir. Estaban todos asombrados de que a tan corta edad pudiera ser ya tan valerosa mártir en honor de la Divinidad. Cuántas amenazas empleó el tirano para persuadirla. Cuántos halagos para alejarla de su religión. Mas ella respondía: La esposa injuria a su esposo si acepta el amor de otros pretendientes. Unicamente será mi esposo el que primero me eligió, Jesucristo. ¿Por qué tardas tanto verdugo? Perezca este cuerpo que no quiero sea de ojos que no deseo complacer. Llegado el momento del martirio. Reza. Inclina la cabeza. Hubierais visto temblar el verdugo lleno de miedo, como si fuera él quien estuviera condenado a muerte. Su mano tiembla. Palidece ante el horror que va a ejecutar, en tanto que la jovencita mira sin temor la llegada de su propia muerte. H aquí dos triunfos a un mismo tiempo para una misma niña: la pureza y el martirio".
Era de la noble familia romana Clodia. Nació cerca del año 290. Recibió muy buena educación cristiana y se consagró a Cristo con voto de virginidad. Volviendo un día del colegio, la niña se encontró con el hijo del alcalde de Roma, el cual se enamoró de ella y le prometió grandes regalos a cambio de la promesa de matrimonio. Ella respondió: "He sido solicitada por otro Amante. Yo amo a Cristo. Seré la esposa de Aquel cuya Madre es Virgen; lo amaré y seguiré siendo casta".
El hijo recurre a su padre, el alcalde. Este la hace apresar. La amenazan con las llamas si no reniega de su religión pero no teme a las llamas. Entonces la condenan a morir degollada. Sus padres recogen el cadáver. La sepultan en el sepulcro paterno. Pocos días después su hermana Emerenciana cae martirizada a pedradas por estar rezando junto al sepulcro. "Con mínimas fuerzas superó grandes peligros", dice San Dámaso en su epitafio.
Todos los historiadores coinciden en proclamarla mártir de la virginidad. Es patrona de las jóvenes que desean conservar la pureza. Cada año, el 21 de enero, día de Santa Inés, se bendicen los corderos con cuya lana se tejen los "palios", o sea el distintivo de los arzobispos. En este tiempo de materialismo sea ella un modelo de castidad para la juventud. La liturgia la presenta como modelo de los éxitos que logra alcanzar una persona cuando tiene una gran fe. La fe en Dios y en la eternidad lleva al heroísmo.
Santa Inés, Mártir
San Ambrosio en una de sus homilías habló de Santa Inés como un personaje muy conocido de las gentes de aquel tiempo. Recuerda que su nombre viene de Agnus, y significa "pura".
Y añade el santo: "Se refiere que ella tenía sólo trece años cuando fue martirizada. Y notemos el poder de la fe que consigue hacer mártires valientes en tan tierna edad. Casi no había sitio en tan pequeño cuerpo para tantas heridas. Se mostró valientísima ante las más ensangrentadas manos de los verdugos y no se desanimó cuando oyó arrastrar con estrépito las pesadas cadenas. Ofreció su cuello a la espada del soldado furioso. Llevada contra su voluntad ante el altar de los ídolos, levantó sus manos puras hacia Jesucristo orando, y desde el fondo de la hoguera hizo el signo de la cruz, señal de la victoria de Jesucristo. Presentó sus manos y su cuello ante las argollas de hierro, pero era tan pequeña que aquellos hierros no lograban atarla. Todos lloraban menos ella. Las gentes admiraban la generosidad con la cual brindaba al Señor una vida que apenas estaba empezando a vivir. Estaban todos asombrados de que a tan corta edad pudiera ser ya tan valerosa mártir en honor de la Divinidad. Cuántas amenazas empleó el tirano para persuadirla. Cuántos halagos para alejarla de su religión. Mas ella respondía: La esposa injuria a su esposo si acepta el amor de otros pretendientes. Unicamente será mi esposo el que primero me eligió, Jesucristo. ¿Por qué tardas tanto verdugo? Perezca este cuerpo que no quiero sea de ojos que no deseo complacer. Llegado el momento del martirio. Reza. Inclina la cabeza. Hubierais visto temblar el verdugo lleno de miedo, como si fuera él quien estuviera condenado a muerte. Su mano tiembla. Palidece ante el horror que va a ejecutar, en tanto que la jovencita mira sin temor la llegada de su propia muerte. H aquí dos triunfos a un mismo tiempo para una misma niña: la pureza y el martirio".
Era de la noble familia romana Clodia. Nació cerca del año 290. Recibió muy buena educación cristiana y se consagró a Cristo con voto de virginidad. Volviendo un día del colegio, la niña se encontró con el hijo del alcalde de Roma, el cual se enamoró de ella y le prometió grandes regalos a cambio de la promesa de matrimonio. Ella respondió: "He sido solicitada por otro Amante. Yo amo a Cristo. Seré la esposa de Aquel cuya Madre es Virgen; lo amaré y seguiré siendo casta".
El hijo recurre a su padre, el alcalde. Este la hace apresar. La amenazan con las llamas si no reniega de su religión pero no teme a las llamas. Entonces la condenan a morir degollada. Sus padres recogen el cadáver. La sepultan en el sepulcro paterno. Pocos días después su hermana Emerenciana cae martirizada a pedradas por estar rezando junto al sepulcro. "Con mínimas fuerzas superó grandes peligros", dice San Dámaso en su epitafio.
Todos los historiadores coinciden en proclamarla mártir de la virginidad. Es patrona de las jóvenes que desean conservar la pureza. Cada año, el 21 de enero, día de Santa Inés, se bendicen los corderos con cuya lana se tejen los "palios", o sea el distintivo de los arzobispos. En este tiempo de materialismo sea ella un modelo de castidad para la juventud. La liturgia la presenta como modelo de los éxitos que logra alcanzar una persona cuando tiene una gran fe. La fe en Dios y en la eternidad lleva al heroísmo.

20 de Enero
San Fabian, Sumo Pontífice
Fue Sumo Pontífice del año 236 al 250, por 14 años. El historiador Eusebio cuenta que al morir el Papa San Antero, el clero de Roma se reunió junto con los fieles creyentes, para elegir al nuevo Papa, y que estando allí reunidos, vieron descender una paloma sobre la cabeza de Fabián. No habían pensado elegirlo a él porque todavía no era sacerdote. Pero ante esta señal, lo eligieron, y fue ordenado sacerdote y consagrado obispo. San Cipriano dijo de él: "Fue un hombre muy santo, y la gloria de su martirio correspondió a la gran pureza de su vida". El emperador Decio ordenó en el 250 una terrible persecución contra los cristianos y al primero que mandó matar fue al Papa San Fabián.
San Sebastián, soldado mártir. Año 300.
Se dice de él que entró a la vida militar para poder ayudar a los cristianos que estaban prisioneros. Una vez un mártir estaba para desanimarse a causa de las lágrimas de sus familiares, pero el militar Sebastián lo animó a ofrecer su vida por Jesucristo, y así aquel creyente obtuvo el glorioso martirio. Dicen los antiguos documentos que Sebastián era Capitán de la Guardia en el Palacio Imperial en Roma, y aprovechaba ese cargo para ayudar lo más posible a los cristianos perseguidos.
Pero un día lo denunciaron ante el emperador por ser cristiano. Maximino lo llamó y lo puso ante la siguiente disyuntiva: o dejar de ser cristiano y entonces ser ascendido en el ejército, o si persistía en seguir creyendo en Cristo ser degradado de sus cargos y ser atravesado a flechazos. Sebastián declaró que sería seguidor de Cristo hasta el último momento de su vida, y entonces por orden del emperador fue atravesado a flechazos. En Roma le levantaron desde muy antiguos tiempos una basílica en su honor. Ha sido invocado por muchos siglos como su Patrono contra las flechas envenenadas y para librarse de plagas y enfermedades. San Ambrosio pronunció hermosos sermones acerca de San Sabastián. Es patrono de los arqueros, los soldados y los atletas.
San Fabian, Sumo Pontífice
Fue Sumo Pontífice del año 236 al 250, por 14 años. El historiador Eusebio cuenta que al morir el Papa San Antero, el clero de Roma se reunió junto con los fieles creyentes, para elegir al nuevo Papa, y que estando allí reunidos, vieron descender una paloma sobre la cabeza de Fabián. No habían pensado elegirlo a él porque todavía no era sacerdote. Pero ante esta señal, lo eligieron, y fue ordenado sacerdote y consagrado obispo. San Cipriano dijo de él: "Fue un hombre muy santo, y la gloria de su martirio correspondió a la gran pureza de su vida". El emperador Decio ordenó en el 250 una terrible persecución contra los cristianos y al primero que mandó matar fue al Papa San Fabián.
San Sebastián, soldado mártir. Año 300.
Se dice de él que entró a la vida militar para poder ayudar a los cristianos que estaban prisioneros. Una vez un mártir estaba para desanimarse a causa de las lágrimas de sus familiares, pero el militar Sebastián lo animó a ofrecer su vida por Jesucristo, y así aquel creyente obtuvo el glorioso martirio. Dicen los antiguos documentos que Sebastián era Capitán de la Guardia en el Palacio Imperial en Roma, y aprovechaba ese cargo para ayudar lo más posible a los cristianos perseguidos.
Pero un día lo denunciaron ante el emperador por ser cristiano. Maximino lo llamó y lo puso ante la siguiente disyuntiva: o dejar de ser cristiano y entonces ser ascendido en el ejército, o si persistía en seguir creyendo en Cristo ser degradado de sus cargos y ser atravesado a flechazos. Sebastián declaró que sería seguidor de Cristo hasta el último momento de su vida, y entonces por orden del emperador fue atravesado a flechazos. En Roma le levantaron desde muy antiguos tiempos una basílica en su honor. Ha sido invocado por muchos siglos como su Patrono contra las flechas envenenadas y para librarse de plagas y enfermedades. San Ambrosio pronunció hermosos sermones acerca de San Sabastián. Es patrono de los arqueros, los soldados y los atletas.

18 de enero
San Macario de Alejandría
De las manchas del alma, líbranos Señor.
Macario significa: un hombre feliz.
La historia de este hombre que vivió en Egipto hacia el año 400, la narra el historiador Paladio.Hasta los 40 años fue fabricante de dulces y vendedor de frutas. Los pasteleros lo tienen como su Patrono. A los 40 años se fue al desierto a rezar y hacer penitencia y allí estuvo casi 60 años santificándose. Vivió del 310 al 408, probablemente.
Deseoso de conseguir la santidad, Macario se fue a un desierto de Egipto y por un tiempo se puso bajo la dirección de un antiguo monje para que lo instruyera en el modo de progresar en la santificación. Estuvo en algunos de los grupos de monjes dirigidos por San Antonio Abad y luego se fue a vivir a otro sitio del desierto, con un grupo de monjes que hacían grandes penitencias. Toda la semana estaban en silencio, rezando y trabajando (tejiendo canastos). Solamente se reunían el domingo para asistir a la celebración de la Santa Misa. Aquellos hombres solamente comían raíces de árboles y ayunaban casi todo el año. Pero vivían alegremente y gozaban de excelente salud. Su único deseo era agradar a Dios a quien se habían consagrado por completo.
El racimo de uvas. Un día en aquel desierto tan caluroso le llevaron de regalo a Macario un bello racimo de uvas. El por mortificación no lo quiso comer y lo regaló al monje que vivía por allí más cerca. Este tampoco lo quiso comer, por hacer sacrificio, y lo llevó al monje siguiente, y así fue pasando de monje en monje hasta volver otra vez a Macario. Este bendijo a Dios por lo caritativos y sacrificados que eran sus compañeros.
Dios le había dado a Macario un cuerpo muy resistente y entre todos los monjes, era él quien más fuertes mortificaciones hacía y el que más ayunaba y más rezaba. Durante los ardientes calores del sol a 40 grados, no protestaba por el bochorno ni tomaba agua, y durante los más espantosos fríos de la noche, con varios grados bajo cero, no buscaba cobijarse. Todo por la salvación de los pecadores.
Disfrazado de campesino se fue al monasterio de San Pacomio para que este santo tan famoso le enseñara a ser santo. San Pacomio le dijo que no creía que fuera capaz de soportar las penitencias de su convento. Y le dejó afuera. Allí estuvo siete días ayunando y rezando, hasta que le abrieron las puertas del convento y lo dejaron entrar. Entonces le dijeron que ensayara a ayunar, para ver cuántos días era capaz de permanece ayunando. Los monjes ayunaban unos tres días seguidos, otros cuatro días, pero Macario estuvo los 40 días de la cuaresma ayunando, y sólo se alimentaba con unas pocas hojas de coles y un poquito de agua, al anochecer. Todos se admiraron, pero los monjes le pidieron al abad que no lo dejara allí porque su ejemplo podría llevar a los más jóvenes a ser exagerados en la mortificación. San Pacomio oró a Dios y supo por revelación que aquel era el célebre Macario. Le dio gracias por el buen ejemplo que había dado a todos y le pidió que rezara mucho por todos ellos, y él se fue.
Una vez le vino la tentación de dejar el encierro de su celda de monje e irse a viajar por el mundo. Y era tanto lo que le molestaba esta tentación que entonces se echó a las espaldas un pesado bulto de tierra y se fue a andar por el desierto. Cuando ya muy fatigado, un viajero lo encontró y le preguntó qué estaba haciendo, le respondió: "Estoy dominando a mi cuerpo que quiere esclavizar a mi alma". Y al fin el cuerpo se fatigó tanto de andar por esos caminos con semejante peso a las espaldas, que ya la tentación de irse a andar por el mundo no le llegó más.
Un día viajando en barca por el Nilo, con cara muy alegre, se encontró con unos militares muy serios que le preguntaron: ¿Cómo se llama? - Me llamo Macario, que significa el hombre feliz. Y el jefe de los militares al verlo tan contento le dijo: ¡En verdad que usted parece muy feliz! Y él le respondió: ¡Si, sirviendo a Dios me siento verdaderamente feliz, mientras otros sirviendo al mundo si sienten tan infelices! Estas palabras impresionaron tanto al comandante, que dejó su vida militar y se fue de monje al desierto a servir a Dios.
Se presentó ante Macario un sacerdote con la cara manchada y el santo no lo quiso ni siquiera saludar. Le preguntaron por qué lo despreciaba por tener la cara manchada, y él respondió: Es que lo que tiene manchada es el alma. El sacerdote comprendió lo que le quería decir. Confesó un pecado que tenía sin perdonar, y fue perdonado, y al írsele la mancha del alma se le desapareció también la mancha de la cara y entonces sí Macario lo aceptó como amigo.
San Macario de Alejandría
De las manchas del alma, líbranos Señor.
Macario significa: un hombre feliz.
La historia de este hombre que vivió en Egipto hacia el año 400, la narra el historiador Paladio.Hasta los 40 años fue fabricante de dulces y vendedor de frutas. Los pasteleros lo tienen como su Patrono. A los 40 años se fue al desierto a rezar y hacer penitencia y allí estuvo casi 60 años santificándose. Vivió del 310 al 408, probablemente.
Deseoso de conseguir la santidad, Macario se fue a un desierto de Egipto y por un tiempo se puso bajo la dirección de un antiguo monje para que lo instruyera en el modo de progresar en la santificación. Estuvo en algunos de los grupos de monjes dirigidos por San Antonio Abad y luego se fue a vivir a otro sitio del desierto, con un grupo de monjes que hacían grandes penitencias. Toda la semana estaban en silencio, rezando y trabajando (tejiendo canastos). Solamente se reunían el domingo para asistir a la celebración de la Santa Misa. Aquellos hombres solamente comían raíces de árboles y ayunaban casi todo el año. Pero vivían alegremente y gozaban de excelente salud. Su único deseo era agradar a Dios a quien se habían consagrado por completo.
El racimo de uvas. Un día en aquel desierto tan caluroso le llevaron de regalo a Macario un bello racimo de uvas. El por mortificación no lo quiso comer y lo regaló al monje que vivía por allí más cerca. Este tampoco lo quiso comer, por hacer sacrificio, y lo llevó al monje siguiente, y así fue pasando de monje en monje hasta volver otra vez a Macario. Este bendijo a Dios por lo caritativos y sacrificados que eran sus compañeros.
Dios le había dado a Macario un cuerpo muy resistente y entre todos los monjes, era él quien más fuertes mortificaciones hacía y el que más ayunaba y más rezaba. Durante los ardientes calores del sol a 40 grados, no protestaba por el bochorno ni tomaba agua, y durante los más espantosos fríos de la noche, con varios grados bajo cero, no buscaba cobijarse. Todo por la salvación de los pecadores.
Disfrazado de campesino se fue al monasterio de San Pacomio para que este santo tan famoso le enseñara a ser santo. San Pacomio le dijo que no creía que fuera capaz de soportar las penitencias de su convento. Y le dejó afuera. Allí estuvo siete días ayunando y rezando, hasta que le abrieron las puertas del convento y lo dejaron entrar. Entonces le dijeron que ensayara a ayunar, para ver cuántos días era capaz de permanece ayunando. Los monjes ayunaban unos tres días seguidos, otros cuatro días, pero Macario estuvo los 40 días de la cuaresma ayunando, y sólo se alimentaba con unas pocas hojas de coles y un poquito de agua, al anochecer. Todos se admiraron, pero los monjes le pidieron al abad que no lo dejara allí porque su ejemplo podría llevar a los más jóvenes a ser exagerados en la mortificación. San Pacomio oró a Dios y supo por revelación que aquel era el célebre Macario. Le dio gracias por el buen ejemplo que había dado a todos y le pidió que rezara mucho por todos ellos, y él se fue.
Una vez le vino la tentación de dejar el encierro de su celda de monje e irse a viajar por el mundo. Y era tanto lo que le molestaba esta tentación que entonces se echó a las espaldas un pesado bulto de tierra y se fue a andar por el desierto. Cuando ya muy fatigado, un viajero lo encontró y le preguntó qué estaba haciendo, le respondió: "Estoy dominando a mi cuerpo que quiere esclavizar a mi alma". Y al fin el cuerpo se fatigó tanto de andar por esos caminos con semejante peso a las espaldas, que ya la tentación de irse a andar por el mundo no le llegó más.
Un día viajando en barca por el Nilo, con cara muy alegre, se encontró con unos militares muy serios que le preguntaron: ¿Cómo se llama? - Me llamo Macario, que significa el hombre feliz. Y el jefe de los militares al verlo tan contento le dijo: ¡En verdad que usted parece muy feliz! Y él le respondió: ¡Si, sirviendo a Dios me siento verdaderamente feliz, mientras otros sirviendo al mundo si sienten tan infelices! Estas palabras impresionaron tanto al comandante, que dejó su vida militar y se fue de monje al desierto a servir a Dios.
Se presentó ante Macario un sacerdote con la cara manchada y el santo no lo quiso ni siquiera saludar. Le preguntaron por qué lo despreciaba por tener la cara manchada, y él respondió: Es que lo que tiene manchada es el alma. El sacerdote comprendió lo que le quería decir. Confesó un pecado que tenía sin perdonar, y fue perdonado, y al írsele la mancha del alma se le desapareció también la mancha de la cara y entonces sí Macario lo aceptó como amigo.

18 de Enero
Prisca de Roma, Santa, Mártir.
Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Prisca (o Priscila), nombre bajo el cual fue dedicada la basílica edificada en la colina del Aventino (antes de 499).
Etimológicamente significa “antigua”. Viene de la lengua latina.
La passio -que data a lo más del siglo X- carece de verdadero valor histórico, pero es interesante leer, nos dice que Prisca era una niña de 13 años –para la ley romana, una adulta ya- que fue detenida entre un numeroso grupo de cristianos durante la persecución del emperador Claudio II (año 269). El emperador, al verla de tan corta edad, creyó fácil vencerla y la llevó al templo de Apolo para que le quemara incienso en ofrenda. Pero aunque fue abofeteada hasta que le sangró la boca, no tomó el incienso que debía ofrendar. Fue luego encarcelada en una celda rodeada de criminales que la molestaron todo el tiempo, pero eso tampoco logró abatirla. Posteriormente la torturaron quemándola con antorchas y aceite hirviendo, pero ante las protestas de la gente, el emperador mandó encerrarla de nuevo. Durante la noche recibió visitas de sus padres y parientes, que en vano le suplicaron que se salvara. Fue torturada de nuevo, quemada con grasa derretida, desgarrada con uñas de acero, azotada con cuerdas emplomadas y descoyuntada en el potro. La echaron a los leones y éstos no la tocaron, la colgaron por encima de una hoguera y no se quemó. Finalmente la llevaron a las afueras de Roma, en la Vía Ostia, y allí fue decapitada. Fue enterrada en las catacumbas de esa zona, que pasaron a llamarse catacumbas de Santa Priscila.
Las evidencias históricas
Dejando aparte el relato del martirio, que diferencia claramente a una niña mártir romana de nombre Prisca, los documentos más antiguos crean confusiones con una tal Priscila, hasta el punto de hacer creer que hay tres personas distintas llamadas Prisca: una, titular de una iglesia en el Aventino, como dice un epígrafe funerario del siglo V: “Adeodatus presb. Tit. Priscae” (Adeodato, presbítero del título de Prisca). A esta se la llama “fundadora” según los sínodos romanos de 499 y 595. ¿Sería una matrona romana?
En el siglo VIII, esta Prisca pasa a ser confundida con la mujer de Aquila, a quien San Pablo menciona en varias de sus epístolas. Este matrimonio también tenía una iglesia dedicada en Roma.
Y una tercera Prisca es recordada en los Itinerarios del siglo VIII, situada en las catacumbas de Santa Priscila –es muy probable que el lío Prisca-Priscila venga de aquí, cuando en origen son nombres totalmente distintos que simplemente se parecen-. Lo mismo hace el Sacramentario Gregoriano, recordándola el 18 de enero. ¿Sería ésta la mártir?
En cuanto a ella, ya hemos dicho que tiene una iglesia en el Aventino –en cuya “confesión” del altar mayor está ubicada la urna de madera con sus restos- y que debajo apareció una casa romana. La leyenda dice que en ella se hospedó San Pedro y se conserva una antigua pila bautismal donde bautizaba –de hecho allá hay una pintura donde aparece bautizando a Santa Prisca, la matrona romana, tenida por la mártir- pero sin ningún fundamento histórico.
A Priscila, esposa de Aquila, la inscribió Baronio en el Martirologio Romano a 16 de enero, basándose en el Martirologio Jeronimiano. Pero esta Priscila es confundida constantemente entre la mujer de Aquila y la matrona romana y “fundadora” de las catacumbas que llevan su nombre en Roma. A día de hoy, eso es un problema sin resolver.
Lo que si es evidente es que a pesar de lo infundado de su passio, Prisca la mártir, tiene su iglesia y tiene sus reliquias, así como un culto muy temprano.
“No hay soledad más triste y afligida que la de un hombre sin amigos, sin los cuales el mundo es desierto; el que es incapaz de amistad, más tiene de bestia que de hombre” ( Francis Bacon).
Prisca de Roma, Santa, Mártir.
Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Prisca (o Priscila), nombre bajo el cual fue dedicada la basílica edificada en la colina del Aventino (antes de 499).
Etimológicamente significa “antigua”. Viene de la lengua latina.
La passio -que data a lo más del siglo X- carece de verdadero valor histórico, pero es interesante leer, nos dice que Prisca era una niña de 13 años –para la ley romana, una adulta ya- que fue detenida entre un numeroso grupo de cristianos durante la persecución del emperador Claudio II (año 269). El emperador, al verla de tan corta edad, creyó fácil vencerla y la llevó al templo de Apolo para que le quemara incienso en ofrenda. Pero aunque fue abofeteada hasta que le sangró la boca, no tomó el incienso que debía ofrendar. Fue luego encarcelada en una celda rodeada de criminales que la molestaron todo el tiempo, pero eso tampoco logró abatirla. Posteriormente la torturaron quemándola con antorchas y aceite hirviendo, pero ante las protestas de la gente, el emperador mandó encerrarla de nuevo. Durante la noche recibió visitas de sus padres y parientes, que en vano le suplicaron que se salvara. Fue torturada de nuevo, quemada con grasa derretida, desgarrada con uñas de acero, azotada con cuerdas emplomadas y descoyuntada en el potro. La echaron a los leones y éstos no la tocaron, la colgaron por encima de una hoguera y no se quemó. Finalmente la llevaron a las afueras de Roma, en la Vía Ostia, y allí fue decapitada. Fue enterrada en las catacumbas de esa zona, que pasaron a llamarse catacumbas de Santa Priscila.
Las evidencias históricas
Dejando aparte el relato del martirio, que diferencia claramente a una niña mártir romana de nombre Prisca, los documentos más antiguos crean confusiones con una tal Priscila, hasta el punto de hacer creer que hay tres personas distintas llamadas Prisca: una, titular de una iglesia en el Aventino, como dice un epígrafe funerario del siglo V: “Adeodatus presb. Tit. Priscae” (Adeodato, presbítero del título de Prisca). A esta se la llama “fundadora” según los sínodos romanos de 499 y 595. ¿Sería una matrona romana?
En el siglo VIII, esta Prisca pasa a ser confundida con la mujer de Aquila, a quien San Pablo menciona en varias de sus epístolas. Este matrimonio también tenía una iglesia dedicada en Roma.
Y una tercera Prisca es recordada en los Itinerarios del siglo VIII, situada en las catacumbas de Santa Priscila –es muy probable que el lío Prisca-Priscila venga de aquí, cuando en origen son nombres totalmente distintos que simplemente se parecen-. Lo mismo hace el Sacramentario Gregoriano, recordándola el 18 de enero. ¿Sería ésta la mártir?
En cuanto a ella, ya hemos dicho que tiene una iglesia en el Aventino –en cuya “confesión” del altar mayor está ubicada la urna de madera con sus restos- y que debajo apareció una casa romana. La leyenda dice que en ella se hospedó San Pedro y se conserva una antigua pila bautismal donde bautizaba –de hecho allá hay una pintura donde aparece bautizando a Santa Prisca, la matrona romana, tenida por la mártir- pero sin ningún fundamento histórico.
A Priscila, esposa de Aquila, la inscribió Baronio en el Martirologio Romano a 16 de enero, basándose en el Martirologio Jeronimiano. Pero esta Priscila es confundida constantemente entre la mujer de Aquila y la matrona romana y “fundadora” de las catacumbas que llevan su nombre en Roma. A día de hoy, eso es un problema sin resolver.
Lo que si es evidente es que a pesar de lo infundado de su passio, Prisca la mártir, tiene su iglesia y tiene sus reliquias, así como un culto muy temprano.
“No hay soledad más triste y afligida que la de un hombre sin amigos, sin los cuales el mundo es desierto; el que es incapaz de amistad, más tiene de bestia que de hombre” ( Francis Bacon).

16 de enero
Marcelo I, Papa.
En Roma, en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria Nueva, sepultura de san Marcelo I, papa, que, como recuerda el papa san Dámaso, fue un verdadero pastor, por lo que sufrió mucho, siendo expulsado de su patria y muriendo en el destierro por haber sido denunciado falsamente ante el tirano por algunos que despreciaban la penitencia que les había impuesto (309).
Etimología: Marcelo = relativo al dios Marte, es de origen latino.
El papa san Marcelo I (308-309), fue elegido después de cuatro años de la muerte del papa san Marcelino debido a la persecución del emperador Diocleciano (303 al 305).
Le tocó hacerle frente a la crisis dejada entre los cristianos por dicha persecución y que por miedo al martirio habían apostatado de su fe o simplemente abandonado las prácticas religiosas, pero ahora querían regresar a la Iglesia. Decretó que aquellos que deseaban volver a la Iglesia tenían que hacer penitencia por haber renegado de la fe durante la persecución.
Los que estaban en contra de esta decisión consiguieron que el emperador Majencio lo desterrara.
Según el "Libro Pontifical", el Papa Marcelo se hospedó en la casa de una laica muy piadosa de nombre Marcela, y desde ahí, siguió dirigiendo a los cristianos. Al enterarse el Emperador, obligó al Pontífice a relalizar trabajos forzosos en las caballerías y pesebres imperiales que fueron trasladados a esa zona.
Murió en el exilio el 16 de enero de 309. Su cuerpo fue devuelto a Roma y sepultado en el cementerio de Priscila.
Durante su pontificado se dedicó a volver a edificar los templos destruidos en la persecución. Dividió Roma en veinticinco sectores con un presbítero o párroco al frente de cada uno de ellos. Su carácter enérgico, aunque moderado, llevo a que ordenase que ningún concilio se pudiese celebrar sin su autorización explícita.
Marcelo I, Papa.
En Roma, en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria Nueva, sepultura de san Marcelo I, papa, que, como recuerda el papa san Dámaso, fue un verdadero pastor, por lo que sufrió mucho, siendo expulsado de su patria y muriendo en el destierro por haber sido denunciado falsamente ante el tirano por algunos que despreciaban la penitencia que les había impuesto (309).
Etimología: Marcelo = relativo al dios Marte, es de origen latino.
El papa san Marcelo I (308-309), fue elegido después de cuatro años de la muerte del papa san Marcelino debido a la persecución del emperador Diocleciano (303 al 305).
Le tocó hacerle frente a la crisis dejada entre los cristianos por dicha persecución y que por miedo al martirio habían apostatado de su fe o simplemente abandonado las prácticas religiosas, pero ahora querían regresar a la Iglesia. Decretó que aquellos que deseaban volver a la Iglesia tenían que hacer penitencia por haber renegado de la fe durante la persecución.
Los que estaban en contra de esta decisión consiguieron que el emperador Majencio lo desterrara.
Según el "Libro Pontifical", el Papa Marcelo se hospedó en la casa de una laica muy piadosa de nombre Marcela, y desde ahí, siguió dirigiendo a los cristianos. Al enterarse el Emperador, obligó al Pontífice a relalizar trabajos forzosos en las caballerías y pesebres imperiales que fueron trasladados a esa zona.
Murió en el exilio el 16 de enero de 309. Su cuerpo fue devuelto a Roma y sepultado en el cementerio de Priscila.
Durante su pontificado se dedicó a volver a edificar los templos destruidos en la persecución. Dividió Roma en veinticinco sectores con un presbítero o párroco al frente de cada uno de ellos. Su carácter enérgico, aunque moderado, llevo a que ordenase que ningún concilio se pudiese celebrar sin su autorización explícita.

15 de Enero.
San Pablo, Primer ermitaño.
La vida de este santo fue escrita por el gran sabio San Jerónimo, en el año 400.
Nació hacia el año 228, en Tebaida, una región que queda junto al río Nilo en Egipto y que tenía por capital a la ciudad de Tebas. Fue bien educado por sus padres, aprendió griego y bastante cultura egipcia. Pero a los 14 años quedó huérfano. Era bondadoso y muy piadoso. Y amaba enormemente a su religión.
En el año 250 estalló la persecución de Decio, que trataba no tanto de que los cristianos llegaran a ser mártires, sino de hacerlos renegar de su religión. Pablo se vio ante estos dos peligros: o renegar de su fe y conservar sus fincas y casas, o ser atormentado con tan diabólica astucia que lo lograran acobardar y lo hicieran pasarse al paganismo con tal de no perder sus bienes y no tener que sufrir más torturas. Como veía que muchos cristianos renegaban por miedo, y él no se sentía con la suficiente fuerza de voluntad para ser capaz de sufrir toda clase de tormentos sin renunciar a sus creencias, dispuso más bien esconderse. Era prudente.
Pero un cuñado suyo que deseaba quedarse con sus bienes, fue y lo denunció ante las autoridades. Entonces Pablo huyó al desierto. Allá encontró unas cavernas donde varios siglos atrás los esclavos de la reina Cleopatra fabricaban monedas. Escogió por vivienda una de esas cuevas, cerca de la cual había una fuente de agua y una palmera. Las hojas de la palmera le proporcionaban vestido. Sus dátiles le servían de alimento. Y la fuente de agua le calmaba la sed.
Al principio el pensamiento de Pablo era quedarse por allí únicamente el tiempo que durará la persecución, pero luego se dio cuenta de que en la soledad del desierto podía hablar tranquilamente a Dios y escucharle tan claramente los mensajes que Él le enviaba desde el cielo, que decidió quedarse allí para siempre y no volver jamás a la ciudad donde tantos peligros había de ofender a Nuestro Señor. Se propuso ayudar al mundo no con negocios y palabras, sino con penitencias y oración por la conversión de los pecadores.
Dice San Jerónimo que cuando la palmera no tenía dátiles, cada día venía un cuervo y le traía medio pan, y con eso vivía nuestro santo ermitaño. (La Iglesia llama ermitaño al que para su vida en una "ermita", o sea en una habitación solitaria y retirada del mundo y de otras habitaciones).
Después de pasar allí en el desierto orando, ayunando, meditando, por más de setenta años seguidos, ya creía que moriría sin volver a ver rostro humano alguno, y sin ser conocido por nadie, cuando Dios dispuso cumplir aquella palabra que dijo Cristo: "Todo el que se humilla será engrandecido"y sucedió que en aquel desierto había otro ermitaño haciendo penitencia. Era San Antonio Abad. Y una vez a este santo le vino la tentación de creer que él era el ermitaño más antiguo que había en el mundo, y una noche oyó en sueños que le decían: "Hay otro penitente más antiguo que tú. Emprende el viaje y lo lograrás encontrar". Antonio madrugó a partir de viaje y después de caminar horas y horas llegó a la puerta de la cueva donde vivía Pablo. Este al oír ruido afuera creyó que era una fiera que se acercaba, y tapó la entrada con una piedra. Antonio llamó por muy largo rato suplicándole que moviera la piedra para poder saludarlo.
Al fin Pablo salió y los dos santos, sin haberse visto antes nunca, se saludaron cada uno por su respectivo nombre. Luego se arrodillaron y dieron gracias a Dios. Y en ese momento llegó el cuervo trayendo un pan entero. Entonces Pablo exclamó: "Mira cómo es Dios de bueno. Cada día me manda medio pan, pero como hoy has venido tú, el Señor me envía un pan entero." Se pusieron a discutir quién debía partir el pan, porque este honor le correspondía al más digno. Y cada uno se creía más indigno que el otro. Al fin decidieron que lo partirían tirando cada uno de un extremo del pan. Después bajaron a la fuente y bebieron agua cristalina. Era todo el alimento que tomaban en 24 horas. Medio pan y un poco de agua. Y después de charlar de cosas espirituales, pasaron toda la noche en oración.
A la mañana siguiente Pablo anunció a Antonio que sentía que se iba a morir y le dijo: "Vete a tu monasterio y me traes el manto que San Atanasio, el gran obispo, te regaló. Quiero que me amortajen con ese manto". San Antonio se admiró de que Pablo supiera que San Atanasio le había regalado ese manto, y se fue a traerlo. Pero temía que al volver lo pudiera encontrar ya muerto.
Cuando ya venía de vuelta, contempló en una visión que el alma de Pablo subía al cielo rodeado de apóstoles y de ángeles. Y exclamó: "Pablo, Pablo, ¿por qué te fuiste sin decirme adiós?". (Después Antonio dirá a sus monjes:"Yo soy un pobre pecador, pero en el desierto conocí a uno que era tan santo como un Juan Bautista: era Pablo el ermitaño").
Cuando llegó a la cueva encontró el cadáver del santo, arrodillado, con los ojos mirando al cielo y los brazos en cruz. Parecía que estuviera rezando, pero al no oírle ni siquiera respirar, se acercó y vio que estaba muerto. Murió en la ocupación a la cual había dedicado la mayor parte de las horas de su vida: orar al Señor.
Antonio se preguntaba cómo haría para cavar una sepultura allí, si no tenía herramientas. Pero de pronto oyó que se acercaban dos leones, como con muestras de tristeza y respeto, y ellos, con sus garras cavaron una tumba entre la arena y se fueron. Y allí depositó San Antonio el cadáver de su amigo Pablo.
San Pablo murió el año 342 cuando tenía 113 años de edad y cuando llevaba 90 años orando y haciendo penitencia en el desierto por la salvación del mundo. Se le llama el primer ermitaño, por haber sido el primero que se fue a un desierto a vivir totalmente retirado del mundo, dedicado a la oración y a la meditación.
San Antonio conservó siempre con enorme respeto la vestidura de San Pablo hecha de hojas de palmera, y él mismo se revestía con ella en las grandes festividades.
San Jerónimo decía: "Si el Señor me pusiera a escoger, yo preferiría la pobre túnica de hojas de palmera con la cual se cubría Pablo el ermitaño, porque él era un santo, y no el lujoso manto con el cual se visten los reyes tan llenos de orgullo".
San Pablo el ermitaño con su vida de silencio, oración y meditación en medio del desierto, ha movido a muchos a apartarse del mundo y dedicarse con más seriedad en la soledad a buscar la satisfacción y la eterna salvación.
Oh Señor: Tu que moviste a San Pablo el primer ermitaño a dejar las vanidades del mundo e irse a la soledad del desierto a orar y meditar, concédenos también a nosotros, dedicar muchas horas en nuestra vida, apartados del bullicio mundanal, a orar, meditar y a hacer penitencia por nuestra salvación y por la conversión del mundo. Amen.
San Pablo, Primer ermitaño.
La vida de este santo fue escrita por el gran sabio San Jerónimo, en el año 400.
Nació hacia el año 228, en Tebaida, una región que queda junto al río Nilo en Egipto y que tenía por capital a la ciudad de Tebas. Fue bien educado por sus padres, aprendió griego y bastante cultura egipcia. Pero a los 14 años quedó huérfano. Era bondadoso y muy piadoso. Y amaba enormemente a su religión.
En el año 250 estalló la persecución de Decio, que trataba no tanto de que los cristianos llegaran a ser mártires, sino de hacerlos renegar de su religión. Pablo se vio ante estos dos peligros: o renegar de su fe y conservar sus fincas y casas, o ser atormentado con tan diabólica astucia que lo lograran acobardar y lo hicieran pasarse al paganismo con tal de no perder sus bienes y no tener que sufrir más torturas. Como veía que muchos cristianos renegaban por miedo, y él no se sentía con la suficiente fuerza de voluntad para ser capaz de sufrir toda clase de tormentos sin renunciar a sus creencias, dispuso más bien esconderse. Era prudente.
Pero un cuñado suyo que deseaba quedarse con sus bienes, fue y lo denunció ante las autoridades. Entonces Pablo huyó al desierto. Allá encontró unas cavernas donde varios siglos atrás los esclavos de la reina Cleopatra fabricaban monedas. Escogió por vivienda una de esas cuevas, cerca de la cual había una fuente de agua y una palmera. Las hojas de la palmera le proporcionaban vestido. Sus dátiles le servían de alimento. Y la fuente de agua le calmaba la sed.
Al principio el pensamiento de Pablo era quedarse por allí únicamente el tiempo que durará la persecución, pero luego se dio cuenta de que en la soledad del desierto podía hablar tranquilamente a Dios y escucharle tan claramente los mensajes que Él le enviaba desde el cielo, que decidió quedarse allí para siempre y no volver jamás a la ciudad donde tantos peligros había de ofender a Nuestro Señor. Se propuso ayudar al mundo no con negocios y palabras, sino con penitencias y oración por la conversión de los pecadores.
Dice San Jerónimo que cuando la palmera no tenía dátiles, cada día venía un cuervo y le traía medio pan, y con eso vivía nuestro santo ermitaño. (La Iglesia llama ermitaño al que para su vida en una "ermita", o sea en una habitación solitaria y retirada del mundo y de otras habitaciones).
Después de pasar allí en el desierto orando, ayunando, meditando, por más de setenta años seguidos, ya creía que moriría sin volver a ver rostro humano alguno, y sin ser conocido por nadie, cuando Dios dispuso cumplir aquella palabra que dijo Cristo: "Todo el que se humilla será engrandecido"y sucedió que en aquel desierto había otro ermitaño haciendo penitencia. Era San Antonio Abad. Y una vez a este santo le vino la tentación de creer que él era el ermitaño más antiguo que había en el mundo, y una noche oyó en sueños que le decían: "Hay otro penitente más antiguo que tú. Emprende el viaje y lo lograrás encontrar". Antonio madrugó a partir de viaje y después de caminar horas y horas llegó a la puerta de la cueva donde vivía Pablo. Este al oír ruido afuera creyó que era una fiera que se acercaba, y tapó la entrada con una piedra. Antonio llamó por muy largo rato suplicándole que moviera la piedra para poder saludarlo.
Al fin Pablo salió y los dos santos, sin haberse visto antes nunca, se saludaron cada uno por su respectivo nombre. Luego se arrodillaron y dieron gracias a Dios. Y en ese momento llegó el cuervo trayendo un pan entero. Entonces Pablo exclamó: "Mira cómo es Dios de bueno. Cada día me manda medio pan, pero como hoy has venido tú, el Señor me envía un pan entero." Se pusieron a discutir quién debía partir el pan, porque este honor le correspondía al más digno. Y cada uno se creía más indigno que el otro. Al fin decidieron que lo partirían tirando cada uno de un extremo del pan. Después bajaron a la fuente y bebieron agua cristalina. Era todo el alimento que tomaban en 24 horas. Medio pan y un poco de agua. Y después de charlar de cosas espirituales, pasaron toda la noche en oración.
A la mañana siguiente Pablo anunció a Antonio que sentía que se iba a morir y le dijo: "Vete a tu monasterio y me traes el manto que San Atanasio, el gran obispo, te regaló. Quiero que me amortajen con ese manto". San Antonio se admiró de que Pablo supiera que San Atanasio le había regalado ese manto, y se fue a traerlo. Pero temía que al volver lo pudiera encontrar ya muerto.
Cuando ya venía de vuelta, contempló en una visión que el alma de Pablo subía al cielo rodeado de apóstoles y de ángeles. Y exclamó: "Pablo, Pablo, ¿por qué te fuiste sin decirme adiós?". (Después Antonio dirá a sus monjes:"Yo soy un pobre pecador, pero en el desierto conocí a uno que era tan santo como un Juan Bautista: era Pablo el ermitaño").
Cuando llegó a la cueva encontró el cadáver del santo, arrodillado, con los ojos mirando al cielo y los brazos en cruz. Parecía que estuviera rezando, pero al no oírle ni siquiera respirar, se acercó y vio que estaba muerto. Murió en la ocupación a la cual había dedicado la mayor parte de las horas de su vida: orar al Señor.
Antonio se preguntaba cómo haría para cavar una sepultura allí, si no tenía herramientas. Pero de pronto oyó que se acercaban dos leones, como con muestras de tristeza y respeto, y ellos, con sus garras cavaron una tumba entre la arena y se fueron. Y allí depositó San Antonio el cadáver de su amigo Pablo.
San Pablo murió el año 342 cuando tenía 113 años de edad y cuando llevaba 90 años orando y haciendo penitencia en el desierto por la salvación del mundo. Se le llama el primer ermitaño, por haber sido el primero que se fue a un desierto a vivir totalmente retirado del mundo, dedicado a la oración y a la meditación.
San Antonio conservó siempre con enorme respeto la vestidura de San Pablo hecha de hojas de palmera, y él mismo se revestía con ella en las grandes festividades.
San Jerónimo decía: "Si el Señor me pusiera a escoger, yo preferiría la pobre túnica de hojas de palmera con la cual se cubría Pablo el ermitaño, porque él era un santo, y no el lujoso manto con el cual se visten los reyes tan llenos de orgullo".
San Pablo el ermitaño con su vida de silencio, oración y meditación en medio del desierto, ha movido a muchos a apartarse del mundo y dedicarse con más seriedad en la soledad a buscar la satisfacción y la eterna salvación.
Oh Señor: Tu que moviste a San Pablo el primer ermitaño a dejar las vanidades del mundo e irse a la soledad del desierto a orar y meditar, concédenos también a nosotros, dedicar muchas horas en nuestra vida, apartados del bullicio mundanal, a orar, meditar y a hacer penitencia por nuestra salvación y por la conversión del mundo. Amen.

14 de Enero
San Felix de Nola
Señor Dios, Rey Omnipotente: tú que le permitiste a tu mártir San Félix conseguir favores tan maravillosos para sí y
para sus devotos, haz que nuestra fe sea también
tan grande que consigamos maravillosas intervenciones tuyas en favor nuestro y en favor de los que necesitan
la ayuda de nuestra oración. Amen.
Nola es una pequeña y antiquísima ciudad, situada a unos 20 kilómetros de Nápoles. Allí vio la luz san Félix, cuyo nombre significa "feliz", en el siglo III. Su padre Hermias era sirio, de profesión militar. Nuestro santo, en cambio, prefirió ser soldado de Cristo.Poco sabemos de su infancia y juventud. Padeció las terribles persecuciones desatadas por Decio y por Valeriano. Por estas circunstancias carecemos de actas que hubieran podido proporcionar noticias precisas. Los rasgos más exactos que conocemos a través de san Paulino, poeta y obispo de Nola, quien escribió su biografía a fines del siglo IV y lo tuvo como santo protector. También escribieron sobre él Beda, san Agustín y Gregorio Turonense. El papa san Dámaso le dedicó un poema.
Para destruir la Iglesia, el emperador Decio ordenó prender y procesar principalmente a los obispos, presbíteros y diáconos. Gobernaba entonces la grey de Nola el obispo Máximo, cargado de años, quien se refugió en las montañas de los Apeninos. Félix, que era presbítero, se quedó en la ciudad para vigilar y proteger a los fieles.
No duró mucho tiempo la seguridad de Félix, pues Nola era una pequeña ciudad donde todos se conocían y él no disimuló su condición de cristiano. Arrestado y conducido a la cárcel, lo ataron con cadenas, y así permaneció durante meses. Por su parte, en las montañas, el obispo Máximo padecía hambre, frío, tristeza y dolor.
Félix fue un ejemplo de devoción al obispo. Socorrió a Máximo corriendo gravísimos riesgos y compartió con él la dura experiencia de la persecución.
Habiendo escapado de la furia desatada por Decio, Félix se vio nuevamente amenazado, junto con toda su comunidad, por las disposiciones que contra los cristianos dictó el emperador Valeriano, entre los años 256 y 257.
Al morir Máximo quisieron forzar a Félix a ocupar la silla episcopal, pero él rehusó tal dignidad, prefiriendo continuar como presbítero su misión evangelizadora. Murió el 14 de enero, se cree que del año 260. Fue enterrado en Nola y su sepulcro se convirtió en lugar de peregrinación. En Roma le fue consagrada una basílica.
Los campesinos de su tierra invocan a san Félix de Nola como protector de los ganados. San Gregorio de Tours ha escrito sobre los numerosos milagros operados junto a su tumba.
San Felix de Nola
Señor Dios, Rey Omnipotente: tú que le permitiste a tu mártir San Félix conseguir favores tan maravillosos para sí y
para sus devotos, haz que nuestra fe sea también
tan grande que consigamos maravillosas intervenciones tuyas en favor nuestro y en favor de los que necesitan
la ayuda de nuestra oración. Amen.
Nola es una pequeña y antiquísima ciudad, situada a unos 20 kilómetros de Nápoles. Allí vio la luz san Félix, cuyo nombre significa "feliz", en el siglo III. Su padre Hermias era sirio, de profesión militar. Nuestro santo, en cambio, prefirió ser soldado de Cristo.Poco sabemos de su infancia y juventud. Padeció las terribles persecuciones desatadas por Decio y por Valeriano. Por estas circunstancias carecemos de actas que hubieran podido proporcionar noticias precisas. Los rasgos más exactos que conocemos a través de san Paulino, poeta y obispo de Nola, quien escribió su biografía a fines del siglo IV y lo tuvo como santo protector. También escribieron sobre él Beda, san Agustín y Gregorio Turonense. El papa san Dámaso le dedicó un poema.
Para destruir la Iglesia, el emperador Decio ordenó prender y procesar principalmente a los obispos, presbíteros y diáconos. Gobernaba entonces la grey de Nola el obispo Máximo, cargado de años, quien se refugió en las montañas de los Apeninos. Félix, que era presbítero, se quedó en la ciudad para vigilar y proteger a los fieles.
No duró mucho tiempo la seguridad de Félix, pues Nola era una pequeña ciudad donde todos se conocían y él no disimuló su condición de cristiano. Arrestado y conducido a la cárcel, lo ataron con cadenas, y así permaneció durante meses. Por su parte, en las montañas, el obispo Máximo padecía hambre, frío, tristeza y dolor.
Félix fue un ejemplo de devoción al obispo. Socorrió a Máximo corriendo gravísimos riesgos y compartió con él la dura experiencia de la persecución.
Habiendo escapado de la furia desatada por Decio, Félix se vio nuevamente amenazado, junto con toda su comunidad, por las disposiciones que contra los cristianos dictó el emperador Valeriano, entre los años 256 y 257.
Al morir Máximo quisieron forzar a Félix a ocupar la silla episcopal, pero él rehusó tal dignidad, prefiriendo continuar como presbítero su misión evangelizadora. Murió el 14 de enero, se cree que del año 260. Fue enterrado en Nola y su sepulcro se convirtió en lugar de peregrinación. En Roma le fue consagrada una basílica.
Los campesinos de su tierra invocan a san Félix de Nola como protector de los ganados. San Gregorio de Tours ha escrito sobre los numerosos milagros operados junto a su tumba.

13 de enero
San Hilario, Obispo y doctor de la Iglesia
Su nombre significa "sonriente", nació en Poitiers, Francia, hacia el año 315. Sus padres eran nobles, pero gentiles.
Ávido de saber, cultivó las letras y la filosofía. Después dio con los libros sagrados, y el Evangelio de San Juan iluminó su espíritu. En el año 345 recibió el bautismo. Desde entonces vivió con tanta honestidad y virtud que, al fallecer el obispo de Poitiers, fue escogido para ocupar aquella sede. Era el año 350.
El siglo en que vivió Hilario estaba convulsionado por contiendas dogmáticas, sobre todo por la herejía arriana, que afirmaba que el Verbo no era Dios, sino sólo la primera de las criaturas creadas por Dios. Hilario sostenía, de acuerdo con la ortodoxia, la unidad de las tres personas, y que el Verbo divino se había hecho hombre para convertir en hijos de Dios a los que lo recibiesen. Los seguidores de Arrio consiguieron que el emperador Constancio, inficionado de la herejía, desterrase a Hilario a Frigia, provincia romana de Asia, situada en la extremidad del Imperio. Hacia allí se dirigió a fines del 356.
Durante cuatro años recorrió las ciudades de Oriente, discutiendo. "Permanezcamos siempre en el destierro -repetía- con tal que se predique la verdad". Al mismo tiempo enviaba a Occidente su tratado de los Sínodos y en 359 los doce libros Sobre la Trinidad, que se consideraba su mejor obra.
Llamado por una orden general del emperador, asistió al concilio que se realizó en Seleucia de Isauria, ciudad del Asia Menor, en la región montañosa de Tauro. Allí trató Hilario sobre los altos y dificultosos misterios de la fe. Después pasó a Constantinopla, donde en un escrito presenta al emperador como Anticristo.
Considerado como un agitador e intimidados por su intrepidez, sus mismos enemigos trabajaron para echarlo de Oriente. Así volvió Hilario a Poitiers. San Jerónimo refiere el júbilo con que fue recibido por los católicos. Allí realizó una profunda labor de exégesis, en los tratados que escribió sobre los divinos misterios, sobre los salmos y sobre san Mateo. Compuso también himnos y algunos le atribuyeron el "Gloria in excelsis". Según Isidoro de Savella, Hilario fue el primero que introdujo los cánticos en las iglesias de Occidente.
Vuelve a la lucha. En Milán está el arriano Auxencio. Hilario lo combate con su característica intrepidez y es condenado a abandonar Italia bajo pretexto de introducir la discordia en la Iglesia de esa ciudad.
Tuvo Hilario numerosos discípulos, el más ilustre de ellos san Martín de Tours, y muchos fueron los herejes que convirtió. Murió el 13 de enero del año 368. Sus reliquias reposaron en Poitiers hasta el año 1652, en que fueron sacrílegamente quemadas por los hugonotes. Se le ha dado el título de Atanasio de Occidente. San Jerónimo y san Agustín lo llaman gloriosísimo defensor de la fe. Por la profunda influencia que ejerció como escritor, el papa Pío IX, a petición de los obispos reunidos en el sínodo de Burdeos, declaró a san Hilario doctor de la Iglesia.
San Hilario, Obispo y doctor de la Iglesia
Su nombre significa "sonriente", nació en Poitiers, Francia, hacia el año 315. Sus padres eran nobles, pero gentiles.
Ávido de saber, cultivó las letras y la filosofía. Después dio con los libros sagrados, y el Evangelio de San Juan iluminó su espíritu. En el año 345 recibió el bautismo. Desde entonces vivió con tanta honestidad y virtud que, al fallecer el obispo de Poitiers, fue escogido para ocupar aquella sede. Era el año 350.
El siglo en que vivió Hilario estaba convulsionado por contiendas dogmáticas, sobre todo por la herejía arriana, que afirmaba que el Verbo no era Dios, sino sólo la primera de las criaturas creadas por Dios. Hilario sostenía, de acuerdo con la ortodoxia, la unidad de las tres personas, y que el Verbo divino se había hecho hombre para convertir en hijos de Dios a los que lo recibiesen. Los seguidores de Arrio consiguieron que el emperador Constancio, inficionado de la herejía, desterrase a Hilario a Frigia, provincia romana de Asia, situada en la extremidad del Imperio. Hacia allí se dirigió a fines del 356.
Durante cuatro años recorrió las ciudades de Oriente, discutiendo. "Permanezcamos siempre en el destierro -repetía- con tal que se predique la verdad". Al mismo tiempo enviaba a Occidente su tratado de los Sínodos y en 359 los doce libros Sobre la Trinidad, que se consideraba su mejor obra.
Llamado por una orden general del emperador, asistió al concilio que se realizó en Seleucia de Isauria, ciudad del Asia Menor, en la región montañosa de Tauro. Allí trató Hilario sobre los altos y dificultosos misterios de la fe. Después pasó a Constantinopla, donde en un escrito presenta al emperador como Anticristo.
Considerado como un agitador e intimidados por su intrepidez, sus mismos enemigos trabajaron para echarlo de Oriente. Así volvió Hilario a Poitiers. San Jerónimo refiere el júbilo con que fue recibido por los católicos. Allí realizó una profunda labor de exégesis, en los tratados que escribió sobre los divinos misterios, sobre los salmos y sobre san Mateo. Compuso también himnos y algunos le atribuyeron el "Gloria in excelsis". Según Isidoro de Savella, Hilario fue el primero que introdujo los cánticos en las iglesias de Occidente.
Vuelve a la lucha. En Milán está el arriano Auxencio. Hilario lo combate con su característica intrepidez y es condenado a abandonar Italia bajo pretexto de introducir la discordia en la Iglesia de esa ciudad.
Tuvo Hilario numerosos discípulos, el más ilustre de ellos san Martín de Tours, y muchos fueron los herejes que convirtió. Murió el 13 de enero del año 368. Sus reliquias reposaron en Poitiers hasta el año 1652, en que fueron sacrílegamente quemadas por los hugonotes. Se le ha dado el título de Atanasio de Occidente. San Jerónimo y san Agustín lo llaman gloriosísimo defensor de la fe. Por la profunda influencia que ejerció como escritor, el papa Pío IX, a petición de los obispos reunidos en el sínodo de Burdeos, declaró a san Hilario doctor de la Iglesia.

12 de enero
San Arcadio
Señor Dios Omnipotente: te pedimos el favor de poder
exclamar como tu mártir San Arcadio:
"primero lograrán sacar de mi cuerpo el corazón,
que sacar de mi alma el amor hacia Jesucristo".
Haz que la esperanza del premio que nos espera en el cielo
nos lleve a resistir con valentía contra los enemigos del alma nuestra. Amen.
Fue martirizado en la persecución de Diocleciano en el año 304, en Mauritania (hoy Argelia), al norte de Africa. Pertenecía a una familia muy distinguida.
Diocleciano había decretado que todo el que se declarara amigo de Cristo debía ser asesinado. Los soldados y policías penetraban a las casas de los cristianos y sacaban arrastrando a hombres y mujeres y si no querían quemar incienso a los ídolos y asistir a las procesiones de los falsos dioses, los llevaban ante los jueces para que los condenaran a muerte.
Arcadio al darse cuenta de todo esto, huyó a las montañas para que no lo llevaran a adorar ídolos. Pero la policía llegó a su casa y se llevó a uno de sus familiares como rehén, amenazando que si Arcadio no aparecía, moriría su familiar.
Entonces el joven regresó de su escondite de la montaña y se presentó ante el tribunal pidiendo que lo apresaran a él pero que dejaran libre a su familiar.
El juez le prometió la libertad para él y para su pariente si adoraba ídolos y les quemaba inciensos. Arcadio respondió: "Yo sólo adoro al Dios Unico del cielo y a su Hijo Jesucristo". Su pariente fue puesto en libertad, pero él fue a la prisión.
Los jueces dispusieron convencerlo a base de amenazas y le dijeron que si no dejaba de ser cristiano lo despedazarían cortándole manos y pies, pedazo por pedazo. Arcadio respondió: "Pueden inventar todos los tormentos que quieran contra mí. Pero estén seguros de que nadie ni nada me apartará del amor de Jesucristo. Espero no traicionar nunca mi fe. Es tan alto el premio que espero en el cielo, que los tormentos de la tierra me parecen pocos con tal de conseguirlo".
Le presentaron entonces ante sus ojos todos los instrumentos con los cuales acostumbraban torturar a los cristianos para que renunciaran a su religión: garfios de hierro afilados, azotes con punta de plomo, carbones encendidos, etc., etc. Pero nuestro mártir no se dejó asustar y continuó diciendo que prefería morir antes que ser infiel a la religión de Cristo.
Entonces el tribunal decreta que sea despedazado a cuchilladas, primero los brazos, pedazo por pedazo, y luego los pies. Así lo hacen. Arcadio siente que su cuerpo se estremece de dolor, pero al mismo tiempo recibe en su alma una fuerza tal del Espíritu Santo que lo mueve a entonar himnos de adoración y acción de gracias a Dios. Los que están allí presentes se sienten emocionados ante tan enorme valentía.
Cuando le presentan ante sus ojos todos los pedazos de manos y de pies que le habían quitado a cuchilladas, exclama: "Dichoso cuerpo mío que ha podido ofrecer este sacrificio a mi Señor Jesucristo". Y dirigiéndose a los presentes les dice: "Los sufrimientos de esta vida no son comparables con la gloria que nos espera en el cielo. Jamás les ofrezcan oraciones o sacrificios a los ídolos. Sólo hay un Dios verdadero: nuestro Dios que está en el cielo. Y un sólo Señor: Jesucristo, Nuestro Redentor".
Y quedó suavemente dormido. Había muerto mártir de Cristo.
Los paganos se quedaron maravillados de tanto valor, y los cristianos recogieron su cadáver y empezaron a honrarlo como a un gran santo.
San Arcadio
Señor Dios Omnipotente: te pedimos el favor de poder
exclamar como tu mártir San Arcadio:
"primero lograrán sacar de mi cuerpo el corazón,
que sacar de mi alma el amor hacia Jesucristo".
Haz que la esperanza del premio que nos espera en el cielo
nos lleve a resistir con valentía contra los enemigos del alma nuestra. Amen.
Fue martirizado en la persecución de Diocleciano en el año 304, en Mauritania (hoy Argelia), al norte de Africa. Pertenecía a una familia muy distinguida.
Diocleciano había decretado que todo el que se declarara amigo de Cristo debía ser asesinado. Los soldados y policías penetraban a las casas de los cristianos y sacaban arrastrando a hombres y mujeres y si no querían quemar incienso a los ídolos y asistir a las procesiones de los falsos dioses, los llevaban ante los jueces para que los condenaran a muerte.
Arcadio al darse cuenta de todo esto, huyó a las montañas para que no lo llevaran a adorar ídolos. Pero la policía llegó a su casa y se llevó a uno de sus familiares como rehén, amenazando que si Arcadio no aparecía, moriría su familiar.
Entonces el joven regresó de su escondite de la montaña y se presentó ante el tribunal pidiendo que lo apresaran a él pero que dejaran libre a su familiar.
El juez le prometió la libertad para él y para su pariente si adoraba ídolos y les quemaba inciensos. Arcadio respondió: "Yo sólo adoro al Dios Unico del cielo y a su Hijo Jesucristo". Su pariente fue puesto en libertad, pero él fue a la prisión.
Los jueces dispusieron convencerlo a base de amenazas y le dijeron que si no dejaba de ser cristiano lo despedazarían cortándole manos y pies, pedazo por pedazo. Arcadio respondió: "Pueden inventar todos los tormentos que quieran contra mí. Pero estén seguros de que nadie ni nada me apartará del amor de Jesucristo. Espero no traicionar nunca mi fe. Es tan alto el premio que espero en el cielo, que los tormentos de la tierra me parecen pocos con tal de conseguirlo".
Le presentaron entonces ante sus ojos todos los instrumentos con los cuales acostumbraban torturar a los cristianos para que renunciaran a su religión: garfios de hierro afilados, azotes con punta de plomo, carbones encendidos, etc., etc. Pero nuestro mártir no se dejó asustar y continuó diciendo que prefería morir antes que ser infiel a la religión de Cristo.
Entonces el tribunal decreta que sea despedazado a cuchilladas, primero los brazos, pedazo por pedazo, y luego los pies. Así lo hacen. Arcadio siente que su cuerpo se estremece de dolor, pero al mismo tiempo recibe en su alma una fuerza tal del Espíritu Santo que lo mueve a entonar himnos de adoración y acción de gracias a Dios. Los que están allí presentes se sienten emocionados ante tan enorme valentía.
Cuando le presentan ante sus ojos todos los pedazos de manos y de pies que le habían quitado a cuchilladas, exclama: "Dichoso cuerpo mío que ha podido ofrecer este sacrificio a mi Señor Jesucristo". Y dirigiéndose a los presentes les dice: "Los sufrimientos de esta vida no son comparables con la gloria que nos espera en el cielo. Jamás les ofrezcan oraciones o sacrificios a los ídolos. Sólo hay un Dios verdadero: nuestro Dios que está en el cielo. Y un sólo Señor: Jesucristo, Nuestro Redentor".
Y quedó suavemente dormido. Había muerto mártir de Cristo.
Los paganos se quedaron maravillados de tanto valor, y los cristianos recogieron su cadáver y empezaron a honrarlo como a un gran santo.

11 de enero
San Teodosio
Señor Dios: gracias por darnos ejemplos tan maravillosos en tus santos.
Te suplicamos que a imitación de San Teodosio vivamos de
manera tan santa cada día, que a cualquier hora que vengas
a llamarnos a la eternidad nos puedas decir
aquellas palabras del evangelio:
"Bien siervo bueno y prudente: has sido fiel en lo poco,
ahora te constituiré sobre lo mucho". Amen.
Su nombre significa: "Regalo de Dios".
Nació en Turquía en el año de 423.
Sus padres lo acostumbraban desde jovencito a leer cada día con atención una página de la Sagrada Escritura, lo cual le sirvió muchísimo para llegar a la santidad.
Al leer en el Génesis que Abraham agradó a Dios al dejar su patria y su familia para irse a la Tierra Santa a servir al verdadero Dios, dispuso hacer él otro tanto, y dejando sus grandes riquezas y su familia, se fue a Jerusalén. Antes que todo se fue a visitar al famoso San Simeón el Estilita, el cual le anunció muchas de las cosas que le iban a suceder durante su vida y le dio consejos muy prácticos para saber comportarse bien.
Después de visitar en peregrinación a Jerusalén, Belén y Nazaret, se propuso dedicarse a vivir como un religioso solitario. Pero luego, el temor de tener que vivir sin un director espiritual y por lo tanto quedar expuesto a graves equivocaciones, lo hizo quedarse cerca de Belén, donde vivía el más sabio director de religiosos de esas regiones, el abad Longinos.
Después de ser ordenado sacerdote, recibió de Longinos la orden de encargarse del culto de una iglesia que estaba en el camino entre Jerusalén y Belén. Después de los actos de culto en la iglesia se iba a una cueva solitaria a meditar y rezar.
Pronto vinieron muchos jóvenes a pedirle ser admitidos como religiosos. El recibía a todos aquellos que demostraban estar dispuestos sinceramente a hacer penitencia y convertirse. A uno de sus discípulos, el que después fue obispo de Petra, le debemos los datos que vamos a narrar en seguida.
A sus jóvenes religiosos les hacía cavar ellos mismos su propia sepultura (una pala cada noche cada uno, antes de acostarse diciendo: "Yo he de morir, yo no sé cuándo; yo he de morir, yo no sé dónde; yo he de morir, yo so sé cómo; pero lo que sí sé de cierto es que si muero en pecado mortal me condenaré para siempre"). Esto para que recordaran que somos polvo y en polvo nos hemos de convertir y que "a la hora menos pensada vendrá el Hijo de Dios a tomarnos cuentas y que hay que estar preparados, porque no sabemos ni el día ni la hora".
Cuando terminaron de cavar la primera sepultura, el abad Teodosio, les dijo: "La sepultura ya está lista; ¿quién desea ocuparla?". Un sacerdote llamado Basilio se adelantó y dijo: "Padre, si al buen Dios le parece bien así, yo acepto ser el primero en morir. Pero rezad por mí y dadme la bendición". Teodosio mandó que rezaran por Basilio las oraciones por los moribundos. A los cuatro días el sacerdote cayó muerto de repente, sin haber estado enfermo antes. Pero estaba bien preparado para la muerte.
Un día de pascua no había nada con qué almorzar. Los monjes empezaron a murmurar pero Teodosio les recomendó que tuvieran fe en la Divina Providencia. A medio día llegó una recua de mulas cargadas con alimentos. Nadie supo de dónde llegaron ni quién las envió.
Como la fama de santidad de Teodosio atraía muchos jóvenes que venían a vivir como religiosos, tuvo que hacer tres conventos: uno para los que hablaban griego, otro para los que hablaban idiomas eslavos y el tercero para los de idiomas orientales como hebreo, árabe y persa. Todos cerca de Belén. Los salmos los rezaba cada convento en su propio idioma, pero la Eucaristía la celebraban todos juntos en el templo. También construyó Teodosio cerca de Belén tres hospitales: uno con ancianato, otro para los que sufrían toda clase de enfermedades, y el tercero para los que padecían enfermedades mentales. Esta idea era muy nueva en esos tiempos y poco frecuente en el mundo.
Eran tantos los enfermos que venían a ser atendidos, que los historiadores de ese tiempo cuentan que hubo días en que llegaron cien enfermos a ser curados. Cuando no había alimentos o medicinas, Teodosio ponía a sus monjes a rezar con toda fe y las ayudas llegaban de las maneras más inesperadas.
Los monasterios dirigidos por San Teodosio eran como una ciudad de santos en el desierto. Todo se hacía a su tiempo y con exactitud, oración, trabajo, descanso, etc. Cada uno se esmeraba por tratar a los demás como deseaba ser tratado por ellos. El silencio era perfecto. Todos estaban obligados a dedicar varias horas del día a trabajos manuales para conseguir lo necesario para alimentar a tanta gente. El Arzobispo de Jerusalén quedó tan admirado de aquel orden y seriedad, que nombró a Teodosio "Superior de todos los religiosos que vivían en Tierra Santa".
El emperador de Constantinopla apoyaba una herejía que le negaba algunas cualidades de Jesucristo, y para que Teodosio lo apoyara le envió una gran cantidad de dinero. Teodosio recibió el dinero y lo repartió entre los pobres pero recorrió toda Palestina diciéndole a la gente cristiana: "El que enseñe algo acerca de Jesucristo, contrario a lo que enseña la Santa Iglesia Católica, sea maldito". Y los sermones de este santo producían efectos maravillosos en los oyentes.
También obtenía milagros de Dios. Una vez una mujer que tenía un tumor maligno incurable, tocó con fe el manto de Teodosio y quedó curada instantáneamente. El emperador se disgustó porque el abad no apoyaba sus herejías y lo desterró. Pero enseguida murió el emperador, y él que lo reemplazó mandó a nuestro santo que volviera inmediatamente a sus conventos de Belén.
Teodosio enfermó de una afección dolorosísima. Como el había curado a tantos enfermos con su oración, un discípulo le aconsejó que le pidiera a Dios que le quitara la enfermedad. El santo le respondió: "Eso sería falta de paciencia; eso sería no aceptar la santa voluntad del Señor". ¿No sabes que "Todo redunda en bien de los que aman a Dios?".
Cuando sintió que se iba a morir mandó reunir junto a su lecho a sus religiosos y les recomendó vivir de tal manera bien que cada día estuvieran prontos para presentarse ante el Juicio de Dios. Y anunció varios hechos que sucedieron después.
Murió a los 105 años, en el año 529. Era admirable su vigor en la ancianidad, a pesar de que ayunaba y empleaba muchas noches en la oración. De él se pudo decir lo que la S. Biblia afirma de Moisés: "Conservó su robustez y vigor hasta la más avanzada ancianidad". El Arzobispo de Jerusalén y muchísimos cristianos de esa Ciudad Santa asistieron a su entierro y durante sus funerales se obraron varios milagros. Lo sepultaron en la cueva en la cual escamparon los Reyes Magos cuando viajaban de Jerusalén a Belén.
San Teodosio
Señor Dios: gracias por darnos ejemplos tan maravillosos en tus santos.
Te suplicamos que a imitación de San Teodosio vivamos de
manera tan santa cada día, que a cualquier hora que vengas
a llamarnos a la eternidad nos puedas decir
aquellas palabras del evangelio:
"Bien siervo bueno y prudente: has sido fiel en lo poco,
ahora te constituiré sobre lo mucho". Amen.
Su nombre significa: "Regalo de Dios".
Nació en Turquía en el año de 423.
Sus padres lo acostumbraban desde jovencito a leer cada día con atención una página de la Sagrada Escritura, lo cual le sirvió muchísimo para llegar a la santidad.
Al leer en el Génesis que Abraham agradó a Dios al dejar su patria y su familia para irse a la Tierra Santa a servir al verdadero Dios, dispuso hacer él otro tanto, y dejando sus grandes riquezas y su familia, se fue a Jerusalén. Antes que todo se fue a visitar al famoso San Simeón el Estilita, el cual le anunció muchas de las cosas que le iban a suceder durante su vida y le dio consejos muy prácticos para saber comportarse bien.
Después de visitar en peregrinación a Jerusalén, Belén y Nazaret, se propuso dedicarse a vivir como un religioso solitario. Pero luego, el temor de tener que vivir sin un director espiritual y por lo tanto quedar expuesto a graves equivocaciones, lo hizo quedarse cerca de Belén, donde vivía el más sabio director de religiosos de esas regiones, el abad Longinos.
Después de ser ordenado sacerdote, recibió de Longinos la orden de encargarse del culto de una iglesia que estaba en el camino entre Jerusalén y Belén. Después de los actos de culto en la iglesia se iba a una cueva solitaria a meditar y rezar.
Pronto vinieron muchos jóvenes a pedirle ser admitidos como religiosos. El recibía a todos aquellos que demostraban estar dispuestos sinceramente a hacer penitencia y convertirse. A uno de sus discípulos, el que después fue obispo de Petra, le debemos los datos que vamos a narrar en seguida.
A sus jóvenes religiosos les hacía cavar ellos mismos su propia sepultura (una pala cada noche cada uno, antes de acostarse diciendo: "Yo he de morir, yo no sé cuándo; yo he de morir, yo no sé dónde; yo he de morir, yo so sé cómo; pero lo que sí sé de cierto es que si muero en pecado mortal me condenaré para siempre"). Esto para que recordaran que somos polvo y en polvo nos hemos de convertir y que "a la hora menos pensada vendrá el Hijo de Dios a tomarnos cuentas y que hay que estar preparados, porque no sabemos ni el día ni la hora".
Cuando terminaron de cavar la primera sepultura, el abad Teodosio, les dijo: "La sepultura ya está lista; ¿quién desea ocuparla?". Un sacerdote llamado Basilio se adelantó y dijo: "Padre, si al buen Dios le parece bien así, yo acepto ser el primero en morir. Pero rezad por mí y dadme la bendición". Teodosio mandó que rezaran por Basilio las oraciones por los moribundos. A los cuatro días el sacerdote cayó muerto de repente, sin haber estado enfermo antes. Pero estaba bien preparado para la muerte.
Un día de pascua no había nada con qué almorzar. Los monjes empezaron a murmurar pero Teodosio les recomendó que tuvieran fe en la Divina Providencia. A medio día llegó una recua de mulas cargadas con alimentos. Nadie supo de dónde llegaron ni quién las envió.
Como la fama de santidad de Teodosio atraía muchos jóvenes que venían a vivir como religiosos, tuvo que hacer tres conventos: uno para los que hablaban griego, otro para los que hablaban idiomas eslavos y el tercero para los de idiomas orientales como hebreo, árabe y persa. Todos cerca de Belén. Los salmos los rezaba cada convento en su propio idioma, pero la Eucaristía la celebraban todos juntos en el templo. También construyó Teodosio cerca de Belén tres hospitales: uno con ancianato, otro para los que sufrían toda clase de enfermedades, y el tercero para los que padecían enfermedades mentales. Esta idea era muy nueva en esos tiempos y poco frecuente en el mundo.
Eran tantos los enfermos que venían a ser atendidos, que los historiadores de ese tiempo cuentan que hubo días en que llegaron cien enfermos a ser curados. Cuando no había alimentos o medicinas, Teodosio ponía a sus monjes a rezar con toda fe y las ayudas llegaban de las maneras más inesperadas.
Los monasterios dirigidos por San Teodosio eran como una ciudad de santos en el desierto. Todo se hacía a su tiempo y con exactitud, oración, trabajo, descanso, etc. Cada uno se esmeraba por tratar a los demás como deseaba ser tratado por ellos. El silencio era perfecto. Todos estaban obligados a dedicar varias horas del día a trabajos manuales para conseguir lo necesario para alimentar a tanta gente. El Arzobispo de Jerusalén quedó tan admirado de aquel orden y seriedad, que nombró a Teodosio "Superior de todos los religiosos que vivían en Tierra Santa".
El emperador de Constantinopla apoyaba una herejía que le negaba algunas cualidades de Jesucristo, y para que Teodosio lo apoyara le envió una gran cantidad de dinero. Teodosio recibió el dinero y lo repartió entre los pobres pero recorrió toda Palestina diciéndole a la gente cristiana: "El que enseñe algo acerca de Jesucristo, contrario a lo que enseña la Santa Iglesia Católica, sea maldito". Y los sermones de este santo producían efectos maravillosos en los oyentes.
También obtenía milagros de Dios. Una vez una mujer que tenía un tumor maligno incurable, tocó con fe el manto de Teodosio y quedó curada instantáneamente. El emperador se disgustó porque el abad no apoyaba sus herejías y lo desterró. Pero enseguida murió el emperador, y él que lo reemplazó mandó a nuestro santo que volviera inmediatamente a sus conventos de Belén.
Teodosio enfermó de una afección dolorosísima. Como el había curado a tantos enfermos con su oración, un discípulo le aconsejó que le pidiera a Dios que le quitara la enfermedad. El santo le respondió: "Eso sería falta de paciencia; eso sería no aceptar la santa voluntad del Señor". ¿No sabes que "Todo redunda en bien de los que aman a Dios?".
Cuando sintió que se iba a morir mandó reunir junto a su lecho a sus religiosos y les recomendó vivir de tal manera bien que cada día estuvieran prontos para presentarse ante el Juicio de Dios. Y anunció varios hechos que sucedieron después.
Murió a los 105 años, en el año 529. Era admirable su vigor en la ancianidad, a pesar de que ayunaba y empleaba muchas noches en la oración. De él se pudo decir lo que la S. Biblia afirma de Moisés: "Conservó su robustez y vigor hasta la más avanzada ancianidad". El Arzobispo de Jerusalén y muchísimos cristianos de esa Ciudad Santa asistieron a su entierro y durante sus funerales se obraron varios milagros. Lo sepultaron en la cueva en la cual escamparon los Reyes Magos cuando viajaban de Jerusalén a Belén.

8 de Enero
San Severino, predicador
Murió el 9 de enero del año 482, pronunciado la última frase del último salmo de la S. Biblia (el 150): "Todo ser que tiene vida, alabe al Señor".
Había nacido probablemente en Roma el año 410. Es patrono de Viena (Austria) y de Baviera (Alemania).
Su biografía la escribió su discípulo Eugipio.
A nadie decía que era de Roma (la capital del mundo en ese entonces) ni que provenía de una familia noble y rica, pero su perfecto modo de hablar el latín y sus exquisitos modales y su trato finísmo lo decían.
San Severino tenía el don de profecía (anunciar el futuro) y el don de consejo, dos preciosos dones que el Espíritu Santo regala a quienes le rezan con mucha fe.
Se fue a misionar en las orillas del río Danubio en Austria y anunció a las gentes de la ciudad de Astura que si no dejaban sus vicios y no se dedicaban a rezar más y a hacer sacrificios, iban a sufrir un gran castigo. Nadie le hizo caso, y entonces él, declarando que no se hacía responsable de la mala voluntad de esas cabezas tan duras, se fue a la ciudad de Cumana. Pocos días después llegaron los terribles "Hunos", bárbaros de Hungría, y destruyeron totalmente la ciudad de Astura, y mataron a casi todos sus habitantes.
En Cumana, el santo anunció que esa ciudad también iba a recibir castigos si la gente no se convertía. Al principio nadie le hacía caso, pero luego llegó un prófugo que había logrado huir de Astura y les dijo: "Nada de lo terrible que nos sucedió en mi ciudad habría sucedido si le hubiéramos hecho caso a los consejos de este santo. El quiso liberarnos, pero nosotros no quisimos dejarnos ayudar". Entonces las gentes se fueron a los templos a orar y se cerraron las cantinas, y empezaron a portarse mejor y a hacer pequeños sacrificios, y cuando ya los bárbaros estaban llegando, un tremendo terremoto los hizo salir huyendo. Y no entraron a destruir la ciudad.
En Faviana, una ciudad que quedaba junto al Danubio, había mucha carestía porque la nieve no dejaba llegar barcos con comestibles. San Severino amenazó con castigos del cielo a los que habían guardado alimentos en gran cantidad, si no los repartían. Ellos le hicieron caso y los repartieron. Entonces el santo, acompañado de mucho pueblo, se puso a orar y el hielo del río Danubio se derritió y llegaron barcos con provisiones.
Su discípulo preferido, Bonoso, sufría mucho de un mal de ojos. San Severino curaba milagrosamente a muchos enfermos, pero a su discípulo no lo quiso curar, porque le decía: "Enfermo puedes llegar a ser santo. Pero si estás muy sano te vas a perder." Y por 40 años sufrió Bonoso su enfermedad, pero llegó a buen grado de santidad.
El santo iba repitiendo por todas partes aquella frase de la S. Biblia: "Para los que hacen el bien, habrá gloria, honor y paz. Pero para los que hacen el mal, la tristeza y castigos vendrán" (Romanos 2). Y anunciaba que no es cierto lo que se imaginan muchos pecadores: "He pecado y nada malo me ha pasado". Pues todo pecado trae castigos del cielo. Y esto detenía a muchos y les impedía seguir por el camino del vicio y del mal.
San Severino era muy inclinado por temperamento a vivir retirado rezando y por eso durante 30 años fue fundando monasterios, pero las inspiraciones del cielo le mandaban irse a las multitudes a predicar penitencia y conversión. Buscando pecadores para convertir recorría aquellas inmensas llanuras de Austria y Alemania, siempre descalzo, aunque estuviera andando sobre las más heladas nieves, sin comer nada jamás antes de que se ocultara el sol cada día; reuniendo multitudes para predicarles la penitencia y la necesidad de ayudar al pobre y sanando enfermos, despertando en sus oyentes una gran confianza en Dios y un serio temor a ofenderle; vistiendo siempre una túnica desgastada y vieja, pero venerado y respetado por cristianos y bárbaros, y por pobres y ricos, pues todos lo consideraban un verdadero santo.
Se encontró con Odoacro, un pequeño reyezuelo, y le dijo proféticamente: "Hoy te vistes simplemente con una piel sobre el hombro. Pronto repartirás entre los tuyos los lujos de la capital del mundo". Y así sucedió. Odoacro con sus Hérulos conquistó Roma, y por cariño a San Severino respetó el cristianismo y lo apoyó.
Cuando Odoacro desde Roma le mandó ofrecer toda clase de regalos y de honores, el santo lo único que le pidió fue que respetara la religión y que a un pobre hombre que habían desterrado injustamente, le concediera la gracia de poder volver a su patria y a su familia. Así se hizo.
Giboldo, rey de los bárbaros alamanos, pensaba destruir la ciudad de Batavia, San Severino le rogó por la ciudad y el rey bárbaro le perdonó por el extraordinario aprecio que le tenía a la santidad de este hombre.
En otra ciudad predicó la necesidad de hacer penitencia. La gente dijo que en vez de enseñarles a hacer penitencia les ayudara a comerciar con otras ciudades. El les respondió: "¿Para qué comerciar, si esta ciudad se va a convertir en un desierto a causa de la maldad de sus habitantes?". Y se alejó de la ciudad. Poco después llegaron los bárbaros y destruyeron la ciudad y mataron a mucha gente.
En Tulnman llegó una terrible plaga que destruía todos los cultivos. La gente acudió a San Severino, el cual les dijo: "El remedio es rezar, dar limosnas a los pobres y hacer penitencia". Toda la gente se fue al templo a rezar con él. Menos un hacendado que se quedó en su campo por pereza de ir a rezar. A los tres días la plaga se había ido de todas las demás fincas, menos de la inca del haciendo perezoso, el cual vio devorada por plagas toda su cosecha de ese año.
En Kuntzing, ciudad a las orillas del Danubio, este río hacía grandes destrozos en sus inundaciones, y le hacía mucho daño al templo católico que estaba construido a la orilla de las aguas. San Severino llegó, colocó una gran cruz en la puerta de la Iglesia y dijo al Danubio: "No te dejará mi Señor Jesucristo que pases del sitio donde está su santa cruz". El río obedeció siempre y ya nunca pasaron sus crecientes del lugar donde estaba la cruz puesta por el santo.
El 6 de enero del año 482, fiesta de la Epifanía, sintió que se iba a morir, llamó entonces a las autoridades civiles de la ciudad y les dijo: "Si quieren tener la bendición de Dios respeten mucho los derechos de los demás. Ayuden a los necesitados y esmérense por ayudar todo lo más posible a los monasterios y a los templos". Y entonando el salmo 150 se murió, el 8 de enero.
A los seis años fueron a sacar sus restos y lo encontraron incorrupto, como si estuviera recién enterrado. Al levantarle los párpados vieron que sus bellos ojos azules brillaban como si apenas estuviera dormido.
Sus restos han sido venerados por muchos siglos, en Nápoles.
En Austria todavía se conserva en uno de los conventos fundados por él, la celda donde el santo pasaba horas y horas rezando por la conversión de los pecadores y la paz del mundo.
Señor Jesús: que no nos suceda nunca ser castigados por la justicia Divina como aquellos pueblos que no quisieron escuchar la invitación de San Severino a convertirse. Recuérdanos la frase del libro santo: "Hoy si escucháis la voz de Dios no endurezcáis vuestro corazón" (Salmo 94). Que escuchemos siempre a los profetas que nos llaman a la conversión, y que dejando nuestra mala vida pasada, salvemos nuestra alma. Amén.
San Severino, predicador
Murió el 9 de enero del año 482, pronunciado la última frase del último salmo de la S. Biblia (el 150): "Todo ser que tiene vida, alabe al Señor".
Había nacido probablemente en Roma el año 410. Es patrono de Viena (Austria) y de Baviera (Alemania).
Su biografía la escribió su discípulo Eugipio.
A nadie decía que era de Roma (la capital del mundo en ese entonces) ni que provenía de una familia noble y rica, pero su perfecto modo de hablar el latín y sus exquisitos modales y su trato finísmo lo decían.
San Severino tenía el don de profecía (anunciar el futuro) y el don de consejo, dos preciosos dones que el Espíritu Santo regala a quienes le rezan con mucha fe.
Se fue a misionar en las orillas del río Danubio en Austria y anunció a las gentes de la ciudad de Astura que si no dejaban sus vicios y no se dedicaban a rezar más y a hacer sacrificios, iban a sufrir un gran castigo. Nadie le hizo caso, y entonces él, declarando que no se hacía responsable de la mala voluntad de esas cabezas tan duras, se fue a la ciudad de Cumana. Pocos días después llegaron los terribles "Hunos", bárbaros de Hungría, y destruyeron totalmente la ciudad de Astura, y mataron a casi todos sus habitantes.
En Cumana, el santo anunció que esa ciudad también iba a recibir castigos si la gente no se convertía. Al principio nadie le hacía caso, pero luego llegó un prófugo que había logrado huir de Astura y les dijo: "Nada de lo terrible que nos sucedió en mi ciudad habría sucedido si le hubiéramos hecho caso a los consejos de este santo. El quiso liberarnos, pero nosotros no quisimos dejarnos ayudar". Entonces las gentes se fueron a los templos a orar y se cerraron las cantinas, y empezaron a portarse mejor y a hacer pequeños sacrificios, y cuando ya los bárbaros estaban llegando, un tremendo terremoto los hizo salir huyendo. Y no entraron a destruir la ciudad.
En Faviana, una ciudad que quedaba junto al Danubio, había mucha carestía porque la nieve no dejaba llegar barcos con comestibles. San Severino amenazó con castigos del cielo a los que habían guardado alimentos en gran cantidad, si no los repartían. Ellos le hicieron caso y los repartieron. Entonces el santo, acompañado de mucho pueblo, se puso a orar y el hielo del río Danubio se derritió y llegaron barcos con provisiones.
Su discípulo preferido, Bonoso, sufría mucho de un mal de ojos. San Severino curaba milagrosamente a muchos enfermos, pero a su discípulo no lo quiso curar, porque le decía: "Enfermo puedes llegar a ser santo. Pero si estás muy sano te vas a perder." Y por 40 años sufrió Bonoso su enfermedad, pero llegó a buen grado de santidad.
El santo iba repitiendo por todas partes aquella frase de la S. Biblia: "Para los que hacen el bien, habrá gloria, honor y paz. Pero para los que hacen el mal, la tristeza y castigos vendrán" (Romanos 2). Y anunciaba que no es cierto lo que se imaginan muchos pecadores: "He pecado y nada malo me ha pasado". Pues todo pecado trae castigos del cielo. Y esto detenía a muchos y les impedía seguir por el camino del vicio y del mal.
San Severino era muy inclinado por temperamento a vivir retirado rezando y por eso durante 30 años fue fundando monasterios, pero las inspiraciones del cielo le mandaban irse a las multitudes a predicar penitencia y conversión. Buscando pecadores para convertir recorría aquellas inmensas llanuras de Austria y Alemania, siempre descalzo, aunque estuviera andando sobre las más heladas nieves, sin comer nada jamás antes de que se ocultara el sol cada día; reuniendo multitudes para predicarles la penitencia y la necesidad de ayudar al pobre y sanando enfermos, despertando en sus oyentes una gran confianza en Dios y un serio temor a ofenderle; vistiendo siempre una túnica desgastada y vieja, pero venerado y respetado por cristianos y bárbaros, y por pobres y ricos, pues todos lo consideraban un verdadero santo.
Se encontró con Odoacro, un pequeño reyezuelo, y le dijo proféticamente: "Hoy te vistes simplemente con una piel sobre el hombro. Pronto repartirás entre los tuyos los lujos de la capital del mundo". Y así sucedió. Odoacro con sus Hérulos conquistó Roma, y por cariño a San Severino respetó el cristianismo y lo apoyó.
Cuando Odoacro desde Roma le mandó ofrecer toda clase de regalos y de honores, el santo lo único que le pidió fue que respetara la religión y que a un pobre hombre que habían desterrado injustamente, le concediera la gracia de poder volver a su patria y a su familia. Así se hizo.
Giboldo, rey de los bárbaros alamanos, pensaba destruir la ciudad de Batavia, San Severino le rogó por la ciudad y el rey bárbaro le perdonó por el extraordinario aprecio que le tenía a la santidad de este hombre.
En otra ciudad predicó la necesidad de hacer penitencia. La gente dijo que en vez de enseñarles a hacer penitencia les ayudara a comerciar con otras ciudades. El les respondió: "¿Para qué comerciar, si esta ciudad se va a convertir en un desierto a causa de la maldad de sus habitantes?". Y se alejó de la ciudad. Poco después llegaron los bárbaros y destruyeron la ciudad y mataron a mucha gente.
En Tulnman llegó una terrible plaga que destruía todos los cultivos. La gente acudió a San Severino, el cual les dijo: "El remedio es rezar, dar limosnas a los pobres y hacer penitencia". Toda la gente se fue al templo a rezar con él. Menos un hacendado que se quedó en su campo por pereza de ir a rezar. A los tres días la plaga se había ido de todas las demás fincas, menos de la inca del haciendo perezoso, el cual vio devorada por plagas toda su cosecha de ese año.
En Kuntzing, ciudad a las orillas del Danubio, este río hacía grandes destrozos en sus inundaciones, y le hacía mucho daño al templo católico que estaba construido a la orilla de las aguas. San Severino llegó, colocó una gran cruz en la puerta de la Iglesia y dijo al Danubio: "No te dejará mi Señor Jesucristo que pases del sitio donde está su santa cruz". El río obedeció siempre y ya nunca pasaron sus crecientes del lugar donde estaba la cruz puesta por el santo.
El 6 de enero del año 482, fiesta de la Epifanía, sintió que se iba a morir, llamó entonces a las autoridades civiles de la ciudad y les dijo: "Si quieren tener la bendición de Dios respeten mucho los derechos de los demás. Ayuden a los necesitados y esmérense por ayudar todo lo más posible a los monasterios y a los templos". Y entonando el salmo 150 se murió, el 8 de enero.
A los seis años fueron a sacar sus restos y lo encontraron incorrupto, como si estuviera recién enterrado. Al levantarle los párpados vieron que sus bellos ojos azules brillaban como si apenas estuviera dormido.
Sus restos han sido venerados por muchos siglos, en Nápoles.
En Austria todavía se conserva en uno de los conventos fundados por él, la celda donde el santo pasaba horas y horas rezando por la conversión de los pecadores y la paz del mundo.
Señor Jesús: que no nos suceda nunca ser castigados por la justicia Divina como aquellos pueblos que no quisieron escuchar la invitación de San Severino a convertirse. Recuérdanos la frase del libro santo: "Hoy si escucháis la voz de Dios no endurezcáis vuestro corazón" (Salmo 94). Que escuchemos siempre a los profetas que nos llaman a la conversión, y que dejando nuestra mala vida pasada, salvemos nuestra alma. Amén.

7 de Enero
San Raimundo de Peñafort
Raimundo significa "Buen consejo". Nació en Peñafort, cerca de Barcelona, España, en 1175. A los 20 años ya era profesor de filosofía en un colegio de Barcelona, y a los 30 años era profesor en la famosa Universidad de Bolonia (Italia), donde se había doctorado.
En 1222 entró en la Comunidad de Padres Dominicos cuando apenas hacía ocho meses que había muerto San Domingo de Guzmán, el fundador de esa Comunidad.
Pidió a sus superiores que le pusieran oficios duros y humillantes para hacer penitencia de sus pecados, especialmente de su orgullo. Pero los superiores le pusieron por oficio y tarea el dedicarse a coleccionar las respuestas que los sabios antiguos de la Iglesia daban a ciertas preguntas difíciles de los fieles, lo cual llamó "Casos de conciencia" y compuso entonces su famoso libro llamado "Summa" o resumen de respuestas difíciles en la confesión.
Raimundo obtuvo de Dios la "eficacia de la palabra", o sea que su predicación lograra conmover a los oyentes y convertirlos. Y así recorrió ciudades y campos de Aragón, Castilla y Cataluña y los que lo acompañaban decían que parecía casi imposible que un predicador lograra tantas transformaciones con sus sermones.
Junto con San Pedro Nolasco, Raimundo fundó la Comunidad de los Padres Mercedarios, dedicada a rescatar a los cristianos secuestrados por los mahometanos o turcos.
En 1230 el Papa Gregorio IX llamó a Raimundo a Roma y entre otros cargos que le dio, lo nombró su confesor. Una de las penitencias que éste santo le puso al Sumo Pontífice fue que atendiera siempre muy bien las peticiones que le hicieran los pobres.
El Papa le encomendó que recogiera y publicara todos los decretos que habían dado los Pontífices y los Concilios. Después de tres años de trabajo publicó su famosísimo libro titulado "Decretales", el cual han tenido que consultar después por varios siglos todos los que quieren saber que ordenaron o qué prohibieron los Pontífices y Concilios de la antigüedad.
El Pontífice lo nombró obispo, pero poco después el santo obtuvo que el Papa le aceptara la renuncia. Los religiosos de su Comunidad lo eligieron Superior General, pero a los dos años renunció. Se consideraba apto para predicar y escribir, pero no para mandar.
Los últimos 33 años de su vida los dedicó a convertir cristianos pecadores y a obtener que muchos musulmanes se pasaran al cristianismo. En una carta a su superior en 1256 le informa que ya ha logrado que 10,000 mahometanos se vuelvan cristianos.
Este santo murió cuando estaba por cumplir los 100 años, en 1275. Dos reyes asistieron a su entierro y en su sepulcro se obraron maravillosos milagros.
San Raimundo de Peñafort
Raimundo significa "Buen consejo". Nació en Peñafort, cerca de Barcelona, España, en 1175. A los 20 años ya era profesor de filosofía en un colegio de Barcelona, y a los 30 años era profesor en la famosa Universidad de Bolonia (Italia), donde se había doctorado.
En 1222 entró en la Comunidad de Padres Dominicos cuando apenas hacía ocho meses que había muerto San Domingo de Guzmán, el fundador de esa Comunidad.
Pidió a sus superiores que le pusieran oficios duros y humillantes para hacer penitencia de sus pecados, especialmente de su orgullo. Pero los superiores le pusieron por oficio y tarea el dedicarse a coleccionar las respuestas que los sabios antiguos de la Iglesia daban a ciertas preguntas difíciles de los fieles, lo cual llamó "Casos de conciencia" y compuso entonces su famoso libro llamado "Summa" o resumen de respuestas difíciles en la confesión.
Raimundo obtuvo de Dios la "eficacia de la palabra", o sea que su predicación lograra conmover a los oyentes y convertirlos. Y así recorrió ciudades y campos de Aragón, Castilla y Cataluña y los que lo acompañaban decían que parecía casi imposible que un predicador lograra tantas transformaciones con sus sermones.
Junto con San Pedro Nolasco, Raimundo fundó la Comunidad de los Padres Mercedarios, dedicada a rescatar a los cristianos secuestrados por los mahometanos o turcos.
En 1230 el Papa Gregorio IX llamó a Raimundo a Roma y entre otros cargos que le dio, lo nombró su confesor. Una de las penitencias que éste santo le puso al Sumo Pontífice fue que atendiera siempre muy bien las peticiones que le hicieran los pobres.
El Papa le encomendó que recogiera y publicara todos los decretos que habían dado los Pontífices y los Concilios. Después de tres años de trabajo publicó su famosísimo libro titulado "Decretales", el cual han tenido que consultar después por varios siglos todos los que quieren saber que ordenaron o qué prohibieron los Pontífices y Concilios de la antigüedad.
El Pontífice lo nombró obispo, pero poco después el santo obtuvo que el Papa le aceptara la renuncia. Los religiosos de su Comunidad lo eligieron Superior General, pero a los dos años renunció. Se consideraba apto para predicar y escribir, pero no para mandar.
Los últimos 33 años de su vida los dedicó a convertir cristianos pecadores y a obtener que muchos musulmanes se pasaran al cristianismo. En una carta a su superior en 1256 le informa que ya ha logrado que 10,000 mahometanos se vuelvan cristianos.
Este santo murió cuando estaba por cumplir los 100 años, en 1275. Dos reyes asistieron a su entierro y en su sepulcro se obraron maravillosos milagros.

Epifanía del Señor
6 de enero
La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún que la misma Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y en Occidente se la adoptó en el curso del IV. Epifanía, voz griega que a veces se ha usado como nombre de persona, significa "manifestación", pues el Señor se reveló a los paganos en la persona de los magos.Tres misterios se han solido celebrar en esta sola fiesta, por ser tradición antiquísima que sucedieron en una misma fecha aunque no en un mismo año; estos acontecimientos salvíficos son la adoración de los magos, el bautismo de Cristo por Juan y el primer milagro que Jesucristo, por intercesión de su madre, realizó en las bodas de Caná y que, como lo señala el evangelista Juan, fue motivo de que los discípulos creyeran en su Maestro como Dios.
Para los occidentales, que, como queda dicho más arriba, aceptaron la fiesta alrededor del año 400, la Epifanía es popularmente el día de los reyes magos. En la antífona de entrada de la misa correspondiente a esta solemnidad se canta: "Ya viene el Señor del universo. en sus manos está la realeza, el poder y el imperio". El verdadero rey que debemos contemplar en esta festividad es el pequeño Jesús. Las oraciones litúrgicas se refieren a la estrella que condujo a los magos junto al Niño Divino, al que buscaban para adorarlo.
Precisamente en esta adoración han visto los santos padres la aceptación de la divinidad de Jesucristo por parte de los pueblos paganos. Los magos supieron utilizar sus conocimientos-en su caso, la astronomía de su tiempo- para descubrir al Salvador, prometido por medio de Israel, a todos los hombres.
El sagrado misterio de la Epifanía está referido en el evangelio de san Mateo. Al llegar los magos a Jerusalén, éstos preguntaron en la corte el paradero del "Rey de los judíos". Los maestros de la ley supieron informarles que el Mesías del Señor debía nacer en Belén, la pequeña ciudad natal de David; sin embargo fueron incapaces de ir a adorarlo junto con los extranjeros. Los magos, llegados al lugar donde estaban el niño con María su madre, ofrecieron oro, incienso y mirra, sustancias preciosas en las que la tradición ha querido ver el reconocimiento implícito de la realeza mesiánica de Cristo (oro), de su divinidad (incienso) y de su humanidad (mirra).
A Melchor, Gaspar y Baltasar -nombres que les ha atribuido la leyenda, considerándolos tres por ser triple el don presentado, según el texto evangélico -puede llamárselos adecuadamente peregrinos de la estrella. Los orientales llamaban magos a sus doctores; en lengua persa, mago significa "sacerdote". La tradición, más tarde, ha dado a estos personajes el título de reyes, como buscando destacar más aún la solemnidad del episodio que, en sí mismo, es humilde y sencillo. Esta atribución de realeza a los visitantes ha sido apoyada ocasionalmente en numerosos pasajes de la Escritura que describen el homenaje que el Mesías de Israel recibe por parte de los reyes extranjeros.
La Epifanía, como lo expresa la liturgia, anticipa nuestra participación en la gloria de la inmortalidad de Cristo manifestada en una naturaleza mortal como la nuestra. Es, pues, una fiesta de esperanza que prolonga la luz de Navidad.
Esta solemnidad debería ser muy especialmente observada por los pueblos que, como el nuestro, no pertenecen a Israel según la sangre. En los tiempos antiguos, sólo los profetas, inspirados por Dios mismo, llegaron a vislumbrar el estupendo designio del Señor: salvar a la humanidad entera, y no exclusivamente al pueblo elegido.
Con conciencia siempre creciente de la misericordia del Señor, construyamos desde hoy nuestra espiritualidad personal y comunitaria en la tolerancia y la comprensión de los que son distintos en su conducta religiosa, o proceden de pueblos y culturas diferentes a los nuestros.
Sólo Dios salva: las actitudes y los valores humanos, la raza, la lengua, las costumbres, participan de este don redentor si se adecuan a la voluntad redentora de Dios, "nunca" por méritos propios. Las diversas culturas están llamadas a encarnar el evangelio de Cristo, según su genio propio, no a sustituirlo, pues es único, original y eterno.
6 de enero
La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún que la misma Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y en Occidente se la adoptó en el curso del IV. Epifanía, voz griega que a veces se ha usado como nombre de persona, significa "manifestación", pues el Señor se reveló a los paganos en la persona de los magos.Tres misterios se han solido celebrar en esta sola fiesta, por ser tradición antiquísima que sucedieron en una misma fecha aunque no en un mismo año; estos acontecimientos salvíficos son la adoración de los magos, el bautismo de Cristo por Juan y el primer milagro que Jesucristo, por intercesión de su madre, realizó en las bodas de Caná y que, como lo señala el evangelista Juan, fue motivo de que los discípulos creyeran en su Maestro como Dios.
Para los occidentales, que, como queda dicho más arriba, aceptaron la fiesta alrededor del año 400, la Epifanía es popularmente el día de los reyes magos. En la antífona de entrada de la misa correspondiente a esta solemnidad se canta: "Ya viene el Señor del universo. en sus manos está la realeza, el poder y el imperio". El verdadero rey que debemos contemplar en esta festividad es el pequeño Jesús. Las oraciones litúrgicas se refieren a la estrella que condujo a los magos junto al Niño Divino, al que buscaban para adorarlo.
Precisamente en esta adoración han visto los santos padres la aceptación de la divinidad de Jesucristo por parte de los pueblos paganos. Los magos supieron utilizar sus conocimientos-en su caso, la astronomía de su tiempo- para descubrir al Salvador, prometido por medio de Israel, a todos los hombres.
El sagrado misterio de la Epifanía está referido en el evangelio de san Mateo. Al llegar los magos a Jerusalén, éstos preguntaron en la corte el paradero del "Rey de los judíos". Los maestros de la ley supieron informarles que el Mesías del Señor debía nacer en Belén, la pequeña ciudad natal de David; sin embargo fueron incapaces de ir a adorarlo junto con los extranjeros. Los magos, llegados al lugar donde estaban el niño con María su madre, ofrecieron oro, incienso y mirra, sustancias preciosas en las que la tradición ha querido ver el reconocimiento implícito de la realeza mesiánica de Cristo (oro), de su divinidad (incienso) y de su humanidad (mirra).
A Melchor, Gaspar y Baltasar -nombres que les ha atribuido la leyenda, considerándolos tres por ser triple el don presentado, según el texto evangélico -puede llamárselos adecuadamente peregrinos de la estrella. Los orientales llamaban magos a sus doctores; en lengua persa, mago significa "sacerdote". La tradición, más tarde, ha dado a estos personajes el título de reyes, como buscando destacar más aún la solemnidad del episodio que, en sí mismo, es humilde y sencillo. Esta atribución de realeza a los visitantes ha sido apoyada ocasionalmente en numerosos pasajes de la Escritura que describen el homenaje que el Mesías de Israel recibe por parte de los reyes extranjeros.
La Epifanía, como lo expresa la liturgia, anticipa nuestra participación en la gloria de la inmortalidad de Cristo manifestada en una naturaleza mortal como la nuestra. Es, pues, una fiesta de esperanza que prolonga la luz de Navidad.
Esta solemnidad debería ser muy especialmente observada por los pueblos que, como el nuestro, no pertenecen a Israel según la sangre. En los tiempos antiguos, sólo los profetas, inspirados por Dios mismo, llegaron a vislumbrar el estupendo designio del Señor: salvar a la humanidad entera, y no exclusivamente al pueblo elegido.
Con conciencia siempre creciente de la misericordia del Señor, construyamos desde hoy nuestra espiritualidad personal y comunitaria en la tolerancia y la comprensión de los que son distintos en su conducta religiosa, o proceden de pueblos y culturas diferentes a los nuestros.
Sólo Dios salva: las actitudes y los valores humanos, la raza, la lengua, las costumbres, participan de este don redentor si se adecuan a la voluntad redentora de Dios, "nunca" por méritos propios. Las diversas culturas están llamadas a encarnar el evangelio de Cristo, según su genio propio, no a sustituirlo, pues es único, original y eterno.

5 de Enero
San Simeón Estilita
Señor Jesucristo; haz que como Simeón el Estilita, recordemos todos aquellas palabras tuyas: "Si no hacéis penitencia, todos pereceréis" y que nos dediquemos también a ofrecer penitencias por nuestros pecados y por los pecados del mundo entero. Amén.
Nace cerca del año 400 en el pueblo de Sisan, en Cilicia, cerca de Tarso, donde nació San Pablo. (Estilita significa: el que vive en una columna).
De pequeño se dedicaba a pastorear ovejas por los campos, pero un día, al entrar en una iglesia, oyó al sacerdote leer en el sermón de la Montaña las bienaventuranzas, en el capítulo 5 del evangelio de San Mateo. Se entusiasmó al oír que Jesús anuncia: "Dichosos serán los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios". Se acercó a un anciano y le preguntó qué debería hacer para cumplir esas bienaventuranzas y ser dichoso. El anciano le respondió: "Lo más seguro seria irse de religioso a un monasterio".
Se estaba preparando para ingresar a un monasterio, y pedía mucho a Dios que le iluminara qué debía hacer para lograr ser santo e irse al cielo, y tuvo un sueño: vio que empezaba a edificar el edificio de su santidad y que cavaba en el suelo para colocar los cimientos y una voz le recomendaba: "Ahondar más, ahondar más". Y al fin oyó que la voz le decía: "Sólo cuando seas lo suficientemente humilde, serás santo".
A los 15 años entró a un monasterio y como era muy difícil conseguir libros para rezar, se aprendió de memoria los 150 salmos de la S. Biblia, para rezarlos todos cada semana, 21 cada día.
Se le considera el inventor del cilicio, o sea de una cuerda hiriente que algunos penitentes se amarran en la cintura para hacer penitencia. Se ató a la cintura un bejuco espinoso y no se lo quitaba ni de día ni de noche. Esto para lograr dominar sus tentaciones. Un día el superior del monasterio se dio cuenta de que derramaba gotas de sangre y lo mandó a la enfermería, donde encontraron que la cuerda o cilicio se le había incrustado entre la carne. Difícilmente lograron quitarle la cuerda, con paños de agua caliente. Y el abad o superior le pidió que se fuera para otro sitio, porque allí su ejemplo de tan extrema penitencia podía llevar a los hermanos a exagerar en las mortificaciones.
Se fue a vivir en una cisterna seca, abandonada, y después de estar allí cinco días en oración se le ocurrió la idea de pasar los 40 días de cuaresma sin comer ni beber, como Jesús. Le consultó a un anciano y éste le dijo: "Para morirse de hambre hay que pasar 55 días sin comer. Puede hacer el ensayo, pero para no poner en demasiado peligro la vida, dejaré allí cerca de usted diez panes y una jarra de agua, y si ve que va desfallecer, come y bebe." Así se hizo. Los primeros 14 días de cuaresma rezó de pie. Los siguientes 14 rezó sentado. Los últimos días de la cuaresma era tanta su debilidad que tenía que rezar acostado en el suelo. El domingo de Resurrección llegó el anciano y lo encontró desmayado y el agua y los panes sin probar. Le mojó los labios con un algodón empañado en agua, le dio un poquito de pan, y recobró las fuerzas. Y así paso todas las demás cuaresmas de su larga vida, como penitencia de sus pecados y para obtener la conversión de los pecadores.
Se fue a una cueva del desierto para no dejarse dominar por la tentación de volverse a la ciudad, llamó a un cerrajero y se hizo atar con una cadena de hierro a una roca y mandó soldar la cadena para no podérsela quitar. Pero varias semanas después pasó por allí el Obispo de Antioquía y le dijo: "Las fieras sí hay que atarlas con cadenas, pero al ser humano le basta su razón y la gracia de Dios para no excederse ni irse a donde no debe". Entonces Simeón, que era humilde y obediente, se mandó quita la cadena.
De todos los países vecinos y aun de países lejanos venían a su cueva a consultarlo y a pedirle consejos y las gentes se le acercaban para tocar su cuerpo con objetos para llevarlos en señal de bendición, y hasta le quitaban pedacitos de su manto para llevarlos como reliquias. Entonces para evitar que tanta gente viniera a distraerlo en su vida de oración, se ideó un modo de vivir totalmente nuevo y raro: se hizo construir una columna de tres metros para vivir allí al sol, al agua, y al viento. Después mandó hacer una columna de 7 metros, y más tarde, como la gente todavía trataba de subirse hasta allá, hizo levantar una columna de 17 metros, y allí pasó sus últimos 37 años de su vida.
Columna se dice "Stilos" en griego, por eso lo llamaron "Simeón el estilita". No comía sino una vez por semana. La mayor parte del día y la noche la pasaba rezando. Unos ratos de pie, otros arrodillado y otros tocando el piso de su columna con la frente. Cuando oraba de pie, hacía reverencias continuamente con la cabeza, en señal de respeto hacia Dios. En un día le contaron más de mil inclinaciones de cabeza. Un sacerdote le llevaba cada día la Sagrada Comunión.
Para que nadie vaya a creer que estamos narrando cuentos inventados o leyendas, recordamos que la vida de San Simeón Estilita la escribió Teodoreto, quien era monje en aquel tiempo y fue luego Obispo de Ciro, ciudad cercana al sitio de los hechos. Un siglo más tarde, un famoso abogado llamado Evagrio escribió también la historia de San Simeón y dice que las personas que fueron testigos de la vida de este santo afirmaban que todo lo que cuenta Teodoreto es cierto. Las gentes acudían por montones a pedir consejos. El les predicaba dos veces por día desde su columna y los corregía de sus malas costumbres. Y entre sermón y sermón oía sus súplicas, oraba por ellos y resolvía pleitos entre los que estaban peleados, para amistarlos otra vez. A muchos ricos los convencía para que perdonaran las deudas a los pobres que no les podían pagar.
Convirtió a miles de paganos. Un famoso asesino, al oírlo predicar, empezó a pedir perdón a Dios a gritos y llorando. Algunos lo insultaban para probar su paciencia y nunca respondió a los insultos ni demostró disgusto por ellos. Hasta Obispos venían a consultarlo, y el Emperador Marciano de Constantinopla se disfrazó de peregrino y se fue a escucharlo y se quedó admirado del modo tan santo como vivía y hablaba. Para saber si la vida que llevaba en la columna era santidad y virtud y no sólo un capricho, los monjes vecinos vivieron y le dieron orden a gritos de que se bajara de la columna y se fuera a vivir con los demás. Simeón, que sabía que sin humildad y obediencia no hay santidad, se dispuso inmediatamente a bajarse de allí, pero los monjes al ver su docilidad le gritaron que se quedara otra vez allá arriba porque esa era la voluntad de Dios.
Murió el 5 de enero del año 459. Estaba arrodillado rezando, con la cabeza inclinada, y así se quedó muerto, como si estuviera dormido. El emperador tuvo que mandar un batallón de ejército porque las gentes querían llevarse el cadáver, cada uno para su ciudad. En su sepulcro se obraron muchos milagros y junto al sitio donde estaba su columna se construyó un gran monasterio para monjes que deseaban hacer penitencia.
San Simeón Estilita
Señor Jesucristo; haz que como Simeón el Estilita, recordemos todos aquellas palabras tuyas: "Si no hacéis penitencia, todos pereceréis" y que nos dediquemos también a ofrecer penitencias por nuestros pecados y por los pecados del mundo entero. Amén.
Nace cerca del año 400 en el pueblo de Sisan, en Cilicia, cerca de Tarso, donde nació San Pablo. (Estilita significa: el que vive en una columna).
De pequeño se dedicaba a pastorear ovejas por los campos, pero un día, al entrar en una iglesia, oyó al sacerdote leer en el sermón de la Montaña las bienaventuranzas, en el capítulo 5 del evangelio de San Mateo. Se entusiasmó al oír que Jesús anuncia: "Dichosos serán los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios". Se acercó a un anciano y le preguntó qué debería hacer para cumplir esas bienaventuranzas y ser dichoso. El anciano le respondió: "Lo más seguro seria irse de religioso a un monasterio".
Se estaba preparando para ingresar a un monasterio, y pedía mucho a Dios que le iluminara qué debía hacer para lograr ser santo e irse al cielo, y tuvo un sueño: vio que empezaba a edificar el edificio de su santidad y que cavaba en el suelo para colocar los cimientos y una voz le recomendaba: "Ahondar más, ahondar más". Y al fin oyó que la voz le decía: "Sólo cuando seas lo suficientemente humilde, serás santo".
A los 15 años entró a un monasterio y como era muy difícil conseguir libros para rezar, se aprendió de memoria los 150 salmos de la S. Biblia, para rezarlos todos cada semana, 21 cada día.
Se le considera el inventor del cilicio, o sea de una cuerda hiriente que algunos penitentes se amarran en la cintura para hacer penitencia. Se ató a la cintura un bejuco espinoso y no se lo quitaba ni de día ni de noche. Esto para lograr dominar sus tentaciones. Un día el superior del monasterio se dio cuenta de que derramaba gotas de sangre y lo mandó a la enfermería, donde encontraron que la cuerda o cilicio se le había incrustado entre la carne. Difícilmente lograron quitarle la cuerda, con paños de agua caliente. Y el abad o superior le pidió que se fuera para otro sitio, porque allí su ejemplo de tan extrema penitencia podía llevar a los hermanos a exagerar en las mortificaciones.
Se fue a vivir en una cisterna seca, abandonada, y después de estar allí cinco días en oración se le ocurrió la idea de pasar los 40 días de cuaresma sin comer ni beber, como Jesús. Le consultó a un anciano y éste le dijo: "Para morirse de hambre hay que pasar 55 días sin comer. Puede hacer el ensayo, pero para no poner en demasiado peligro la vida, dejaré allí cerca de usted diez panes y una jarra de agua, y si ve que va desfallecer, come y bebe." Así se hizo. Los primeros 14 días de cuaresma rezó de pie. Los siguientes 14 rezó sentado. Los últimos días de la cuaresma era tanta su debilidad que tenía que rezar acostado en el suelo. El domingo de Resurrección llegó el anciano y lo encontró desmayado y el agua y los panes sin probar. Le mojó los labios con un algodón empañado en agua, le dio un poquito de pan, y recobró las fuerzas. Y así paso todas las demás cuaresmas de su larga vida, como penitencia de sus pecados y para obtener la conversión de los pecadores.
Se fue a una cueva del desierto para no dejarse dominar por la tentación de volverse a la ciudad, llamó a un cerrajero y se hizo atar con una cadena de hierro a una roca y mandó soldar la cadena para no podérsela quitar. Pero varias semanas después pasó por allí el Obispo de Antioquía y le dijo: "Las fieras sí hay que atarlas con cadenas, pero al ser humano le basta su razón y la gracia de Dios para no excederse ni irse a donde no debe". Entonces Simeón, que era humilde y obediente, se mandó quita la cadena.
De todos los países vecinos y aun de países lejanos venían a su cueva a consultarlo y a pedirle consejos y las gentes se le acercaban para tocar su cuerpo con objetos para llevarlos en señal de bendición, y hasta le quitaban pedacitos de su manto para llevarlos como reliquias. Entonces para evitar que tanta gente viniera a distraerlo en su vida de oración, se ideó un modo de vivir totalmente nuevo y raro: se hizo construir una columna de tres metros para vivir allí al sol, al agua, y al viento. Después mandó hacer una columna de 7 metros, y más tarde, como la gente todavía trataba de subirse hasta allá, hizo levantar una columna de 17 metros, y allí pasó sus últimos 37 años de su vida.
Columna se dice "Stilos" en griego, por eso lo llamaron "Simeón el estilita". No comía sino una vez por semana. La mayor parte del día y la noche la pasaba rezando. Unos ratos de pie, otros arrodillado y otros tocando el piso de su columna con la frente. Cuando oraba de pie, hacía reverencias continuamente con la cabeza, en señal de respeto hacia Dios. En un día le contaron más de mil inclinaciones de cabeza. Un sacerdote le llevaba cada día la Sagrada Comunión.
Para que nadie vaya a creer que estamos narrando cuentos inventados o leyendas, recordamos que la vida de San Simeón Estilita la escribió Teodoreto, quien era monje en aquel tiempo y fue luego Obispo de Ciro, ciudad cercana al sitio de los hechos. Un siglo más tarde, un famoso abogado llamado Evagrio escribió también la historia de San Simeón y dice que las personas que fueron testigos de la vida de este santo afirmaban que todo lo que cuenta Teodoreto es cierto. Las gentes acudían por montones a pedir consejos. El les predicaba dos veces por día desde su columna y los corregía de sus malas costumbres. Y entre sermón y sermón oía sus súplicas, oraba por ellos y resolvía pleitos entre los que estaban peleados, para amistarlos otra vez. A muchos ricos los convencía para que perdonaran las deudas a los pobres que no les podían pagar.
Convirtió a miles de paganos. Un famoso asesino, al oírlo predicar, empezó a pedir perdón a Dios a gritos y llorando. Algunos lo insultaban para probar su paciencia y nunca respondió a los insultos ni demostró disgusto por ellos. Hasta Obispos venían a consultarlo, y el Emperador Marciano de Constantinopla se disfrazó de peregrino y se fue a escucharlo y se quedó admirado del modo tan santo como vivía y hablaba. Para saber si la vida que llevaba en la columna era santidad y virtud y no sólo un capricho, los monjes vecinos vivieron y le dieron orden a gritos de que se bajara de la columna y se fuera a vivir con los demás. Simeón, que sabía que sin humildad y obediencia no hay santidad, se dispuso inmediatamente a bajarse de allí, pero los monjes al ver su docilidad le gritaron que se quedara otra vez allá arriba porque esa era la voluntad de Dios.
Murió el 5 de enero del año 459. Estaba arrodillado rezando, con la cabeza inclinada, y así se quedó muerto, como si estuviera dormido. El emperador tuvo que mandar un batallón de ejército porque las gentes querían llevarse el cadáver, cada uno para su ciudad. En su sepulcro se obraron muchos milagros y junto al sitio donde estaba su columna se construyó un gran monasterio para monjes que deseaban hacer penitencia.

4 de Enero
Santa Angela de Foligno
Señor: Tu que le dijiste en una visión a Santa Angela:
"el mejor camino para llegar a la santidad es estudiar la vida de
Cristo en el Evangelio y tratar de imitarlo".
Haz que nosotros estudiemos la vida de
Jesús y la imitemos siempre. Amen
Murió el 4 de enero de 1309 en Foligno, Italia, donde había nacido en 1248. Iglesia
Es una de las místicas más famosas que ha tenido la Católica (se llama mística a la persona que se dedica a la vida de contemplación y de comunicación con Dios).
En los primeros años de su vida fue una pecadora: orgullosa, vanidosa, poco piadosa y dedicada a la vida mundana. Se casó muy joven y tuvo varios hijos. Poseía riquezas, castillos, lujos, joyas y fincas, pero nada de esto la hacía feliz.
En 1283, cuando ella tenía 35 años de edad, mueren sucesivamente su madre, su esposo y sus hijos. En medio de la inmensa pena, Angela va al templo y oye predicar a un franciscano, el Padre Arnoldo, y durante el sermón se da cuenta de lo equivocadamente que ha vivido. Hace una confesión general de toda su vida. Se hace terciaria franciscana. Va en peregrinación a Asís, y San Francisco en una visión le dice que es necesario hacer dos cosas muy importantes: vender todo lo que tiene, darlo a los pobres, y… dedicarse a meditar en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Así lo hace. Lo vende todo, menos un castillo o palacio que estima muchísimo. Hasta que en una visión oye decir a Cristo crucificado: "¿Y por amor a tu Redentor no serás capaz de sacrificar también tu palacio preferido?". Lo vende también y todo el dinero recogido lo distribuye entre los pobres. Vende todas sus joyas y lujos, reparte el dinero entre los más necesitados, y se dedica a la vida de contemplación y meditación en la Vida, Pasión y Muerte del Señor.
Ha sido llamada la Mística de la Pasión de Cristo. Y fue tan grande el amor que adquirió hacia la Pasión y Muerte del Señor, que le bastaba mirar una imagen de Jesús doliente u oír hablar de su Santísima Pasión para que se enrojeciera su rostro y quedara como en éxtasis. En visiones se la puede comparar a Santa Teresa y a Santa Catalina.
Al Padre Arnoldo le dictó su Autobiografía. En ella dice lo siguiente: "Yo, Angela de Foligno, tuve que atravesar muchas etapas en el camino de la penitencia o conversión. La primera fue convencerme de lo grave y dañoso que es el pecado. La segunda el sentir arrepentimiento y vergüenza de haber ofendido al buen Dios. La tercera hacer confesión de todos mis pecados. La cuarta convencerme de la gran misericordia que Dios tiene para con el pecador que quiere ser perdonado. La quinta el ir adquiriendo un gran amor y estimación por todo lo que Cristo sufrió por nosotros. La sexta adquirir un amor por Jesús Eucaristía. La séptima aprender a orar, especialmente recitar con amor y atención el Padrenuestro. La octava tratar de vivir en continua y afectuosa comunicación con Dios".
En la Santa Misa veía muchas veces a Jesucristo en la Santa Hostia.
A su alrededor se reunía frecuentemente un selecto grupo de hombres y mujeres, terciarios franciscanos, a los cuales fue bendiciendo uno por uno como una madre cariñosa, la tarde del 4 de enero de 1309, y luego santamente y en gran paz, su alma voló a la eternidad.
Sobre su sepulcro se han obrado innumerables milagros.
Santa Angela de Foligno
Señor: Tu que le dijiste en una visión a Santa Angela:
"el mejor camino para llegar a la santidad es estudiar la vida de
Cristo en el Evangelio y tratar de imitarlo".
Haz que nosotros estudiemos la vida de
Jesús y la imitemos siempre. Amen
Murió el 4 de enero de 1309 en Foligno, Italia, donde había nacido en 1248. Iglesia
Es una de las místicas más famosas que ha tenido la Católica (se llama mística a la persona que se dedica a la vida de contemplación y de comunicación con Dios).
En los primeros años de su vida fue una pecadora: orgullosa, vanidosa, poco piadosa y dedicada a la vida mundana. Se casó muy joven y tuvo varios hijos. Poseía riquezas, castillos, lujos, joyas y fincas, pero nada de esto la hacía feliz.
En 1283, cuando ella tenía 35 años de edad, mueren sucesivamente su madre, su esposo y sus hijos. En medio de la inmensa pena, Angela va al templo y oye predicar a un franciscano, el Padre Arnoldo, y durante el sermón se da cuenta de lo equivocadamente que ha vivido. Hace una confesión general de toda su vida. Se hace terciaria franciscana. Va en peregrinación a Asís, y San Francisco en una visión le dice que es necesario hacer dos cosas muy importantes: vender todo lo que tiene, darlo a los pobres, y… dedicarse a meditar en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Así lo hace. Lo vende todo, menos un castillo o palacio que estima muchísimo. Hasta que en una visión oye decir a Cristo crucificado: "¿Y por amor a tu Redentor no serás capaz de sacrificar también tu palacio preferido?". Lo vende también y todo el dinero recogido lo distribuye entre los pobres. Vende todas sus joyas y lujos, reparte el dinero entre los más necesitados, y se dedica a la vida de contemplación y meditación en la Vida, Pasión y Muerte del Señor.
Ha sido llamada la Mística de la Pasión de Cristo. Y fue tan grande el amor que adquirió hacia la Pasión y Muerte del Señor, que le bastaba mirar una imagen de Jesús doliente u oír hablar de su Santísima Pasión para que se enrojeciera su rostro y quedara como en éxtasis. En visiones se la puede comparar a Santa Teresa y a Santa Catalina.
Al Padre Arnoldo le dictó su Autobiografía. En ella dice lo siguiente: "Yo, Angela de Foligno, tuve que atravesar muchas etapas en el camino de la penitencia o conversión. La primera fue convencerme de lo grave y dañoso que es el pecado. La segunda el sentir arrepentimiento y vergüenza de haber ofendido al buen Dios. La tercera hacer confesión de todos mis pecados. La cuarta convencerme de la gran misericordia que Dios tiene para con el pecador que quiere ser perdonado. La quinta el ir adquiriendo un gran amor y estimación por todo lo que Cristo sufrió por nosotros. La sexta adquirir un amor por Jesús Eucaristía. La séptima aprender a orar, especialmente recitar con amor y atención el Padrenuestro. La octava tratar de vivir en continua y afectuosa comunicación con Dios".
En la Santa Misa veía muchas veces a Jesucristo en la Santa Hostia.
A su alrededor se reunía frecuentemente un selecto grupo de hombres y mujeres, terciarios franciscanos, a los cuales fue bendiciendo uno por uno como una madre cariñosa, la tarde del 4 de enero de 1309, y luego santamente y en gran paz, su alma voló a la eternidad.
Sobre su sepulcro se han obrado innumerables milagros.

31 de Diciembre
San Silvestre, Papa, Año 335
Alabado y bendecido sea el Señor Dios en todos sus santos. Amén.
En la eternidad, las condecoraciones no serán para los que tuvieron una vida sin problemas, sino para quienes supieron luchar contra las dificultades (San Francisco de Sales).
Este Pontífice se ha hecho famoso porque le correspondió gobernar a la Iglesia Católica en la época en la que se acabaron las persecuciones y el emperador Constantino decretó plena libertad para practicar en todas partes la religión de Jesucristo.
A San Silvestre le regaló Constantino el palacio de Letrán en Roma, y desde entonces estuvo allí la residencia de los Pontífices.
También tuvo este Pontífice la suerte de poder construir (con ayuda del gobierno y de los fieles) la antigua Basílica de San Pedro en el Vaticano, y la primera Basílica de Letrán.
Durante su Pontificado se reunió el Concilio de Nicea (año 325), en el cual los obispos de todo el mundo declararon que quien no crea que Jesucristo es Dios, no puede pertenecer a nuestra santa religión, y compusieron el Credo que rezamos los católicos.
Dicen que a San Silvestre le correspondió el honor de bautizar a Constantino, el primer emperador que se hizo cristiano (todos los anteriores habían sido paganos). El Pontificado de San Silvestre duró 20 años y transcurrió todo en medio de gran tranquilidad y completa libertad para la Iglesia. Murió el 31 de diciembre del año 335, a edad muy avanzada.
San Silvestre, Papa, Año 335
Alabado y bendecido sea el Señor Dios en todos sus santos. Amén.
En la eternidad, las condecoraciones no serán para los que tuvieron una vida sin problemas, sino para quienes supieron luchar contra las dificultades (San Francisco de Sales).
Este Pontífice se ha hecho famoso porque le correspondió gobernar a la Iglesia Católica en la época en la que se acabaron las persecuciones y el emperador Constantino decretó plena libertad para practicar en todas partes la religión de Jesucristo.
A San Silvestre le regaló Constantino el palacio de Letrán en Roma, y desde entonces estuvo allí la residencia de los Pontífices.
También tuvo este Pontífice la suerte de poder construir (con ayuda del gobierno y de los fieles) la antigua Basílica de San Pedro en el Vaticano, y la primera Basílica de Letrán.
Durante su Pontificado se reunió el Concilio de Nicea (año 325), en el cual los obispos de todo el mundo declararon que quien no crea que Jesucristo es Dios, no puede pertenecer a nuestra santa religión, y compusieron el Credo que rezamos los católicos.
Dicen que a San Silvestre le correspondió el honor de bautizar a Constantino, el primer emperador que se hizo cristiano (todos los anteriores habían sido paganos). El Pontificado de San Silvestre duró 20 años y transcurrió todo en medio de gran tranquilidad y completa libertad para la Iglesia. Murió el 31 de diciembre del año 335, a edad muy avanzada.

30 de Diciembre
Santa Judit, Heroína Israelita
Gloria a Dios para siempre. Amén.
Judit es una palabra israelita que significa: "alabado sea Dios".
Esta es una heroína famosa que expuso valientemente su vida con tal de obtener la libertad para su patria, Israel, y la libertad para su santa religión.
Uno de los libros más emocionantes de la S. Biblia es el de Judit. Allí se narra lo siguiente. El general Holofernes, enviado por el rey Nabucodonosor rodeó la ciudad israelita de Betulia con un ejército de 120,000 hombres. Toda la gente de Israel se dedicó a orar a Dios con gran fervor. Los sacerdotes ofrecían sacrificios en el templo de Jerusalén. El pueblo sabía muy bien que sólo un favor especial de Dios podía librarlos de aquel gran peligro.
Holofernes preguntó a sus consejeros qué debía hacer para poder apoderarse de la nación de Israel. Y Ajior, jefe de los amonitas le dijo: "Este pueblo de Israel es muy favorecido por Dios. Cuando se dedican a comportarse mal los abandona y los deja en poder del enemigo; pero cuando cumplen bien sus santos mandamientos, Dios hace prodigios para defenderlos. Así que yo aconsejo: averigüese bien, pues si se están portando mal o han olvidado a Dios, los podemos atacar y los derrotaremos. Pero si están observando buena conducta y obedecen a Dios, no los ataquemos, porque Dios luchará por ellos y nos derrotará a nosotros". A Holofernes y a sus seguidores no les agradó nada esto que dijo Ajior y lo desterraron de allí.
Holofernes se propuso sitiar a Betulia y vencer a sus gentes por hambre y sed. Tapo todos los caminos y cortó las fuentes de agua que la abastecían. Después de 33 días de asedio en Betulia se acabó totalmente el agua, y las gentes caían desmayadas de hambre y de sed. El pueblo se reunió junto a su sacerdote y a sus jefes y les pidieron que se rindieran ante los ejércitos de Holofernes para no perecer de hambre y de sed. El sacerdote Ozías les dijo: "Esperen cinco días y en ese plazo decidiremos qué debemos hacer".
Entonces se presentó ante Ozías y los jefes una mujer llamada Judit. Se había quedado viuda hacía tres años y medio y estaba dedicada a orar, y a ayudar a los necesitados y hacía muchos sacrificios. Era muy hermosa y simpática y nadie podía criticar nada contra ella, porque su vida era la de una persona que tiene mucho temor de ofender a Dios.
Judit les dijo: -"Dios nos está probando pero no nos ha abandonado. Yo voy a hacer en estos días algo cuyo recuerdo se prolongará por muchos siglos. Esta noche saldré de la ciudad y luego Dios hará por mi mano algo que ahora no les puedo contar". Luego se postró ante Dios y le rogó que bendijera su plan y la ayudara. El sacerdote y los demás jefes le dijeron: "Vete en paz y que el Señor te proteja y te guíe".
Judit se adornó con sus mejores joyas y se puso sus más hermosos vestidos y acompañada de su criada salió de Betulia y se dirigió hacia el campo de los enemigos. Estaba hermosísima.
Un grupo de centinelas la vio y le preguntó a dónde iba. Ella les dijo que estaba huyendo de Betulia y quería entrevistarse con el general Holofernes. Ellos la llevaron hacia el cuartel del jefe. Cuando Holofernes y sus generales la vieron se quedaron admirados de su gran hermosura.
Judit le pidió a Holofernes que le permitiera quedarse unos días allí en el campamento y que diera órdenes a sus guardias para que la dejaran salir cada madrugada a un campo vecino a orar a Dios. El general aceptó su petición y ordenó que le ofrecieran los mejores alimentos, pero ella dijo que su criada había llevado provisiones para varios días y que esto les bastaba. Le fue señalada una habitación.
Holofernes se enamoró de la belleza extraordinaria de Judit y organizó un gran banquete en su honor; e invitó a sus mejores generales. Judit llegó al banquete adornada con sus mejores joyas y supremamente hermosa. El general encantado ante su presencia bebió esa noche más que nunca, y cuando los generales lo vieron totalmente borracho lo dejaron allí solo, frente a Judit que estaba a la mesa cenando también.
Cuando Judit vio que todos se habían ido y que ella había quedado completamente sola frente a Holofernes que estaba totalmente borracho y dormido a causa de su borrachera, pidió fortaleza a Dios y tomando la espada del general le cortó la cabeza y la echó entre un costal, y la pasó a su criada. Y como los guardias tenían orden de dejarla salir al campo durante la noche a rezar, la dejaron pasar sin decirle nada. Nadie sospechaba lo que había sucedido. Ella había preferido entre dos males el menor. Un mal era que moriría todo el pueblo de Israel a manos de los soldados de Holofernes, el otro era que muriera Holofernes, pero que el pueblo se salvara. Y Judit escogió este segundo medio.
Judit llegó a Betulia y anunció a Ozías y a los demás jefes lo que había hecho y los mostró la cabeza de Holofernes. La gente se llenó de entusiasmo y empezó a gritar de alegría. Al amanecer los ayudantes de Holofernes fueron a su habitación y lo encontraron muerto. Y esta noticia causó una alarma tan espantosa que sus soldados se lanzaron a la dispersión, huyendo cada uno por su lado y dejaron libre la ciudad de Betulia y no la destruyeron, y en cambio le dejaron en sus alrededores grandes riquezas que no tuvieron tiempo de llevarse al salir huyendo.
El Sumo Sacerdote de Jerusalén y el senado de la nación fueron hacia Betulia a felicitar a Judit y le dijeron: "Tú eres la gloria de Jerusalén, el orgullo de Israel. Bendita seas por el Señor Omnipotente por todos los siglos". Y el pueblo respondió: "Amén". Y Judit entonó un canto de acción de gracias a Dios diciendo: "Alabad a mi Dios con instrumentos musicales. Elevad al Señor cantos de acción de gracias. Porque el Señor es el único que es capaz de evitar las guerras. Bendito sea por siempre. Amén".
Judit vivió en Betulia hasta la edad de cien años. Nunca quiso volverse a casar, y era estimadísima por toda la población. Las riquezas que su marido le había dejado las repartió entre los que lo necesitaban, y después de haber libertado tan valientemente a su pueblo, adquirió un nombre famoso para siempre aquí en la tierra y un puesto en el cielo por sus buenas obras y su gran virtud.
Santa Judit, Heroína Israelita
Gloria a Dios para siempre. Amén.
Judit es una palabra israelita que significa: "alabado sea Dios".
Esta es una heroína famosa que expuso valientemente su vida con tal de obtener la libertad para su patria, Israel, y la libertad para su santa religión.
Uno de los libros más emocionantes de la S. Biblia es el de Judit. Allí se narra lo siguiente. El general Holofernes, enviado por el rey Nabucodonosor rodeó la ciudad israelita de Betulia con un ejército de 120,000 hombres. Toda la gente de Israel se dedicó a orar a Dios con gran fervor. Los sacerdotes ofrecían sacrificios en el templo de Jerusalén. El pueblo sabía muy bien que sólo un favor especial de Dios podía librarlos de aquel gran peligro.
Holofernes preguntó a sus consejeros qué debía hacer para poder apoderarse de la nación de Israel. Y Ajior, jefe de los amonitas le dijo: "Este pueblo de Israel es muy favorecido por Dios. Cuando se dedican a comportarse mal los abandona y los deja en poder del enemigo; pero cuando cumplen bien sus santos mandamientos, Dios hace prodigios para defenderlos. Así que yo aconsejo: averigüese bien, pues si se están portando mal o han olvidado a Dios, los podemos atacar y los derrotaremos. Pero si están observando buena conducta y obedecen a Dios, no los ataquemos, porque Dios luchará por ellos y nos derrotará a nosotros". A Holofernes y a sus seguidores no les agradó nada esto que dijo Ajior y lo desterraron de allí.
Holofernes se propuso sitiar a Betulia y vencer a sus gentes por hambre y sed. Tapo todos los caminos y cortó las fuentes de agua que la abastecían. Después de 33 días de asedio en Betulia se acabó totalmente el agua, y las gentes caían desmayadas de hambre y de sed. El pueblo se reunió junto a su sacerdote y a sus jefes y les pidieron que se rindieran ante los ejércitos de Holofernes para no perecer de hambre y de sed. El sacerdote Ozías les dijo: "Esperen cinco días y en ese plazo decidiremos qué debemos hacer".
Entonces se presentó ante Ozías y los jefes una mujer llamada Judit. Se había quedado viuda hacía tres años y medio y estaba dedicada a orar, y a ayudar a los necesitados y hacía muchos sacrificios. Era muy hermosa y simpática y nadie podía criticar nada contra ella, porque su vida era la de una persona que tiene mucho temor de ofender a Dios.
Judit les dijo: -"Dios nos está probando pero no nos ha abandonado. Yo voy a hacer en estos días algo cuyo recuerdo se prolongará por muchos siglos. Esta noche saldré de la ciudad y luego Dios hará por mi mano algo que ahora no les puedo contar". Luego se postró ante Dios y le rogó que bendijera su plan y la ayudara. El sacerdote y los demás jefes le dijeron: "Vete en paz y que el Señor te proteja y te guíe".
Judit se adornó con sus mejores joyas y se puso sus más hermosos vestidos y acompañada de su criada salió de Betulia y se dirigió hacia el campo de los enemigos. Estaba hermosísima.
Un grupo de centinelas la vio y le preguntó a dónde iba. Ella les dijo que estaba huyendo de Betulia y quería entrevistarse con el general Holofernes. Ellos la llevaron hacia el cuartel del jefe. Cuando Holofernes y sus generales la vieron se quedaron admirados de su gran hermosura.
Judit le pidió a Holofernes que le permitiera quedarse unos días allí en el campamento y que diera órdenes a sus guardias para que la dejaran salir cada madrugada a un campo vecino a orar a Dios. El general aceptó su petición y ordenó que le ofrecieran los mejores alimentos, pero ella dijo que su criada había llevado provisiones para varios días y que esto les bastaba. Le fue señalada una habitación.
Holofernes se enamoró de la belleza extraordinaria de Judit y organizó un gran banquete en su honor; e invitó a sus mejores generales. Judit llegó al banquete adornada con sus mejores joyas y supremamente hermosa. El general encantado ante su presencia bebió esa noche más que nunca, y cuando los generales lo vieron totalmente borracho lo dejaron allí solo, frente a Judit que estaba a la mesa cenando también.
Cuando Judit vio que todos se habían ido y que ella había quedado completamente sola frente a Holofernes que estaba totalmente borracho y dormido a causa de su borrachera, pidió fortaleza a Dios y tomando la espada del general le cortó la cabeza y la echó entre un costal, y la pasó a su criada. Y como los guardias tenían orden de dejarla salir al campo durante la noche a rezar, la dejaron pasar sin decirle nada. Nadie sospechaba lo que había sucedido. Ella había preferido entre dos males el menor. Un mal era que moriría todo el pueblo de Israel a manos de los soldados de Holofernes, el otro era que muriera Holofernes, pero que el pueblo se salvara. Y Judit escogió este segundo medio.
Judit llegó a Betulia y anunció a Ozías y a los demás jefes lo que había hecho y los mostró la cabeza de Holofernes. La gente se llenó de entusiasmo y empezó a gritar de alegría. Al amanecer los ayudantes de Holofernes fueron a su habitación y lo encontraron muerto. Y esta noticia causó una alarma tan espantosa que sus soldados se lanzaron a la dispersión, huyendo cada uno por su lado y dejaron libre la ciudad de Betulia y no la destruyeron, y en cambio le dejaron en sus alrededores grandes riquezas que no tuvieron tiempo de llevarse al salir huyendo.
El Sumo Sacerdote de Jerusalén y el senado de la nación fueron hacia Betulia a felicitar a Judit y le dijeron: "Tú eres la gloria de Jerusalén, el orgullo de Israel. Bendita seas por el Señor Omnipotente por todos los siglos". Y el pueblo respondió: "Amén". Y Judit entonó un canto de acción de gracias a Dios diciendo: "Alabad a mi Dios con instrumentos musicales. Elevad al Señor cantos de acción de gracias. Porque el Señor es el único que es capaz de evitar las guerras. Bendito sea por siempre. Amén".
Judit vivió en Betulia hasta la edad de cien años. Nunca quiso volverse a casar, y era estimadísima por toda la población. Las riquezas que su marido le había dejado las repartió entre los que lo necesitaban, y después de haber libertado tan valientemente a su pueblo, adquirió un nombre famoso para siempre aquí en la tierra y un puesto en el cielo por sus buenas obras y su gran virtud.